El mutualismo es aplicable a todas las relaciones humanas. A lo largo de toda la existencia, desde el nacimiento hasta la muerte, la mutualidad —la asociación voluntaria para la acción recíproca— está en todas partes y en todo momento a la espera de resolver cada problema de las relaciones sociales, para decidir cada cuestión que surja en el comercio y la industria.
Para practicar el mutualismo, es necesario nombrar solo dos condiciones; 1) que el individuo no invasivo no debe ser coaccionado, y 2) que ninguna parte del producto del trabajo de nadie se le quitará sin su consentimiento. Con esas generalizaciones negativas así postuladas, afirmando así la soberanía del individuo, de allí fluye naturalmente el corolario positivo y constructivo: la reciprocidad; lo que implica iniciativa individual, contrato libre y asociación voluntaria.
Para que no haya incertidumbre sobre el significado del término «soberanía del individuo», debe explicarse que se usa aquí en el sentido del control completo del individuo no invasivo sobre sí mismo y sus asuntos, y el producto de su trabajo.
Brevemente, el mutualismo es un sistema social basado en relaciones recíprocas y no invasivas entre individuos libres.
Los estándares mutualistas son:
INDIVIDUAL: igual libertad para cada uno, sin invasión de los demás.
ECONÓMICO: reciprocidad sin marcos que la estorben, que implica libertad de intercambio y contrato, sin monopolios ni privilegios.
SOCIAL: completa libertad de asociación voluntaria, sin organización coercitiva.
Bajo el mutualismo, como se describe, todos los problemas sociales, económicos y políticos de la vida moderna pueden resolverse y cada relación puede ajustarse mejor. Incluso sin ninguna ley específica formulada de antemano, el sistema de jurado en su forma más pura e incontaminada cubrirá todos los procedimientos penales. Tal juicio por jurado sería de hecho un juicio por todo el pueblo, y no, como ahora, un juicio por ciertas personas especialmente elegidas que representan a un gobierno, — una institución que de ninguna manera representa a todas las personas, y que están presididas y restringidas de varias maneras por un juez, que es casi supremo en su posición y que está solo remotamente y ligeramente guiado por leyes que se supone que son representativas de la sabiduría de la gente, pero en realidad son meramente la expresión de la opinión de varios políticos más o menos honestos, que tienen sus propias preferencias más importantes o están influenciados por muchas otras consideraciones además de la justicia y el bienestar de las personas.
Si los jurados fueran elegidos adecuadamente por sorteo, fuera de la población de una comunidad, y no, como lo son ahora, fuera de un cierto panel limitado seleccionado por un oficial que se guía por varias consideraciones y condiciones políticas, muchas de ellas dependiendo de su conveniencia, sería la base de un juicio justo para todos los delincuentes. Se puede dar por sentado que dicho jurado no condenaría a ninguna persona, excepto a aquella persona, si se pudieran determinar sus deseos, que la comunidad aceptaría condenar.
Por lo tanto, sería extremadamente difícil castigar a alguien por cualquier acto presuntamente invasivo, a menos que prácticamente todas las personas pensaran que la persona era culpable. El mutualismo señala el camino hacia la utilización de medios tan puramente equitativos y recíprocos para obtener justicia.
En un juicio por jurado en su forma perfecta, el juez no debe ser más que un árbitro imparcial. El jurado debe moldear la ley a cualquier caso en particular, en lugar de tratar de adaptar el caso a la ley. El jurado también debe juzgar la admisibilidad de las pruebas, ya que lo que el jurado necesita y quiere son los hechos del caso, y debe estar en posesión de todo lo relacionado con esos hechos.
El juez no debe ser, de hecho o de nombre, el representante de ninguna de las partes en el juicio y, por lo tanto, no se le debe permitir emitir veredictos o pruebas, ya que es en tal punto que puede mostrar su sesgo. Todas estas cosas deberían ser competencia del jurado. Se les debe permitir probar el caso en su totalidad, sin ser influenciados en lo más mínimo por algo dicho o hecho por alguien que asuma que representa una autoridad superior. Si se quiere obtener justicia imparcial, el jurado debe, en primer lugar, tener permiso para decidir si realmente se ha cometido algún delito que sea imputable. Se les debe permitir probar el caso en su totalidad. En otras palabras, si realmente se ha cometido algún acto invasivo, si el supuesto acto es una lesión a la persona o la propiedad de alguien.
Que el sistema de jurado de hoy en día no está organizado o administrado sobre esa base o de cualquier otra forma no hace falta decirlo.
Y solo porque no está tan organizado o administrado no es, en ningún sentido, un vehículo para garantizar la justicia. Si bien el origen del juicio por jurado parece ser históricamente confuso, es una certeza que la Magna Carta lo estableció más a fondo. Y en ese momento estaba, fundamentalmente, en una forma pura y mejor que en cualquier otro momento desde entonces. Las implicaciones obvias de ese gran instrumento fueron que el jurado debía juzgar independientemente y sin miedo todo lo que implicaba la imputación, y especialmente su justicia intrínseca, y dar su decisión al respecto; y esto significaba, si significaba algo, que el jurado debía ser el juez tanto de las leyes como de los hechos.
Un siglo después de la promulgación de la Magna Carta, sus disposiciones habían sido tan alteradas que los tribunales comenzaron a quitarle a los jurados el poder de determinar la justicia de las leyes, y hoy se ha convertido en una de las llamadas «máximas» de la ley el que los jueces solo responden a la cuestión de las leyes y los jurados solo a la cuestión de los hechos. E incluso esta última prerrogativa no es disfrutada por los jurados sin una gran cantidad de restricciones que los tribunales modernos les han impuesto, de modo que en la práctica están en gran medida controlados por los jueces.
El juez en el juicio no solo decide sobre la relevancia de la evidencia ofrecida a los asuntos a ser probados, y sobre la admisibilidad de las preguntas formuladas a un testigo, sino que también aconseja al jurado en cuanto a la evidencia lógica de la evidencia admitida sobre los asuntos que se encuentran por el jurado. Las reglas sobre la admisibilidad de la evidencia, en gran medida basadas en teorías que son difíciles de aplicar, junto con el derecho del juez a resumir la evidencia, limitan en gran medida la independencia del jurado.
En los setecientos años que han pasado desde que el Rey Juan [Sin Tierra] en Runnymede fuera forzado por los barones a otorgar una carta de libertades a la gente, los legisladores y jueces han estado ocupados modificando ese famoso documento, y entre esos esfuerzos ha estado la invención de esas máximas que sirven para guiar a los juristas actuales. En lugar de expresar la ley, esas máximas expresan nada más que la voluntad de jueces ambiciosos y desafiantes de la ley y de aquellos a quienes los jueces a menudo deben sus posiciones [los políticos].
Es cierto, un juez de primera instancia tiene funciones adecuadas y necesarias que desempeñar, una de las cuales es ayudar e iluminar a los miembros del jurado, si puede, mediante consejos e información, pero con la comprensión de los miembros del jurado de que dichos consejos e información deben ser recibidos solo por lo que pueden considerar que valen; y otra es hacer todo lo que sea necesario con respecto a la concesión de apelaciones y nuevos juicios; y posiblemente para preservar, en caso de amenaza, la dignidad y la seriedad del proceso.
Es interesante saber que, en Estados Unidos, últimamente ha habido una tendencia a viajar hacia el propósito original y el alcance de los juicios por jurado. Un caso en cuestión es el de Scharf vs. United States(156 US 61), en el que la opinión de la mayoría de la Corte era que es deber de un jurado en una causa penal recibir la ley de la corte y aplicar según lo establecido por el tribunal, sujeto a la condición de que, al emitir un veredicto general, el jurado pueda determinar incidentalmente AMBAS LEYES Y HECHOS como compuestos en los asuntos que se les presentan en el caso particular, y se sostuvo además que el poder de dar un veredicto general permite al jurado adoptar su propia opinión sobre los términos y los MÉRITOS de la ley involucrada.
Se puede predecir con seguridad que la administración de justicia se simplificaría en gran medida bajo una condición de igualdad de libertad en un sistema mutualista, ya que, en ausencia de explotación por privilegio, habría mucha menos pobreza y, como coinciden los criminólogos, la pobreza es la principal causa del crimen. Con condiciones económicas tales que todo hombre sano puede tener la seguridad de un empleo que le permita mantener la vida, ya sea como su propio amo o como empleado de otra persona, pero recibiendo el producto completo de su trabajo, faltaría el incentivo principal para acciones invasivas.
Una vez más, es una protección más eficiente contra los agresivos, lo que significaría la prevención del delito en lugar de su detección después del hecho, aliviaría a los tribunales de una gran parte de su trabajo. Con el esquema del procedimiento judicial simplificado en la discusión anterior del juicio por jurado, habría una tendencia hacia una justicia más rápida y rápida, y la experiencia ha demostrado que eso es muy efectivo en la prevención del delito.
Además, habría un mayor uso de la resistencia pasiva en el castigo del delito, en lugar de la fuerza física, como en la actualidad. El ostracismo y el boicot pueden usarse con buenos resultados en defensa contra los delincuentes, especialmente aquellos que son de menor categoría, y no son de una naturaleza tal que exija una restricción inmediata y forzada. Y la aplicación de tal castigo podría ser rápida y segura. En todas las direcciones, la simplificación y disminución de la cantidad de reglas y regulaciones aumenta la facilidad y simplicidad de su aplicación.
En el procedimiento civil, el uso cada vez mayor de tribunales de arbitraje privados, ahora ya en uso en Nueva York y algunos otros estados, tenderá a aligerar la carga de los tribunales principales, y bajo el mutualismo se desarrollarán y utilizarán al más alto grado.
PARTE II
El gobierno implica fuerza; implica coerción; implica el ejercicio de la autoridad, por parte de una persona o institución que tiene el poder, sobre otra persona, ya sea que admita dicha autoridad o no. Manifiestamente, dicha autoridad no debe ejercerse sobre una persona no invasiva, a menos que las funciones del Estado, como se describe en el Capítulo I como inherentes a su origen, se consideren justas y legítimas.
Aquí mismo se encuentra la línea de división entre los autoritarios (socialistas, comunistas, single-taxers y todos los partidos políticos) y los libertarios (mutualistas, individualistas, et al.). Los primeros creen que cualquier maldad que exista en el sistema actual puede erradicarse mediante la promulgación de leyes, en otras palabras, mediante el uso de la fuerza física contra todas las personas, ya sea que estén de acuerdo o en desacuerdo. Porque es cierto que la votación en manos de la mayoría es tanto un ejercicio de fuerza física como el uso de ametralladoras en manos de un ejército o de una bomba en manos de un revolucionario. ¿Para qué sirve el veredicto de una mayoría a menos que se pueda hacer cumplir? ¿Y cómo debe hacer valer un veredicto por parte de un gobierno a menos que se sepa que, en caso de negarse a aceptar el veredicto, todo el poder del ejército y la armada puede, si es necesario, ser utilizado para asegurar esa aplicación? Además, la amenaza del uso del ejército y la marina es tanto un uso de la fuerza física como el hecho de disparar sus armas y la liberación de su gas venenoso.
Ahora, para aquellas personas cuyo sentido de la justicia no se rebela ante la coerción de individuos inofensivos, el mensaje del libertario no tiene peso. Sus ojos son ciegos a las escenas de rapiña y asesinato; sus oídos están sordos a los ruegos de justicia; sus corazones están fríos ante los llamamientos para un trato justo; y, sobre todo, sus facultades de razonamiento son impotentes ante los argumentos de conveniencia. Pero dejemos a un lado todo sentimiento, y todavía se puede demostrar que la libertad paga. Y paga desde cualquier punto de vista que se considere. Paga porque cuesta menos en efectivo real; paga porque es más simple y más fácil de aplicar; paga porque reduce la posibilidad de error al punto más bajo concebible; paga porque está en línea con el proceso de evolución [social]; y, finalmente, y el mayor activo de todos, paga porque produce el mayor grado de felicidad.
El ideal libertario es el único concepto que allana el camino para la operación del mutualismo. El mutualismo perfecto no podría existir bajo ninguna forma de autoridad. Sería frustrado y emasculado a cada paso. De la misma manera que hoy en día todo mal social y económico que sirve para esclavizar a la humanidad es el resultado de alguna forma de interferencia gubernamental con la libertad y con los procesos naturales, las mismas fuerzas o similares tenderían a anular y contrarrestar, en toda medida, las ventajas derivadas de la aplicación de los principios del mutualismo. Es una planta que requiere el suelo fértil de la libertad para hacer su crecimiento sin obstáculos.
Por otro lado, el mérito del sistema es que se inaugure sin el cataclismo del régimen actual. De hecho, para la fase más importante del mutualismo, la de la banca mutua, una ley federal, junto con su contraparte en varios estados, tendrían que ser derogadas para allanar el camino para la realización de la mejor idea liberadora desde la Revolución Francesa. Nuevamente, en otras direcciones, el mutualismo puede iniciarse a pesar del aspecto adverso de la autoridad constituida. Las asociaciones comerciales e industriales, la cooperación voluntaria y otras actividades asociativas pueden llevarse a cabo sin ningún cambio en las leyes actuales. En muchos casos, tales operaciones se verían facilitadas por la eliminación de ciertas restricciones legales y obstáculos de naturaleza similar, pero se puede comenzar, una vez que haya suficientes personas con esa mentalidad, sin la abolición de una sola disposición.
De hecho, ahora hay muchas asociaciones mutualistas voluntarias que se llevan a cabo con bastante éxito, cuyas actividades se simplificarían enormemente y sus logros aumentarían enormemente si pudieran liberarse de las desventajas que la ley ahora les impone. Uno de los propósitos cardinales del mutualismo es liberarlas, lo más rápido posible, de estos obstáculos.
Uno de los ejemplos más conspicuos de mutualismo en la práctica en la actualidad, y bajo el capitalismo además, son las compañías de seguros mutuales, de las cuales hay muchas en operación exitosa. Su éxito se debe indudablemente al hecho de que no están restringidas innecesariamente por la ley, y la maravilla es que no se les interfiera, ya que están brindando un seguro al precio de costo a sus miembros, evitando así que una cantidad considerable de ganancias ingrese al cofre de una compañía de seguros regulada [por la legislación].
Lo que han hecho estas compañías de seguros mutuas es una prueba concluyente de la eficacia del mutualismo en otros departamentos de la industria y el comercio. Si el seguro contra incendios y de vida, a través de asociaciones mutuas, se puede proporcionar al precio de costo, no hay razón por la cual cualquier otra protección no se pueda proporcionar por los mismos medios en términos similares. Las compañías de seguros mutuales no solo distribuyen las pérdidas por incendios entre los asegurados, sino que también evitan incendios, ya que todas las propiedades aseguradas están bajo la supervisión del inspector de la compañía, cuyo negocio es asegurarse de que los propietarios aprovechen los mejores métodos de prevención de incendios, en primer lugar, y de los medios más eficientes para extinguir el fuego, en caso de que comience.
Esta idea de seguro es capaz de extenderse en una multitud de direcciones. Como Lloyds (la gran compañía de seguros inglesa), que asegura todo tipo de riesgo imaginable, ha demostrado amplia y prácticamente que no existe una empresa o empresa que no esté cubierta por esta gran protección, cuyo mérito particular radica en el hecho que es totalmente privado y voluntario y de ninguna manera operado o respaldado por el gobierno. Es puramente el resultado del esfuerzo voluntario de la asociación de los individuos.
Como una instancia de su operación, se puede citar la existencia en Inglaterra de una asociación que, para su consideración, inspecciona y dicta sentencia sobre la construcción de edificios, de modo que cualquier persona, que pueda estar construyendo una casa o comprando una ya construida, y quien no sepa nada sobre los factores técnicos involucrados, puede obtener información y consejos sobre un edificio propuesto o uno ya construido. Este servicio podría extenderse al seguro de dicha persona contra pérdidas derivadas de la construcción defectuosa o inadecuada de cualquier edificio inspeccionado y transmitido por dicha asociación.
La compañía de seguros de títulos, tal como existe en muchos de los Estados Unidos, es un claro ejemplo de la prestación exitosa de un servicio similar. Después de que un título de propiedad inmobiliaria ha sido perfeccionado a su satisfacción, asegurará lo mismo por el valor aproximado de la propiedad, el cargo por dicho servicio será proporcional al riesgo involucrado. En algunos estados, el gobierno ha adoptado un sistema que intenta evitar la necesidad de ese tipo de seguro; pero, instintivamente cauteloso de todo lo que emprende el gobierno, la gente ha sido reacia a aprovechar la oportunidad. ¡Saben muy bien cómo el gobierno generalmente arruina y administra mal las cosas que emprende!
A pesar de que muchos de ellos se vieron obstaculizados y cubiertos con restricciones y regulaciones por parte del Estado, su crecimiento muestra lo que se podría lograr bajo la libertad. Si no hubiera instituciones estatales que fingieran prestar servicios, se formarían asociaciones voluntarias para realizar esas funciones según fuera necesario. De hecho, ha sido la usurpación por parte del gobierno de funciones que deberían ser puramente negocios de asociaciones voluntarias lo que ha retrasado el desarrollo del comercio y la industria en muchas vías.
El fallecido Stephen Pearl Andrews, en su libro iluminador sobre «La ciencia de la sociedad», da un ejemplo de una corporación privada que realiza el trabajo del gobierno cuando el departamento de correos quedó inutilizado por la destrucción de un puente. Una compañía exprés (una corporación privada) restableció de inmediato su propio servicio y durante una semana completa tuvo que proporcionar el servicio de correo que el gobierno no pudo proporcionar, ya que el propio director general de correos se vio obligado a confiar en la compañía exprés para la entrega de su correo propio Tales instancias se han multiplicado hasta tal punto que se ha convertido en un axioma de que lo que hace el gobierno se hace con una ineficiencia casi uniforme.
A pesar del hecho de que hay un departamento de policía establecido en cada comunidad urbana, para cuyo apoyo se grava a todos los propietarios, el servicio prestado por el Estado es tan inadecuado que (como se señaló brevemente en un capítulo anterior) muchas empresas son obligadas a proporcionar su propia protección policial. Si se asociaran en organizaciones mutuas, podrían proporcionarse un seguro, al precio de costo, contra el robo y el abuso sexual, sin pagar las tarifas exorbitantes que ahora cobran las compañías de seguros contra robos del tipo ordinario. De hecho, este principio podría extenderse a toda la población, o a una parte de ella que desee participar, a través de la organización de asociaciones de protección mutua, y así hacer innecesario el tipo actual de fuerza policial ineficiente e incontrolable. Cuando los contribuyentes descubren que pueden obtener protección real por lo que cuesta, detestarán apoyar lo absurdo y extravagante que ahora se conoce con ese nombre.
Un boicot es un instrumento potente para la protección y la defensa, y que es a la vez libertario y capaz de ser empleado por los mutualistas. Debido al hecho de que fue utilizado por primera vez (por la «Liga de la Tierra» en Irlanda en 1880 contra un agente del propietario llamado «Boycott») por los débiles en una competencia con los fuertes, y desde entonces ha sido utilizado con mayor frecuencia por organizaciones laborales en las controversias con los empleadores, ha sido atacado por los representantes del privilegio como algo censurable. Ha sido condenado casi universalmente por los tribunales, ha sido denunciado desde el púlpito, y es particularmente desagradable para la policía, que siempre no sabe qué hacer con las personas que se niegan a usar la violencia y que persisten en irse tranquilamente de sus negocios. Los lexicógrafos también son propensos a anatematizarlo en sus definiciones, afirmando que es un instrumento de persecución y opresión. ¡Y sin embargo, es la única arma que no se puede usar de forma invasiva!
La razón de esto es que el boicot no es un acto; es simplemente la negativa a actuar. Ahora, ¿cómo puede una negativa (en ausencia de un acuerdo expreso o un contrato en contrario) actuar como una invasión? Boicotear a una persona es simplemente dejarla sola; negarse a comerciar con él; negarse a tener algo que ver con él. Ahora, antes de que pueda sostenerse que esa persona puede ser perjudicada por tal negativa a asociarse con ella, debe responderse la siguiente pregunta: ¿Con qué derecho puede exigir tal asociación? En otras palabras, ¿cómo puede suponerse que existe alguna obligación de asociarse? Solo hay una respuesta, y es que no puede haber tal derecho y no se puede considerar tal suposición. Afirmar lo contrario es hacer necesario que la persona boicoteada establezca su derecho al mecenazgo, o al trabajo, o la sociedad, según sea el caso, del boicoteador. ¡Que lo haga si puede!
Ahora, si una persona puede legítimamente dejar a otra persona sola, puede combinarse con la misma razón con otros en su inacción. Porque es difícil ver cómo, si una persona puede entrar a su casa, cerrar las puertas, bajar las persianas y negarse a salir de sus instalaciones, y aún así no invadir los derechos de nadie, se convierte en un delito cuando algunos de sus amigos acuerdan seguir su ejemplo al mismo tiempo. Entonces, lógicamente, la llamada Ley de Conspiración [una ley anti-sabotaje de su época] no puede aplicarse a actos que no se realizan. Debe haber un acto abierto, que no puede estar dentro del alcance de un boicot, antes de que sea más serio actuar en concierto con otros que actuar solo. Si un comerciante no tiene un derecho establecido al patrocinio de un cliente, o un empleador no ha contratado el derecho al trabajo de un empleado, el comerciante ya no tiene derecho al patrocinio de mil clientes, y el empleador ya no tiene derecho al trabajo de mil empleados. Los tribunales no son sostenidos por el derecho o el sentido común cuando deciden que varias personas pueden no combinarse para hacer lo que pueden hacer de manera individual.
Es costumbre de los tribunales y otros partidarios de la riqueza depredadora denunciar con mayor severidad los boicots secundarios y terciarios que los primarios. Este argumento no tiene peso ni justificación de hecho. Dado que se ha demostrado que el boicot es solo una abstención de la acción, y que nunca puede ser invasivo de los derechos de nadie simplemente para abstenerse de realizar un acto, no puede hacer ninguna diferencia si esa abstención es primaria o cuaternaria. En la práctica, el boicot secundario es donde una persona es boicoteada por no unirse al boicot primario. Ahora, precisamente las mismas condiciones existen en un caso que en el otro. Si una persona tiene derecho a retener su patrocinio o su trabajo de otra por una razón, tiene el mismo derecho de comportarse por cualquier otra razón, o incluso sin razón.
Por lo tanto, para poner el asunto en forma concreta, si a John Doe no le gusta un cierto tendero, puede retener su patrocinio. También puede, con perfecta propiedad, pedirle a su carnicero que no sea condescendiente con ese cierto tendero; Si el carnicero se niega a unirse a él en ese boicot, puede retirar su patrocinio del carnicero. Y, para que su boicot contra el carnicero sea efectivo, puede recurrir a su panadero para que lo ayude a boicotear al carnicero; si el panadero tampoco está dispuesto a participar, puede boicotear al panadero y pedirle a su farmacéutico que retire su patrocinio del panadero, que sería el boicot terciario. Y este curso podría extenderse indefinidamente.
Los elementos en cada uno de estos procedimientos son idénticos. En ningún caso ninguno de los comerciantes mencionados puede establecer ningún derecho al patrocinio que le ha sido quitado. Por lo tanto, no se le ha hecho nada malo. No se le ha privado de nada ante lo que tenga el menor reclamo. Por lo tanto, si bien puede alegar correctamente que ha sido forzado; mientras que puede afirmar legítimamente que su negocio ha sido lesionado: y si bien puede ser indultado si se siente molesto con sus clientes, no puede acusar justamente de que alguno de sus derechos ha sido invadido.
Los tribunales, al discutir casos similares al mencionado anteriormente, señalan que la queja, o lo que sea que haya inducido al individuo original a boicotear su tienda de comestibles, se pierde por completo en los boicots secundarios y terciarios posteriores, y que las personas involucradas en estos últimos no tienen ninguna preocupación con el motivo original y que, por lo tanto, es una injusticia obligarlas a participar en la controversia. Todo lo cual puede ser cierto, excepto la injusticia. Debe reiterarse que no puede haber injusticia cuando no se ha hecho nada. Y en ninguna fase del caso citado se ha realizado ningún acto manifiesto. En todos y cada uno de los casos de presión ejercida, hubo simplemente una declinación para actuar, simplemente un «dejarlo solo». ¡Qué tonto sería para uno de esos comerciantes quejarse de que era injusto que los dejaran solos! Y, sin embargo, eso es precisamente lo que dice, en efecto, cuando alega que se le ha hecho una injusticia cuando un cliente se niega, por cualquier motivo, a comprarle productos.
Otra cosa que los tribunales declaran ilegal sobre el boicot es amenazar con retirar el patrocinio de un comerciante o amenazar con dejar de trabajar para un empleador. Olvidan, ya que por el momento se ajusta a su propósito, el axioma de que una persona tiene derecho a amenazar lo que tiene derecho a ejecutar, ya que negarse a comprar o negarse a trabajar no es en ningún sentido un acto invasivo, ciertamente no puede ser invasivo para amenazar con negarse a comprar o amenazar con negarse a trabajar; y ninguna cantidad de sofismas judiciales puede hacerlo.
En esta discusión sobre el boicot como medida libertaria, se ha puesto énfasis en su empleo por parte del trabajador contra el empleador, ya que la negativa a trabajar para cualquier empleador se asocia invariablemente con la negativa a comprar sus productos y con el esfuerzo de inducir a otros a negarse a patrocinarlo. Pero es un juego que dos pueden jugar, ya que no es unilateral. Los empleadores a menudo recurren a las mismas medidas, al crear y mantener una lista negra, que contiene los nombres de los empleados que han dejado de trabajar o que de otra manera son indeseables, y varios empleadores se combinan para usar esta lista para forzar el trabajo. En tales casos, los tribunales no escuchan nada sobre la «conspiración» o el boicot secundario o terciario, aunque estos últimos se utilizan con frecuencia para obligar a los empleados recalcitrantes a unirse al proceso de inclusión en la lista negra. Y debe agregarse que nadie tiene más derecho a quejarse de la lista negra que del boicot. Son prácticamente idénticos y no violan el principio de libertad. Los tribunales, por supuesto, deben ser consistentes en su trato hacia ellos. Pero eso sería demasiado esperar de instituciones que son, en general, herramientas de privilegio…
Es interesante notar a este respecto que en Inglaterra, donde la libertad personal es más apreciada que en los Estados Unidos, no se han reportado decisiones legales contra el uso del boicot, mientras que en este país hay dos ejemplos notorios y desagradables:
Bucks Stove Company vs. la Federación Estadounidense del Trabajo, en la cual los oficiales de la Federación fueron declarados culpables, en los tribunales del Distrito de Columbia, de violar una orden judicial contra el hacer público el hecho de que la federación consideraba que la compañía de estufas era «injusta»,
y el caso de los Danbury Hatters, en el que la Corte Suprema de los Estados Unidos afirmó una decisión de un tribunal inferior, de que la compañía de sombreros podría cobrar por concepto de daños y perjuicios a los miembros individuales del sindicato que instituyó y llevó a cabo el boicot de la compañía que se negó a negociar según los términos de los trabajadores. A esta compañía de sombreros se le permitió quedarse con los ahorros bancarios, bienes personales y bienes inmuebles de los miembros del sindicato en satisfacción de su juicio. No se tiene ninguna cuenta del éxito final de este movimiento, pero por puro robo, nada es comparable en los anales del procedimiento judicial moderno.
Como se sugiere en otro artículo, el boicot y su compañero, el ostracismo, pueden ser utilizados como castigos por el crimen, y también como elementos de disuasión del crimen. Bajo ciertas circunstancias, pueden constituir una pena más drástica. Debido a los hábitos gregarios de los seres humanos, ser puesto más allá de los límites de la sociedad sería más doloroso para muchos que ser encarcelado en una prisión en compañía de otros de su clase. Infligir tal castigo tiene muchas ventajas para la organización defensiva que lo utiliza. Es simple: se aplica fácil y económicamente; no implica, teóricamente, ninguno de los elementos de la fuerza física; y, sobre todo, no es en sí mismo un acto invasivo. ¿Qué método más ideal para corregir las tendencias erróneas y las actividades antisociales de nuestros semejantes podría concebirse?
Dado que el boicot es una asociación puramente voluntaria para fines no invasivos, y dado que es a la vez un arma claramente libertaria y el ejemplo más perfecto de resistencia pasiva, es eminentemente, cuando es necesario, una parte del programa mutualista.
En debates como este, en los que la ética se mezcla con la política, la palabra «derechos» se usa a menudo de manera vaga y flexible. Fundamentalmente y elementalmente, por supuesto, solo hay un derecho: el derecho de la fuerza. Hablar de derechos «naturales» y derechos «inalienables» es hablar de algo que no existe.
Hablar de derechos naturales implica que existe un derecho incuestionable o indiscutible de algún tipo que es inherente al individuo cuando nace. Si eso fuera realmente cierto, entonces el derecho de la fuerza no podría operar en su contra. Para que el derecho de la fuerza no pueda funcionar de esa manera, el derecho inherente, natural o inenajenable tendría que ser de tal naturaleza que ninguna fuerza pudiera vencerlo.
El simple hecho de exponer el caso de esa manera es suficiente para mostrar el sinsentido de la noción de que puede haber algo superior al derecho de la fuerza; a menos que haya un significado metafísico unido a esos tres adjetivos que la mente finita no pueda comprender. La verdad verdadera del asunto es que, dado que no existe un derecho superior al de la fuerza, todos los demás derechos, de cualquier naturaleza, existen solo por mutua tolerancia: en otras palabras, por contrato o acuerdo. Por ciertas consideraciones (como el deseo de paz y tranquilidad y otras cosas que hacen la felicidad) los más fuertes han acordado ceder, en ciertos campos, su prerrogativa; han consentido renunciar a los privilegios que les asegura su fuerza, y de ahí surgen los elementos de la sociedad moderna.
Debe enfatizarse que el término «sociedad», como se usa aquí, se refiere a ese organismo social que, en su sentido abstracto, implica la unión o suma de relaciones por las cuales los individuos de cualquier grupo están asociados, y no a esa organización política. conocido como «gobierno» o «Estado».
La diferencia entre los dos es fundamental y vital y, si no se distingue claramente en la mente del alumno, se producirá una seria confusión de pensamiento. Todos los Estados y gobiernos políticos se basan en la fuerza física y, como se explica en el Capítulo I, son necesariamente de carácter agresivo e invasivo. Teniendo en cuenta su origen y funciones, deben ser de esa naturaleza para poder sobrevivir.
La sociedad, por otro lado, no tiene tal origen y no tiene tales fundamentos. Fuera de él puede emitirse y adaptarse a cualquier organización política que, en el curso de la evolución, pueda surgir. Y tales instituciones políticas pueden estar perfectamente libres del elemento de coerción, a excepción de la protección [de la vida, la libertad y la propiedad producto del trabajo], y por lo tanto pueden ser una antítesis real del estado actual.
La sociedad, como se define así, está constituida por una miríada de pactos, tanto expresos como implícitos, que se supone que permiten a todos, independientemente de su fuerza individual, vivir en paz y armonía, ya que todos reconocen, más o menos claramente, que es una condición necesaria de la felicidad. Y así, los mutualistas, ya que son muy conscientes de esta condición fundamental, se preocupan por lo que consideran la mejor adaptación de los medios para el fin.
Aceptando con franqueza el concepto ético descrito anteriormente, [los mutualistas] sostienen que han ideado un sistema social que se ajustará de la mejor manera posible a todas las condiciones de la vida moderna, ya que se basa en la igual libertad, la reciprocidad y la soberanía del individuo sobre sí mismo, sus asuntos y sobre el producto de su trabajo, a realizarse a través de la iniciativa individual, el contrato libre y la asociación voluntaria.
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Clarence Lee Swartz, «La practicabilidad del mutualismo», The Mutualist 5 no. 8 (1 de diciembre de 1926): 1–3; 6 no. 1 (enero – febrero de 1927): 1–6.
En la tónica del último post, mejor que la FAQ se quede así en formato web y se pueda leer sin necesidad de descargar nada. Será actualizada correspondientemente tras cualquier aporte, crítica o sugerencia, sea a mi correo jesusomarguevararivas (arroba) gmail (punto) com; sea en los comentarios o sea donde sea:
v 1.1. Se actualiza la sección de ¿Son anarquistas… etc.? al explicar la no-oposición a las autoridades no-coactivas o no-violentas; y la sección ¿Qué opinan del feminismo… etc.? para aclarar nuestras preocupaciones sobre el trabajo infantil. Se añade en la sección de ¿Cuáles son sus principios? una consideración acerca del mutualismo como principio ético. (23/01/2020)
v 1.2. Se complementan mínimamente algunos comentarios sobre la teoría laboral del valor y sobre la explotación de los trabajadores en la sección ¿Se están inventando esto… etc.?, actualizamos las objecciones al comunismo en ¿Son comunistas acaso?, así como el tema de los partidos políticos en ¿Quieren acabar con la democracia?, así como el dilema de las cárceles en ¿Y qué van a hacer con los criminales… etc.? y se añade una nueva sección como pregunta relativa a la defensa de los derechos humanos. (04/02/2020)
v 1.3. Se añade una nueva sección, relacionada con el «utopismo» y la evolución biológica, ¿Esto es anti-natural?, se actualiza la sección de ¿Son revolucionarios… etc.? y unas aclaraciones sobre la «autopropiedad» y su reemplazo por la «soberanía individual». (05/02/2020)
v 1.4. Se ha actualizado la sección de ¿Quieren acabar con la democracia? con unas consideraciones extraídas de Shawn Wilbur respecto a las diferencias entre la «arquía» y la «anarquía» en el ámbito político, así como se actualiza la sección ¿Esto es anti-natural?. (09/02/2020)
v 1.5. Se ha actualizado la sección ¿Son anarquistas… etc.? para puntualizar y definir mejor el tema de las jerarquías en el mutualismo y el funcionamiento del Estado mínimo mutualista federal; se actualiza el tratamiento de los criminales en ¿Y qué van a hacer con los criminales… etc.?; se actualiza la estructura de un ejército mutualista o libertario de voluntarios en ¿Y que van a hacer con la República si no hay fuerzas armadas que la defiendan de enemigos exteriores?; se actualiza la descripción de la democracia libertaria en comunidades libres en la sección ¿Quieren acabar con la democracia?; se agrega un pequeño comentario sobre las actividades lúdicas en ¿Qué opinan del feminismo… etc.?; y se actualiza la sección ¿Quieren acabar con la propiedad? definiendo mejor el asunto de la propiedad de las viviendas en el mutualismo. (18/02/2020)
v. 1.6. Se actualiza ligeramente ¿Qué es el mutualismo? con un pequeño lema señalando los valores más básicos de la ideología; se añade una consideración acerca del capitalismo en ¿Y el libre mercado no genera al capitalismo acaso?; así como se agrega una pequeña aclaratoria del valor de la reciprocidad en ¿Cuáles son sus principios? y de la ocupación de viviendas y hoteles en ¿Quieren acabar con la propiedad? (19/02/2020)
v. 1.7. Se añaden nuevas preguntas que tienen que ver con la moralidad o inmoralidad de la acumulación de capital; y se actualiza ¿Qué opinan del feminismo… etc.? para matizar y aclarar una posición mutualista sobre el aborto; además de actualizar la sección ¿Porqué tanto interés con las cooperativas? con un funcionamiento (anormal) de cooperativas bajo un entorno estatista; y se complementa el comentario sobre servicios de ley no-estatal en ¿Quieren acabar con las leyes? así como se da una definición de «capitalismo» según el análisis mutualista en ¿Porqué quieren reemplazar al capitalismo? (20/02/2020)
v. 1.8. Se añade una nueva pregunta respecto a la libre competencia. (24/02/2020)
v. 1.9. Se añaden conceptos básicos de economía para complementar la explicación de ¿Porqué quieren reemplazar al capitalismo? (27/02/2020)
v. 1.10. Se actualizan algunos detalles menores, sobre todo viendo los riesgos de una política utópica. (21/05/2020)
v. 1.11. Se corrige un posible error de interpretación respecto a la revolución económica en ¿Son revolucionarios..? (04/06/2020)
Cada pregunta de esta FAQ se puede leer de manera autónoma, lo que explica que en varias respuestas se puedan repetir ciertas explicaciones con los solos propósitos de mayor claridad en la exposición; aunque originalmente la FAQ haya sido diseñada para leerse de manera continua. Pido disculpas por adelantado a mis lectores ante cualquier molestia…
UNA FAQ MUTUALISTA
hecha por alguien demasiado ocupado o distraído como para hacer un libro
Versión 1.11 (04 de junio de 2020)
por Jesús Guevara-Rivas, solamente los derechos morales reservados. 🙂
¿FAQ?
Son las siglas de Frequent Asked Questions en inglés, o “Preguntas más frecuentes” en español. Es una lista de preguntas más frecuentes respecto a un servicio, tema o, en este caso, una ideología, así que esto es lo que vas a encontrar. 🙂
¿Qué es el mutualismo?
Es antes que nada una ideología económica y política que promueve dos cosas principalmente:
-El reemplazo de la economía capitalista por una economía monetaria y de mercado liberado (o auténtico libre mercado) basada en una banca mutua y libre, en la propiedad usufructuaria de las tierras, en organizaciones voluntarias, en autónomos, en empresas bajo control de sus trabajadores y demás formas económicas de organización horizontal y no-jerárquica.
-La disolución del Estado hasta su desaparición completa o, cuanto menos, su limitación a meras funciones de iniciativa y coordinación socioeconómica; todo bajo una organización democrática y federal de abajo hacia arriba, empezando por el individuo, considerado igualmente libre que los demás.
Si tenemos que resumir esto en dos platos sería: libre banca, libre tierra, libre comercio.
En manera de lema sería: libertad, igualdad, reciprocidad.
Su principal ideólogo aunque no el único fue el filósofo francés Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), con importantes antecedentes en los tempranos movimientos obreros de 1810-1820, los socialistas ricardianos y los individualistas estadounidenses.
¿Porqué quieren reemplazar al capitalismo?
Porque bajo nuestro análisis el sistema capitalista priva de verdadera libertad a todas las personas, especialmente a los trabajadores, productores de la riqueza de la sociedad.
Recordamos que, según todo libro de economía estándar, los bienes de capital o capital a secas, son medios de producción producidos, o sea que no son ni productos de partida (como el trabajo de las personas o la tierra -materia prima-) ni bienes producidos para el consumo o bienes finales como una chaqueta o una hogaza de pan. Son bienes que sirven para producir otros bienes.
Esto a diferencia de los bienes de todo tipo que ofrece la naturaleza para ser aprovechados económicamente, que pueden ser resumidos como la tierra, o los bienes de la tierra, la materia prima.
El otro factor de producción, aparte de la tierra y el capital es el trabajo. La fuerza de trabajo de las personas, sea trabajo manual o intelectual, gerencia, estrategia y diseño de planes así como creación artística o tecnológica, sea picar piedras, cosechar plantas, arar tierra, clavar clavos; así como la fuerza que mueve el comercio por tierra, aire y mar.
Una economía productiva es aquella que integra de manera más eficiente estos tres factores de producción para la satisfacción de las necesidades humanas; entendiendo a la economía como el reino de la escasez, donde prácticamente todos los bienes que necesitamos son escasos y por ello pueden ser sujetos de comercio e intercambio, y es natural que existan los conflictos redistributivos, a quien le corresponde qué y cuanto. El capital lógicamente es producto de la aplicación del trabajo para transformar bienes naturales (tierra).
Decimos entonces que los trabajadores son los verdaderos creadores de la riqueza, entendiendo la riqueza como el valor total de todos los bienes de una economía, incluyendo el capital y el trabajo, incluyendo los bienes comerciados e intercambiados que circulan en las economías. Sin trabajo el capital languidece, se pudre, se deshace, se deshilacha, se oxida o simplemente es inútil. Sin capital, el trabajo puede producir riqueza pero de muy poco valor productivo al despilfarrarse la fuerza de trabajo.
Como ejemplo de esta relación complementaria entre capital y trabajo tenemos por un lado un pescador que quiere pescar peces con sus manos desnudas. Caso distinto al de otro pescador que pesca con una red (un bien de capital); siendo su rendimiento de su trabajo muy superior (o sea, su productividad) al que intenta agarrar peces con la mano. Y a esta red hay que mantenerla o al rato habrá que hacer una nueva en caso de que se desgaste.
Si obtienes riqueza sin trabajarla, o sin ser producto del ahorro, o del intercambio, o de un regalo, o de un robo a mano armada, el origen de esta riqueza entonces debe explicarse; y la percepción de rentas, intereses y beneficios cae bajo esta categoría. Para nosotros los mutualistas hay entonces un sistema que permite que buena parte de estas rentas, intereses y beneficios vayan a las manos de unos pocos (lo que explica las abismales diferencias de riqueza y por ello de poder económico dentro de una sociedad y entre sociedades) y este sistema recibe el nombre de capitalismo.
Viendo lo anterior, tenemos que el capitalismo es, entonces, el sistema económico que premia la acumulación de capital o de bienes de capital a base de extraerlo de rentas producto del trabajo asalariado o monopolios artificiales, es decir ganar capital sin trabajarlo sino a expensas del trabajo ajeno.
A recordar: capital =/= capitalismo.
¿Son comunistas acaso?
No. No lo somos. Combatimos al comunismo por pensarlo ineficiente (porque al eliminar los precios y la propiedad por completo eliminas la iniciativa y el progreso económicos) injusto (tratas a todos los demás con igualdad estricta, cosa que es imposible) y antilibertario siempre que sea obligatorio (los sistemas comunistas históricamente existentes tienen un incentivo muy grande para ahogar la expresión y libertad individual en nombre de la comunidad). Citamos al mismo P-J Proudhon en Introducir la Ciencia en la Moral (1863):
«La comunidad [léase «comunismo»] es desigualdad, pero en sentido inverso al de la propiedad [léase «capitalismo»]. La propiedad es la explotación del débil por el fuerte; la comunidad es la explotación del fuerte por el débil. En la propiedad, la desigualdad de condiciones resulta de la fuerza, bajo cualquiera de los nombres con que se disfrace: fuerza física o intelectual; o fuerza de los acontecimientos, azar, suerte; fuerza de la propiedad adquirida, etc. En la comunidad, la desigualdad consiste en glorificar la mediocridad del talento y del trabajo, igualándolos con la fuerza bruta. Esta ecuación injuriosa hace que la conciencia se rebele y le niegue todo mérito, puesto que, si puede constituir un deber para el fuerte ayudar al débil, debe serlo por generosidad, y aquél jamás aceptará compararse con éste. Que sean iguales en las condiciones de trabajo y en salario, pero que jamás aparezcan celos que los hagan sospechar recíprocamente de infidelidad a la causa común.
La comunidad es opresión y servilismo. El hombre se somete voluntariamente a la ley del deber, a servir a su patria, a comprometerse con sus amigos, pero él quiere trabajar en lo que quiera, cuando quiera y tanto como quiera; desea ser dueño de su tiempo, obedecer solamente a la necesidad, elegir a sus amigos, sus diversiones, sus disciplinas; obedecer razones y no órdenes, sacrificarse por voluntad propia y no por obligación servil. La comunidad es esencialmente contraria al libre ejercicio de nuestras facultades, a nuestras más nobles tendencias, a nuestros sentimientos más íntimos: todo lo que podamos imaginar para conciliarla con las exigencias de la razón individual y de la voluntad no sería más que cambiarle de nombre y mantener un mismo orden de cosas, de manera que, si buscamos la verdad de buena fe, debemos saber evitar las discusiones sobre simples palabras.
La comunidad viola la autonomía de la conciencia y la igualdad: a la primera, comprimiéndole la espontaneidad del espíritu y del corazón, y el libre arbitrio en la acción y el pensamiento; a la segunda, recompensando igualmente el trabajo y la pereza, el talento y la estupidez, el vicio y la virtud. Si la propiedad no sirve porque implica una voluntad general de acumular, la comunidad tampoco porque pronto implicará una voluntad general de holgazanear.»
Ahora, si la gente quiere formar voluntariamente una comuna sin obligar a nadie a formar parte de ella, nos parece válido y legítimo. Preferimos practicar un libre mercado anticapitalista.
¿Y porqué el capitalismo quita libertad? ¿No era lo contrario? ¿Como puede existir un modelo de “libre mercado anticapitalista”?
Usamos el término “capitalismo” tal como se usaba originalmente cuando se creó a mediados del S.XIX, que quiere decir un sistema socioeconómico en donde los dueños del capital tienen el poder de extraer dicho capital del trabajo de sus asalariados, dándole a dichos asalariados solamente una parte del fruto de su trabajo en forma de salario. Y esto es injusto porque es un robo del producto del trabajador, y además es jerárquico (el capitalista o patrono manda y los asalariados obedecen, por más que haya un contrato voluntario entre las partes) y es fácil que las jerarquías degeneren en autoritarismo y opresión; es justamente la jerarquía la que permite esta explotación.
Hoy “capitalismo” quiere decir en la mente de los muchos un sistema socioeconómico basado en la propiedad privada, especialmente la de los medios de producción/capital, y el libre mercado. Nosotros diferenciamos el capitalismo del libre mercado, y algunos usamos la frase “mercado liberado” para ser más exactos y que no se nos confunda.
Para nosotros la diferencia entre bienes producidos y capital o medios de producción es arbitraria. Tan capital/medio de producción puede ser una laptop/computadora portátil como es un bien producido. Las mismas reglas económicas que gobiernan el uso del capital gobiernan a los bienes producidos. Por lo cual nuestra definición de “capitalismo” incluye necesariamente la presencia de la jerarquía empresarial y la de múltiples monopolios que permiten justamente esa extracción de capital de los trabajadores. Eso quiere decir también que, en potencia, los trabajadores al producir bienes producidos/capital, también puedan adquirir dichos medios de producción/capital y romper con esa jerarquía a la par de acabar con la explotación.
El capitalismo y el comunismo, ambos introducen elementos de desigualdad que impiden el auténtico goce de la libertad; uno por asegurar la propiedad absoluta y el dominio absoluto de los capitalistas sobre sus empresas, otro por hacer eso mismo pero con el Estado, despojando a todos los demás de sus legítimas propiedades.
Para Proudhon, la libertad económica (al contrario de muchos libertarianos vulgares de hoy) no es solamente libre consentimiento, sino además igualdad en el intercambio respaldado por una voluntad auténticamente libre de temores y errores (y por ende, con las condiciones materiales y circunstanciales necesarias para no ser dominado, perjudicado o engañado):
«Es libre el hombre que está en el uso de su corazón y de sus facultades, que no obra cegado por la pasión ni obligado o impedido por el miedo ni arrastrado por el error. Hay, pues, en todo cambio obligación moral de que ninguno de los contratantes se beneficie en perjuicio del otro. El comercio, para ser legítimo y verdadero, debe estar exento de toda desigualdad; ésta es la primera condición del comercio. La segunda es que sea voluntario, es decir, que las partes transijan con libertad y pleno conocimiento. Por tanto defino el comercio o el cambio diciendo que es un acto de sociedad.
El negro que vende su mujer por un cuchillo, sus hijos por unos pedazos de vidrio, aún su propia persona por una botella de aguardiente, no es libre. El tratante de carne humana que con que él comercia, no es su asociado, sino su enemigo. El obrero civilizado que vende su energía muscular por un trozo de pan; que edifica un palacio para dormir él en una buhardilla; que fabrica las telas más preciadas para ir vestido de harapos; que produce de todo para no disfrutar de nada, no es libre. El amo para quien trabaja, no siendo su asociado por el cambio de salarios y de servicios que entre ellos se realiza, es su enemigo.
El soldado que sirve a su patria por temor, en lugar de seguirla por amor, no es libre. Sus camaradas y sus jefes, ministros u órganos de la justicia militar, son todos sus enemigos. El labriego que trabaja en arriendo las tierras; el industrial que recibe un préstamo usurario; el contribuyente que paga impuestos, gabelas, patentes, etc., y el diputado que las vota, carecen del conocimiento y de la libertad de sus actos. Sus enemigos son los propietarios, los capitalistas, el Estado.
Devolved a los hombres la libertad, iluminad su inteligencia a fin de que conozca el alcance de sus contratos, y veréis la más perfecta igualdad inspirando sus cambios, sin consideración alguna a la superioridad de talentos.»
P-J Proudhon (1840)
A la vez, para Proudhon, la libertad tiene doble propósito, de organización social y de utilidad económica; siendo su sustrato moral en la necesidad, o lo que podríamos llamar hoy, las necesidades naturales propias de los humanos como organismos biológicos.
La libertad es la igualdad, porque la libertad sólo existe en el estado social, y fuera de la igualdad no puede haber sociedad. La libertad es la anarquía (forma de gobierno sin soberanos ni amos), porque no consiente el imperio de la voluntad, sino sólo la autoridad de la ley, es decir, de la necesidad. La libertad afirma la independencia en términos de infinita variedad, porque respeta todas las voluntades dentro de los límites de la ley. La libertad es la proporcionalidad, porque ofrece plena latitud a la ambición del mérito y a la emulación de la gloria.
(…)
La sociabilidad en el hombre, convirtiéndose en justicia por la reflexión, en equidad por la mutua dependencia de las capacidades, teniendo por fórmula la libertad, es el verdadero fundamento de la moral, el principio y la regla de todas nuestras acciones. Es el móvil universal que la filosofía busca, que la religión corrobora, que el egoísmo suplanta, que la razón pura no puede suplir jamás. El deber y el derecho tienen su única fuente en la necesidad, la cual, según se considere en relación con los seres exteriores, es derecho y en relación con nosotros mismos es deber.
Es una necesidad comer y dormir; tenemos un derecho a procurarnos las cosas necesarias al sueño y al sustento; es en nosotros u deber usar de ellas cuando la Naturaleza lo exige.
(…)
Es una necesidad trabajar para vivir; es un derecho y un deber.
Es una necesidad cambiar unos productos por otros: no hay derecho a exigir que este cambio sea de valores iguales, y puesto que consumimos antes de producir, es en nosotros un deber, en cuanto nosotros dependa, producir con la misma constancia que consumimos. El suicidio es una quiebra fraudulenta.
Es una necesidad realizar nuestro trabajo según las luces de nuestra razón; es un derecho mantener nuestro libre albedrío;
(…)
La libertad favorece la emulación, lejos de destruirla. En la igualdad social, la emulación consiste en trabajar, en desenvolverse en condiciones iguales. Su rcompensa está en si misma; el éxito ajeno a nadie perjudicará.
(…)
La libertad es esencialmente organizadora. Para asegurar la igualdad entre los hombres, el equilibrio entre las naciones, es preciso que la agricultura y la industria, los centros de instrucción, de comercio y de negocios, se distribuyan, según las condiciones geográficas de cada país, la clase de sus productos, el carácter y las aptitudes naturales de sus habitantes, etcétera, en proporciones tan justas, tan sabias, tan bien combinadas, que en ninguna parte haya exceso ni falta de población, de consumo y de producción. Éste es el principio de la ciencia del derecho público y del derecho privado, la verdadera economía política.»
P-J Proudhon (1840)
Por pensar que el libre mercado o mercado liberado es la mejor forma para alcanzar estos bienes, en oposición a la autoridad y las jerarquías injustas a nivel social, es que nos consideramos libertarios. Y por querer cambiar el capitalismo por una sociedad más justa en términos económicos es que nos consideramos socialistas. Al mismo tiempo.
¿Son socialistas? ¿Van a confiscar mis bienes? ¿No es que el socialismo no sirve?
No vamos a quitarle la propiedad a nadie. Somos socialistas porque entendemos el socialismo como un sistema en el cual los productores de la riqueza reciben íntegramente el producto de su esfuerzo y este no es desviado gracias a monopolios y privilegios a los bolsillos de los capitalistas, y para ello la libertad absoluta de mercados, el apoyo mutuo/recíproco y la libre organización horizontal económica y social son medios necesarios para lograrlo.
Queremos decir con una “sociedad socialista” una sociedad en la que los trabajadores gocen íntegramente del fruto de su trabajo y por ello sean propietarios, no que el Estado sea el único propietario (que sería el “socialismo realmente existente” según János Kornái, o un mero capitalismo de Estado bajo nuestro análisis) y reparta a su discreción los frutos del trabajo de sus hormigas obreras, o que hayan pocos propietarios privados con poderes desiguales al resto de propietarios (como pasa en las economías capitalistas actuales) robándoles el fruto de su trabajo.
«Quien dice socialismo en el buen y verdadero sentido de la palabra, dice naturalmente libertad del comercio y de la industria, mutualidad del seguro, reciprocidad del crédito, del impuesto, equilibrio y seguridad de las fortunas, participación del obrero en los destinos de las empresas, inviolabilidad de la familia en la transmisión hereditaria.»
P-J Proudhon, (1863)
El socialismo que no sirve es el socialismo de Estado. 🙂 😛
Eso porque estos socialismos eliminan los mercados y el sistema de precios intentándolos reemplazar por la planificación imperativa de la economía y el dominio de las empresas y de la propiedad estatal, acabando con la posibilidad de un cálculo económico racional que permita el desarrollo de una economía eficiente. Ojo, el socialismo de Estado no es estrictamente imposible (a la vista están Cuba, Venezuela, la URSS y la RDA): solamente se ve que los socialismos de Estado son altamente ineficientes económicamente y por ello generan una calidad de vida más o menos desgraciada con colas, apagones y hambre, junto a la burocracia, propaganda, tortura y represión política…
Kornái describió justamente a los socialismos de Estado como “economías de penuria” y es porque la planificación económica central al divorciar el conocimiento de la toma de decisiones económicas por la falta de un indicador que atestigüe la escasez o abundancia relativa de bienes para ser invertidos, consumidos o ahorrados al resto de los agentes económicos (y ese indicador son los precios dados por la oferta y la demanda) pues hace que se derrochen recursos por un lado y escaseen recursos por otro, con toda la descoordinación que eso conlleva y los trastornos económicos derivados. La planificación central es idiota, en una sola palabra.
Asumimos que nuestra definición de socialismo no es la común, puede que a muchos les extrañe o hasta les desagrade legítimamente, pero nosotros ponemos todas nuestras cartas sobre la mesa sin marcarlas a fin de que se nos juzgue y por eso cuidamos de tener todas nuestras definiciones claras antes de cualquier juicio o prejuicio.
Con la definición de capitalismo pasa algo parecido. Liberales clásicos y radicales (como los anarcocapitalistas) pueden objetar o concluir que lo que los mutualistas llamamos «capitalismo» es en realidad lo que ellos llaman «capitalismo de amigotes»/»crony-capitalism». No tenemos problema con ello.
Por otro lado, nuestras definiciones de propiedad están íntimamente relacionadas con un mercado liberado o un libre mercado auténtico (en inglés “freed market”) que es un poco distinto de las nociones más usuales del libre mercado.
¿”Mercado liberado”? ¿Porqué no “libre mercado” y ya?
Porque consideramos que en las economías capitalistas actuales el mercado (que no es más que un medio de intercambio de bienes, productos y servicios basado en la oferta y demanda de esos mismos bienes, productos y servicios) dista mucho de ser verdaderamente libre, y que en realidad está pervertido por la presencia del Estado y de sus regulaciones para beneficiar (de forma abierta o solapada) a las clases económicas y políticas dominantes de las naciones, así como al sector militar y policial que termina por defender a estas primeras clases, y a los sectores intelectuales y de comunicación que viven legitimando la necesidad del Estado y de la economía existentes.
Nuestro análisis de clases estándar no es el marxista (centrado en Capitalistas contra los Obreros industriales urbanos) ni es tampoco estrictamente materialista. Pierre-Joseph Proudhon era un ideo-materialista dialéctico y equilibrista, o dicho en cristiano, alguien que analiza los conflictos sociales en términos tanto de realidades económicas y materiales como culturales e ideológicas, que buscó el equilibrio dinámico y contínuo de opuestos contradictorios siempre en búsqueda de un mayor progreso, en lugar de una imposible síntesis final (como Marx y su comunismo como etapa final y definitiva de la historia). Aquí podemos pensar que yace la desconfianza de Proudhon en revoluciones violentas, el equivalente de una antítesis revolucionaria barriendo de cuajo a la tesis corriente… ¡porque tal imposición es imposible! Sólo queda el equilibrio, la aproximación, la armonía entre dos realidades o dos principios contradictorios. «La propiedad es un robo» pero igualmente «la propiedad es libertad», etc.
Tampoco pensamos que el mutualismo sea “el fin de la historia”, preferimos que la nueva sociedad orgánicamente nos lo diga en el fragor del día a día. Muy probablemente los mercados liberados tendrán similitudes con los actuales mercados semi-libres pero también grandes diferencias debido a, entre otras cosas, que las personas y asociaciones estarán comerciando en pie de igualdad, los salarios recibirán el producto completo y los bienes, servicios y productos tendrán un precio cercano o igual a su coste, etc.
P-J Proudhon y los mutualistas siguientes oponen a las clases productivas (y aquí incluimos pequeños y medianos comerciantes, obreros, intelectuales independientes, gerentes pequeños, artesanos, emprendedores etc.) contra las clases parásitas (la clase política profesional, los grandes capitalistas usureros y rentistas, y los terratenientes, junto a los intelectuales al servicio del Estado y del sistema capitalista). La cercanía material o intelectual al Estado y a la ganancia de gran capital te hace más cercano a una u otra… El Estado en sí puede verse como una clase social en sí misma, aparte de la misma sociedad productiva… Y tampoco queremos matarlos a todos, simplemente sostenemos que la lucha por la libertad plena es tanto material (contra la pobreza, la esclavitud, la desigualdad, la unilateralidad y la autoridad) como ideal (contra las culturas e ideologías que generan y normalizan la pobreza, esclavitud, desigualdad, unilateralidad y autoridad) y que en ausencia del Estado y el capitalismo, el mercado liberado marchitará la importancia de estos señores gracias a la libre competencia universal.
Proudhon también pensaba que una alianza entre las clases burguesa (la llamada clase media por el mismo Proudhon) y trabajadora era necesaria para hacer realidad el mutualismo. Este detalle le resultaba particularmente molesto a Karl Marx y su insistencia de la revolución socialista por y para la clase obrera.
¿Y el libre mercado no genera al capitalismo acaso?
Dicho de manera sencilla y corta, no.
El capitalismo es el sistema que premia a los dueños de capital y les hace más fácil la acumulación del mismo a través de esa dichosa explotación que mencionamos anteriormente.
El mercado es el hecho social por el cual las personas (inclusive los capitalistas de hoy) intercambian bienes (materia prima, bienes de consumo o bienes de capital, y el mismo trabajo), productos y servicios entre sí.
Se le llama libre mercado al mercado en donde estas personas operan dicho intercambio sin la presencia de monopolios, escaseces artificiales ni privilegios, haciendo que los precios de estos bienes se formen por el consentimiento de sus ofertantes y demandantes; y normalmente quien interviene como tercero para generar controles de precios, monopolios, privilegios o escasez es el Estado (aunque puedan hacerlo los privados también, y el remedio para ello debe ser el boicot y la libre información). Así que capitalismo y libre mercado son dos cosas distintas. Interrelacionadas en el mundo actual, pero distintas.
En un mercado liberado o auténticamente libre no puede haber capitalismo según nuestra definición.
Para los mutualistas el mercado es más bien una cuestión secundaria, aunque pueda sonar contradictorio… Esto es porque la raíz ética del mutualismo es la reciprocidad entre iguales sin ser dominados ni sufrir dominación. El anticapitalismo mutualista se centra en la crítica del droit d’aubaine (siguiendo a Proudhon y sus escritos en francés) que podemos traducir como «derecho de acumulación [de capital]» o en algunas traducciones españolas como «derecho de albarranía» o «derecho de aubana»; implícito en la propiedad capitalista originada por los diversos privilegios legales y estatales existentes, y que les permite a los capitalistas amasar enormes fortunas en base al producto del trabajo colectivo robado a los trabajadores en las empresas de este estilo; generando al final un entorno económico injusto. Aquí el mercado asume un rol de liberación pero solamente después de haber considerado la crítica anti-capitalista proudhoniana previa y no por sí solo o de manera mágica.
Por eso se puede definir también al mutualismo como un tipo de anarquismo que no excluye a priori ciertas formas de mercado en ciertas partes de la economía, a diferencia del resto de anarquismos que desconfían de la economía de mercado por una serie de razones (el anarcocapitalismo, en general, no es reconocido como un tipo de anarquismo por los anarquistas de tradición más colectivista).
¿Y porqué consideran que el mercado está “pervertido” por el Estado?
Porque el Estado sirve como institución protectora de estas clases económicas y políticas dominantes a través del mantenimiento de (a lo menos) cinco monopolios:
-Monopolio del dinero. Encarece y eleva artificialmente las tasas de interés y los alquileres. No cualquiera puede entrar en el negocio bancario y no cualquiera puede emitir moneda, solamente un Banco Central o pocos bancos controlados por el Estado, con una tasa de interés regulada directa o indirectamente por el Estado.
-Monopolio de los aranceles.Limita la competencia con el exterior y los altos aranceles incentivan la generación de industrias ineficientes en el interior del país.
-Monopolio de la tierra. Concentra los predios en manos de pocas personas, fomentando su infraexplotación y su acaparamiento.
-Monopolio de las patentes.Termina aumentando desmesuradamente los costes gracias a prácticas abusadoras y en determinados casos puede generar monopolios que limitan la creatividad y encarecen los precios de los productos.
-Monopolio del transporte. Subsidia a las grandes empresas y sus artificiales economías de escala con energía más barata de lo que debe ser, además de puertos, aeropuertos y carreteras más baratas de lo que deben ser.
Sabemos que la libertad de mercados lleva aparejada libre competencia. Como mutualistas reconocemos plenamente el poder de los mercados libres para nivelar los sueldos, las ganancias y el interés hacia un precio natural.
La libre competencia junto a la libertad de oferta y de demanda presionan los precios de los bienes de consumo, las ganancias comerciales, las tasas de interés y los rendimientos del capital hacia la baja. En el caso de los salarios (siendo el salario el precio del trabajo) estos debieran subir siempre que haya competencia entre los empleadores por los pocos empleados que haya. Los salarios bajan en la situación contraria (habiendo pocos empleadores y muchos empleados).
Por el contrario, un monopolio es la posición dominante que tiene un ofertante de un bien, de tal forma que sea el único que oferte un bien económico (o “monopsonio” en el caso de los únicos demandantes). Gracias a esto, el monopolista puede fijar el precio que quiera, dado que siempre le van a comprar sus bienes, ya que es el único vendedor (o siempre va a comprar dado que es el único demandante en el caso del monopsonio). Y esto suele generar la más de las veces comportamientos antieconómicos como precios absurdamente altos a voluntad del monopolista, y a su vez causa la pérdida en la calidad del servicio y de los bienes ofertados.
Una situación en donde esto ocurre no de forma total (porque casi es imposible) pero sí de forma parcial, se llama u “oligopolio” (“oligopsonio” en el caso de pocos compradores) o situación de pocos vendedores de bienes. Es en donde hay pocos ofertantes de bienes económicos y los oligopolistas se comportan de manera muy similar a un monopolio de hecho.
El Estado, básicamente, termina convirtiendo la economía en un gran oligopolio a favor de ciertas clases políticas y económicas gracias a la intervención estatal, dejando un resto de “libertad” y migajas para el resto en forma de nichos de libertad económica, y algunas acciones para mitigar los efectos graves del capitalismo (como las prestaciones sociales, subsidios para desempleo, sanidad y educación públicas, etc.); y de allí la preeminencia de altos beneficios para los dueños del capital, las tierras infrautilizadas en lo que se suele llamar “latifundio”, las industrias protegidas del mundo exterior gracias a altos aranceles, los subsidios agrícolas o del transporte industrial como el subsidio a las gasolinas que benefician a estas industrias, la presencia masiva del trabajo asalariado que permite la explotación, altos precios en medicamentos y libros por detalles de la “propiedad” intelectual que incentivan ganancias injustas, la inversión de los capitalistas en economía especulativa como la bursátil u otras inversiones más o menos irresponsables de ganancia y pérdida muy fácil (con todos los riesgos de crisis económicas que ello genera) etc. Cosa harto fácil porque estas mismas clases ocupan y colonizan al Estado y se legitiman a sí mismas. Se pagan y se dan el vuelto.
En la jerga de Daron Acemoglu en Why Nations Fail?, para nosotros el Estado-nación y la corporación moderna son las grandes instituciones extractivas de nuestra era, y queremos disolverlas para que, mediante la lógica de las instituciones inclusivas, el poder político y económico esté descentralizado y repartido lo más ampliamente posible en la población. Más cuando el Estado chino comunista (y algunas democracias liberales) anda jugando con cacharros de vigilancia pública con cámaras y sistemas de “crédito social” en una suerte de distopía contemporánea ayudada por la tecnología y la centralización estatal… Eso último es algo que definitivamente no queremos.
Aunque reconocemos que hay dominaciones más suaves que otras, que son hasta preferibles ciertos regímenes estatales que otros, que la lógica del mercado exista aún en el capitalismo (y en los mercados negros de los regímenes socialistas de Estado) pero de manera pervertida, parcial o sesgada, y que el Estado tiene como principal función pegarle a su población con su bate, sea el del Rey o del Pueblo soberano, en nombre del interés general si no obedecen sus órdenes; tampoco vamos a conformarnos con que nos golpeen con el “bate del Pueblo” solamente porque está acolchado con gomaespuma y ya; parafraseando a Mijaíl Bakunin y su famosa frase. Mejor no queremos dominación alguna ni recibir golpes, gracias.
¿Se están inventando esto o tienen una base para decir eso de los monopolios?
No consideramos que es un invento. Es una deducción sacada de los principales postulados de los economistas clásicos, solamente que nosotros les damos la vuelta y los apuntamos hacia las grandes corporaciones y las estructuras jerárquicas que viven del Estado, y al Estado mismo. Todo ello tiene que ver con la base de (cualquier) doctrina económica que es la teoría del valor o la explicación del porqué los bienes, servicios y productos valen lo que cuestan.
El mutualismo clásico sostiene, al igual que lo hace Adam Smith, que el valor a largo plazo de los bienes, productos y servicios intercambiados, proviene del trabajo que las personas aplican para hacer esos mismos bienes, productos y servicios (esto es la Teoría Laboral del Valor). A corto plazo ese valor se explica a través de la oferta y la demanda entre quien compra y quien vende esos mismos bienes, productos y servicios.
La presencia masiva del trabajo asalariado es algo propio del capitalismo ya que posibilita la famosa explotación, dado que los trabajadores en este sistema no venden el producto de su trabajo (como puede ser alguien vendiendo una silla que hizo en una tarde de bricolaje) sino su fuerza de trabajo (la capacidad y fuerza que tiene ese alguien para hacer sillas) a un determinado precio (y a ese precio lo llamamos «salario»); pero los mutualistas entendemos la explotación de manera un poco distinta a los marxistas…
La explotación aparece en cuanto el trabajador termina de producir bienes en una empresa pero solamente es recompensado con una parte de la ganancia, mientras que el empresario o dueño del capital se queda con otra parte (este es el denominado plusvalor o plusvalía) sin haber trabajado, y esa explotación vista de forma individual la consideramos robo e injusticia (aunque podría aminorarse mediante negociación entre capitalistas y trabajadores, y es lo que explica la aparición de las leyes sociales en el S.XX en la mayoría de los Estados democráticos).
La explotación se vuelve algo más grave cuando sumamos la fuerza de todos los trabajadores en la empresa, y esto ya es algo que puede cuestionar la legitimidad de la propiedad del capital de la empresa bajo manos privadas, bajo nuestro punto de vista.
Esta lectura es común a todos los socialismos, desde el marxismo (que propone expropiar a todo el mundo mediante una revolución violenta para socializar el capital mediante planificación central y acabar con la burguesía -o dueños del capital-) hasta la socialdemocracia (que propone a través de impuestos elevados y nacionalizaciones hechas por un gobierno liberal-democrático en donde mande un partido socialdemócrata, el repartir parte de este capital en la población trabajadora a través de servicios gratuitos de salud y educación, entre otros, en medio de una economía de mercado).
Ahora, con la explotación pues pasa que la misma presencia de la jerarquía empresarial permite que el patrono o capitalista pueda apropiarse gratuitamente de la fuerza de trabajo de sus trabajadores y empleados, pagándole el salario individual a cada trabajador y quedándose el patrono con el resto, sin tener en cuenta que la unión de las fuerzas de los trabajadores es mucho más productiva de que la acción de un solo individuo, y que, como el salario solo refleja el esfuerzo individual de cada trabajador, ocurre un desbalance entre lo trabajado y lo devengado por el trabajo. En definitiva, el empleador no paga lo equivalente al esfuerzo colectivo por la convergencia de los esfuerzos de los trabajadores. Todo esto ocurre porque el producto colectivo de los esfuerzos de todos los trabajadores es mayor que la mera suma del esfuerzo de los trabajadores, en un claro ejemplo de fenómeno emergente, sistemático; mientras más compleja sea la organización, más grande será este esfuerzo colectivo (y más grande será la tajada a robar por los capitalistas).
Proudhon ejemplifica esta explotación así y su posible solución en El Principio Federativo (1863):
«Doscientos granaderos levantaron sobre su base el obelisco de Luxor en solo unas horas: ¿acaso un sólo hombre lo hubiera logrado en doscientos días? Sin embargo, en las cuentas del capitalista la suma de los salarios es la misma. Pues bien, cultivar un campo desierto, construir una casa, explotar una fábrica, es como levantar ese obelisco, es como cambiar de lugar una montaña»
(…)
«Hay tres opciones: o bien el trabajador tiene participación en las ganancias de lo que produce, además de su salario; o su jefe le rinde un equivalente en servicios productivos, o bien el jefe se compromete a darle trabajo de por vida. Reparto de ganancias, reciprocidad de servicios o garantía de trabajo perpetuo: el capitalista no debería poder escapar de estas opciones.
Pero es evidente que no puede cumplir ni con la segunda ni con la tercera de dichas condiciones. No puede ponerse al servicio de esos miles de obreros que, directa o indirectamente, le han procurado su establecimiento, ni puede tampoco proporcionar trabajo a todos y para siempre. Queda entonces la participación en la propiedad. Pero si la propiedad es repartida, todos estarán en igualdad de condiciones; ya no existirán entonces, los grandes capitalistas ni los grandes terratenientes.»
(…)
«Una fuerza de mil hombres que trabaja durante veinte días se paga igual que la fuerza de uno solo durante cincuenta y cinco años; pero esta fuerza de mil ha hecho en veinte días lo que la fuerza de uno solo no podría realizar aunque trabajara en un millón de siglos: ¿es éste un mercado equitativo? Una vez más: no; aunque hayan pagado por las fuerzas individuales, no han pagado por la fuerza colectiva; por lo tanto, queda siempre un derecho de propiedad colectiva que no se ha pagado y del cual [los capitalistas] se sirven injustamente.»
Esta explotación vista así de forma colectiva la consideramos más grave que la explotación vista de forma individual, y por eso recomendamos encarecidamente el control pacífico de los medios de producción a base de participación en la ganancia de la empresa y su dirección (como solución intermedia o de transición), o directamente horizontalizar y colectivizar la ganancia y participación en las decisiones empresariales en forma de cooperativa.
El recurso a mantener el dinero y la propiedad individual producto del trabajo en el sistema mutualista se deriva más bien conseguir una forma viable de hacerle justicia a los trabajadores al final del proceso productivo a través del balance de los múltiples intereses de las asociaciones (colectivas) y de los trabajadores (individuales), a la vez que consideraciones económicas respecto a la eficiencia de los intercambios en una economía de mercado comparada a una economía de comando centralizada o planificada.
Todo esto implica que, a diferencia de lo que cualquier liberal vulgar pueda repetir que somos unos «resentidos» por creer que la vida y la economía es una suma cero, que si alguien es rico es porque otro es pobre; en realidad la cosa es más complicada y más sutil. La teoría de la explotación mutualista sugiere no solamente que los ultraricos se hacen absurdamente ricos a expensas de otras personas (los trabajadores), sino que esa explotación 1) depende de normas y de instituciones sociales que facilitan esa extracción de riqueza, y 2) que la riqueza se produce de forma, digamos, geométrica.
Todo esto es una diferencia con respecto a la versión marxista de la plusvalía, más economicista; mientras que la versión mutualista del plusvalor es más sociológica e interesada en las relaciones que permiten el desvío de este plusvalor, viendo que el plusvalor para el mutualismo es un producto emergente de una cierta clase de interacciones humanas en el orden económico, independientemente de como expliquemos el origen del valor económico de las cosas, es decir, sea subjetivo u objetivo.
El producto del trabajo dividido socialmente y organizado empresarialmente es muchísimo mayor que la suma de los trabajos individuales de cada trabajador (o sea los trabajos en realidad se complementan y multiplican), por lo que a diferencia de la analogía liberal vulgar (o vulgar-marxista) de la riqueza como una tarta en la que los capitalistas agarran la parte más grande y el resto se queda con pedacitos, la tarta de la riqueza vista por un mutualista en realidad CRECE bastante como si tuviera levadura, haciendo que los capitalistas terminen agarrando una buena parte sin acabar la torta… que de hecho tras cada día y tras cada cierre contable vuelve a crecer como si fuera un cultivo al que cosecharan, volviendo sostenible esta explotación en el tiempo sin que hayan (muchas) protestas; y esto hace que el mundo económico no lo veamos como un enfrentamiento suma-cero (en la que una parte gana y la otra pierde) entre trabajadores y capitalistas, sino como relaciones que oscilan entre la suma-positiva (las dos partes ganan) y la suma-negativa (las dos partes pierden), pero con un desbalance de poder económico a favor de los capitalistas en el capitalismo… siempre que no haya organización de los trabajadores. 🙂
Destacamos que la teoría mutualista del valor basada en la Teoría Laboral del Valor (TLV) es meramente una posición descriptiva en un inicio, no necesariamente normativa (las conclusiones normativas de socialización de los medios de producción colectivos mediante cooperativas vienen tras incorporar consideraciones de justicia que a otras personas les pueden parecer innecesarias o hasta inmorales).
No prescribe cual es esa cantidad de «trabajo igual» que debe intercambiarse por igual trabajo, así como si tuviéramos una regla o tabla de equivalencias o conversiones a la mano, sino que ese intercambio se hace mediante un mercado liberado de monopolios; como tampoco dicta una norma estricta sobre como comerciar, sino que explica la formación de los precios.
Nuestras conclusiones prescriptivas son derivaciones lógicas de esta descripción, impulsadas por nuestro principios de igual libertad, equilibrio y justicia. A algunos les da igual la explotación, otros la confunden como una mera consecuencia inocua del «valor agregado», a nosotros en cambio, no nos da igual. Es decir, la diferencia entre describir o explicar como las cosas son, y entre prescribir o justificar las cosas como deben ser.
El mutualismo clásico originalmente se basaba en la Teoría Laboral del Valor (TLV) tal cual como la establecieron Adam Smith y David Ricardo. Hay neo-mutualistas que postulan una versión actualizada de la TLV (como Kevin Carson) y hay otros que usan la Teoría Subjetiva del Valor (TSV), propia de la revolución marginalista de Stanley Jevons, Leon Walras y Carl Menger, pero que la voltean en contra los apologistas del Estado y las grandes corporaciones.
La TSV dice (distinta a la TLV), que el valor de los bienes, productos y servicios es mejor explicado como algo puramente subjetivo, es decir que es juicio preferente (o percepción subjetiva de un individuo) de quien compra y quien vende dichos bienes para alcanzar sus fines en un contexto y tiempo determinado, mientras que la oferta y la demanda a través del sistema de precios es la que termina concretando estas preferencias de manera que sean visibles para todos.
Al final, el precio de un factor de entrada se basa en la oferta competitiva de los productores que utilizan sus evaluaciones subjetivas en función de lo que creen que el factor vale para ellos, y el peso a su vez subjetivo del trabajo incorporado a la hechura de los productos y servicios (algo heredado de Adam Smith).
Josiah Warren así mismo diferenciaba entre valor y costo, prefigurando en nuestra opinión una suerte de «subjetividad» inmersa dentro de su teoría laboral del valor, diferenciando el costo como la suma del trabajo incorporado para hacer bienes, productos y servicios, a la vez que otros gastos propios de la hechura de bienes, productos y servicios. Mientras que el valor incluía como uno de sus elementos más significativos para su determinación las preferencias, deseos y gustos del consumidor o usuario, y por ende, su subjetividad:
«Un reloj tiene un costo y un valor. El costo consiste en la cantidad de trabajo conferido al mineral o la riqueza natural, en convertirla en metal, el trabajo conferido por los trabajadores en construir el reloj, el desgaste de las herramientas, el alquiler, la leña, seguros, impuestos, escribanía, y varios otros gastos eventuales de su fabricante, junto con el trabajo invertido en su transmisión de él a su vendedor; junto con el trabajo y gastos contingentes del vendedor al dárselo a la persona que lo usa. En algunos de estos departamentos el trabajo es más desagradable, o más perjudicial para la salud que en otros, pero todos estos elementos, o más, constituyen los costos de un reloj. El valor de un reloj bien hecho, depende de las cualidades naturales de los metales o principios de su mecanismo, sobre los usos a los que se aplica, y en el gusto o deseos del comprador. Sería diferente con cada reloj diferente, con cada comprador, y cambiaría todos los días en las manos del mismo comprador, y con cada uso diferente al cual se le aplica.»
J. Warren (1852)
Los mutualistas modernos sostenemos que nuestras conclusiones generales no cambian si usamos una u otra teoría: los beneficios netos producidos por las disparidades entre salario y productividad producto de la utilidad marginal del trabajo como factor de producción no llegan a liquidarse, según nuestro análisis, por la cantidad de barreras de entrada a la competencia existentes actualmente y por la presencia de la jerarquía empresarial (esto es, la plusvalía existe). Barreras en este caso dispuestas por el Estado en beneficio de las grandes empresas (como las leyes que impiden la formación de sindicatos libres) así como regulaciones laborales pesadas y leyes de salario mínimo. Y por ende, sigue habiendo un robo al trabajador en el actual sistema.
Tenemos en cuenta que la TSV no impide conclusiones mutualistas, antes bien las ampara. Dado que el efecto de la competencia universal más la organización democrática de las empresas (lo que incluye la tenencia democrática del capital) abarataría todos los bienes y los acercaría a su coste de producción, dentro del cual se incluyen preferencias temporales, utilidad marginal y demás factores (su rareza o escasez relativa, por ejemplo) cuyo peso en la formación de los precios sería el natural y no uno artificioso fomentado por el Estado y sus monopolios que benefician sobre todo a las grandes industrias y a las economías de escala artificiales.
Ahora sí el trabajador terminaría recibiendo el producto íntegro de su trabajo al término del proceso de producción, dado que el valor de un bien, explicado por la TSV, se integra a éste cuando está terminado y es vendido en un tiempo más o menos prolongado (esto según la ley de la preferencia temporal). El trabajador recibe por ello el producto de su trabajo descontado por el interés, o sea, el valor descontado por el tipo de interés de la productividad marginal.
Hay, por todo estas perspectivas teóricas, mutualistas de distintas tendencias en cuanto a explicar el valor económico de las cosas: unos que prefieren resucitar la TLV íntegra o reformada, otros que usan la TSV. Resumiendo: en caso de usar la TLV, se explica el plusvalor como el producto del trabajo es desviado a los bolsillos capitalistas en virtud de la desigual distribución de ganancias por el poder jerárquico de los capitalistas. En caso de usar la TSV, se explica el plusvalor como efecto de las barreras de entrada a la libre competencia entre capitalistas y por la presencia de la jerarquía entre capitalistas y trabajadores lo que impide que las diferencias entre salarios y productividad producto de la utilidad marginal del trabajo se paguen.
Por todo lo anterior, consideramos que, en términos más inteligibles o más fáciles de entender, que la propiedad privada de los medios colectivos de producción es un robo. Por otro lado, la propiedad privada de los medios individuales de producción es aceptable.
A diferencia de los marxistas, los mutualistas modernos no pretendemos encontrar una manera “objetiva” de saber cuantas horas de trabajo “socialmente necesario” son necesarias para producir algo y hacer que se pague el producto de ese trabajo (aún usando la TLV), porque esa tarea la hará el auténtico libre mercado o mercado liberado a base de oferta y demanda. La igualdad en el intercambio de trabajo por trabajo y producto por producto se realizará en cuanto se hagan las transacciones de bienes, productos y servicios producidos en organización horizontal y cooperativa, con el interés, las rentas y las ganancias reducidas a su mínimo natural, considerando que esas transacciones se harán de acuerdo a las preferencias subjetivas de quien compre y quien venda.
Esto daría como resultado una sociedad, pensamos nosotros, con una distribución de renta normal o gaussiana, tan equitativa como cualquier régimen comunista; siendo las únicas diferencias existentes producto del trabajo de cada persona y asociación (tendrás más bienes y riquezas si trabajas más) además del ahorro que exista y de las herencias de padres a hijos, además de las diferencias naturales producto de la desigualdad de fuerzas personales y talentos, y las diferencias producto de la valoración de ciertos bienes o trabajos sobre otros; sin haber abolido el dinero, ni el mercado ni la propiedad personal.
Eso sí, preferimos dejar el rollo de la abolición de los aranceles como última reforma radical, dado que si los eliminamos antes de la reforma monetaria y crediticia, los trabajadores no van a disponer de oportunidades de trabajo suficiente para poder competir ante las empresas extranjeras más eficientes (dado que no habrán condiciones para la creación rápida y vigorosa de empresas horizontales en el mercado nacional, ni crédito abundante que las financie así como al autoempleo) causando caos, desempleo y tensiones sociales gratuitas, siendo ella solita y sin contexto una política aislada de liberalización vulgar y cruel que beneficiaría más a los capitalistas extranjeros que a nuestros trabajadores.
«¿Qué hemos probado con todo lo expuesto? Cosas tan sencillas que ciertamente no merecen un debate serio. Que así como el viajero no se apropia el camino que pisa, el labrador no se apropia el campo que siembra. Que, sin embargo, si un trabajador, por el hecho de su industria, puede apropiarse la materia que explota, todo productor se convierte, por el mismo título, en propietario. Que todo capital, sea material o intelectual, es una obra colectiva. Que el fuerte no tiene derecho a impedir con sus violencias el trabajo del débil, ni el malicioso a sorprender la buena fe del crédulo. Y finalmente, que nadie puede ser obligado a comprar lo que no desea, y menos aún pagar lo que no ha comprado.»
P-J Proudhon (1840)
La crítica capitalista estándar a estas aseveraciones parte por considerar que el capitalista cumple un rol importante en nuestras sociedades como el agente que soporta los riesgos de inversión en un mercado o es el gerente necesario en actividades directivas empresariales, o es el innovador con buenas ideas a poner en práctica; y por eso está justificado que se lleve esa parte de la ganancia de la empresa.
Nosotros como partimos de explicar la explotación como producto esencial de la desigualdad de poder y de riqueza, pensamos que esas actividades bien pueden ser transitorias o pueden ser ejercidas por los mismos trabajadores cada cual especializándose en su competencia específica. La provisión de capital, por otro lado, no es un acto productivo en sí dado que sin trabajo mental o físico el capital está muerto o poco puede hacer, además que la producción de capital involucró en algún momento trabajo ajeno; y por eso el capitalista mal podría reclamar esa ganancia (cosa distinta fuera si trabajara para producir su capital con lo que… sería un trabajador más en realidad).
Además, toda actividad humana es potencialmente riesgosa. El riesgo del capitalista es uno de ellos y este puede ser repartido en distintas inversiones; a menos que su capital fuere poco y no se diere ese lujo, como el caso del emprendedor confiando en el triunfo de su emprendimiento personal, aunque en caso de ser él mismo y no estar asociado a nadie más (o no estar asociado de forma equitativa con otros) no hablaríamos de un «capitalista» sino más bien de un «autoempleado». Mientras que el riesgo del trabajador casi siempre está repartido en un trabajo a la vez. Así que el riesgo de un actor económico comparado a otro sigue siendo desigual.
Y a veces los trabajos más riesgosos tienen menor recompensa que otros de menor riesgo, por lo que desde un punto mutualista la ganancia del capitalista tampoco sería justificada por el dicho riesgo.
La innovación (que al final es una forma de trabajo mental o, si se quiere ver, es parte del capital humano) sin el trabajo de los trabajadores para ser puesta en marcha tampoco sirve de nada, por lo que tampoco la ganancia de los capitalistas sería derivada del esfuerzo de los innovadores en idear nuevas formas de producción, o distribución o nuevos productos. Recordemos, sin trabajo, el capital no sirve de nada.
Según ustedes la acumulación de capital perjudica al libre mercado. ¿Cómo se evita que las personas acumulen capital? ¿De qué manera esta restricción en sí misma no es perjudicial? ¿A partir de cuándo pasa a ser acumulación? ¿Quién determina y controla eso?
Hay un error en el aserto… Si hay gran acumulación de capital, no hay libre mercado. Ese es el problema. Si hubiera un mercado liberado de verdad, el capitalismo fuera imposible; la acumulación de capital sería la justa y tendría su fuente principal en el trabajo propio. El droit d’aubaine no existiría.
«Un informe de 2015 del economista de Oxfam, Didier Jacobs, encontró que el 74 % de los multimillonarios obtuvieron su riqueza en industrias cuyas ganancias provenían principalmente de rentas. Una «renta» es el término que usan los economistas para describir el ingreso no derivado del trabajo que resulta de la capacidad (habilitada por el poder de un monopolio) de cobrar un precio más alto que el que prevalecería en un mercado competitivo, o más alto de lo necesario para incentivar la producción. Jacobs dice que tales ingresos de monopolio se concentran en industrias que «dependen en gran medida del Estado, ya sea a través de adquisiciones gubernamentales, licencias o subsidios», industrias como las finanzas que se benefician de información imperfecta, e industrias como las que usan tecnologías de la información (IT) y las de entretenimiento, caracterizadas «por la combinación de la existencia de la propiedad intelectual y las llamadas ‘externalidades de red'»
K. Carson, (2020)
Así que ese cuento de que los grandes empresarios obtuvieron sus grandes riquezas a punta de trabajo duro es eso, un cuento, una historieta… puede que en un primer momento ese trabajo haya existido de manera indudable (como con Apple y sus humildes orígenes en el garaje de la casa de los padres de Steve Jobs) pero la presencia de los monopolios estatales y la jerarquía empresarial hace crecer a estas corporaciones a tamaños que nunca hubieran alcanzado en un mercado auténticamente libre; lo que incluye las enormes ganancias que se van a los bolsillos de los capitalistas.
Los capitalistas acumulan su capital gracias a la presencia del Estado, de forma indirecta a través del sostén de varios monopolios, y de manera directa a través de la explotación colectiva del esfuerzo de los trabajadores, con lo que les roban parte importante del producto de su trabajo. Recordemos, que según estas cifras al menos un 74 % de los capitalistas viven de la explotación colectiva de los trabajadores y de los diversos monopolios u oligpolios existentes, como el de la propiedad intelectual.
El resto de preguntas se contesta lógicamente gracias a este hallazgo:
¿Cómo se evita que las personas acumulen tal cantidad de capital? Pues aboliendo la multitud de privilegios, leyes e instituciones que concentran el poder económico en pocas personas. Es decir: liberando los mercados realmente.
¿Hay restricciones a la acumulación? ¡Al contrario! No es restringirla por decreto, sino que la misma competencia entre cientos y miles de personas y empresas en medio de un mercado liberado termina por bajar los precios a tal punto que disminuyen los márgenes de ganancias y con ello decrece la acumulación capitalista, sin necesidad de legislar, expropiar o controlar a nadie.
¿A partir de cuando empieza la acumulación de capital? A partir del momento de finalizar la producción en las empresas capitalistas y la venta de los bienes, productos o servicios, cuando el patrono recibe su ganancia y los trabajadores reciben su salario (aparte de la ganancia reinvertida en la misma empresa por concepto de mantenimiento, de reposición de inventarios, de amortización de deudas, y en inversiones de otro tipo).
En mutualismo las empresas operadas de manera colectiva distribuirían (o debieran distribuir) como ellas lo considerasen esta ganancia entre todos los trabajadores y en las actividades propias para la supervivencia de la empresa, para el ahorro, incluso la reposición de inventarios… e inclusive, el efecto de este mercado liberado y su rabiosa libre competencia terminaría, muy probablemente, convirtiendo a las empresas capitalistas que sobreviviesen, en empresas cooperativas de facto dado que los niveles de ingreso para el capital y el trabajo (aun existiendo la jerarquía empresarial y el trabajo asalariado) no serían demasiado diferentes entre sí. Inclusive podemos postular que si la gran mayoría de empresas importantes, medianas o grandes, no adoptaren una forma estrictamente mutualista o cooperativa, el sistema económico reformado bajo líneas mutualistas tendría este mismo efecto en todas ellas, volviendo a la aún existente jerarquía empresarial tan ligera y tan inútil para extraer capital como inofensiva; haciendo su organización más democrática y descentralizada que hoy… Nos parece válido como aproximación realista al ideal mutualista.
¿Quién determina y controla eso? Pues… las mismas relaciones de mercado, es decir los trabajadores, productores y consumidores ofertando y demandando bienes y productos a precio de coste o el más cercano a él. Es puro y simple orden espontáneo. No hay un Gosplan mutualista, ni controles mutualistas a la ganancia, ni fiscales mutualistas; de hecho en puridad no habría ni siquiera un Estado supervisando nada, o si lo hubiera se retiraría prudentemente de la actividad socioeconómica…
Los economistas suelen hablar del mercado como un «orden espontáneo» generado por la acción individual y descentralizada de millones de individuos que intercambian bienes y servicios (compran, venden, producen, etc.) sin necesidad de un órgano de planificación.
V. Olcina, (2010)
¿Todo esto es moralmente aceptable? Pues para nosotros sí. Así como la esclavitud no le parece aceptable a nadie por más «consentida y voluntaria» que sea, tampoco vemos aceptable esta extracción y acumulación de capital, porque este capital tiene un verdadero dueño y son todos los trabajadores de las empresas (a través de su esfuerzo colectivo y sistemático), incluso dentro de ellos estaría el antiguo empresario capitalista que pudo tomar riesgos (financieros, principalmente) y decisiones básicas al fundar la empresa y por lo cual se merece su parte del beneficio, pero que bajo este sistema mutualista le correspondería una parte natural y no artificialmente inflada de la ganancia de todo el emporio. Todo logrado mediante la acción del mercado liberado.
Ajá pero, el mercado no es perfecto, ¿saben? ¿Cómo van a arreglarlo? ¿El libre mercado no termina oprimiendo a los trabajadores?
Sabiendo de los problemas que los economistas contemporáneos señalan, como lo son las asimetrías de información, los monopolios empresariales (trusts o “roscas” que suelen ser combatidas convencionalmente con leyes antimonopolio o antitrust), las externalidades y los bienes públicos; sostenemos los mutualistas que la descentralización y localización junto a la transparencia resultado de la organización más democrática de las empresas y la abolición de múltiples monopolios y cuellos de botella, disminuirán las dichosas asimetrías de información y el gran tamaño de muchas de esas empresas, así como se reducirá el poder potencialmente abusivo que estas puedan proyectar en sus consumidores y usuarios.
También sostenemos que disminuirán las dificultades asociadas al problema del agente-principal y a las externalidades negativas producto de la administración de bienes naturales gracias a la abolición de la propiedad absoluta de los predios rurales y urbanos, y demás tierras y aguas, con lo cual dichos predios pasarán a tener propietarios que los usen y ocupen efectivamente (sean individuales, cooperativos o toda una comunidad en condominio), y por ende el incentivo para el adecuado mantenimiento de los mismos está claro así habrá más transparencia en las responsabilidades de las decisiones económicas con la democratización y mayor control de la dirección de las empresas en sentido autogestionario y cooperativo.
Estos propietarios se van a tener que comer su contaminación o pagar por la de los vecinos en caso de que lo hagan, por ejemplo; dado que los derechos de posesión y propiedad bien delimitados promueven relaciones económicas en general más responsables con el medio ambiente y con los demás individuos, lo que implica que se cumpliría más fielmente el principio del coste como límite del precio (el costo de las acciones hechas será internalizado por sus actores de manera más integral); siempre que no olvidemos que en el capitalismo el interés de ganancia sobre ganancia a la par de la deslocalización económica puede hacer que las empresas multinacionales tengan grande interés en depredar el ambiente de otros países sin internalizar completamente el costo de hacerlo, lo que llamamos «extractivismo», conducta validada por ciertos Estados, en una clara colusión entre ciertas corporaciones y ciertos Estados-Nación.
Ojo, “disminuir” porque muy probablemente estos problemas no desaparecerán del todo (como tampoco lo hacen bajo un Estado centralizado).
La meta es hacer que el dichoso modelo económico de “competencia perfecta” sea más una realidad que una teoría a través de la descentralización política y económica a la par de la liberalización económica; y así pueda aprovecharse todo el potencial del mercado en un nivel donde la información provista por el sistema de precios y la información provista por los agentes económicos en forma de órdenes e incentivos, pueda ser mejor aprovechada, y ese nivel suele ser el nivel individual, local y microeconómico.
La localización y el desescalamiento en una economía mutualista de las empresas capitalistas actualmente existentes también contribuirán a aliviar el problema de los bienes públicos en lo que respecta a la contaminación y la sobreexplotación ambiental, dado que ya no habrán emporios tan agresivos y poderosos sedientos de recursos naturales en otra parte del país o del mundo. La repartición y asignación de derechos de propiedad comunales o de posesión privada de bienes naturales harán otra parte del trabajo en este ámbito.
Respecto a bienes públicos como la defensa nacional, se pueden proponer medidas de mercado o comunitarias para hacer su administración factible; para los mutualistas federales un Estado mínimo sería necesario para administrarlos hasta que pasen a dominio de la comunidad, de ser necesario.
Y con respecto a los bienes como las aguas, lagos u océanos (que suponemos que estos últimos quedarán como siguen siendo hoy, res nullius y de libre tránsito para todos), especialmente cuando hablamos de aprovechar bienes como los bancos de pesca en donde asignar derechos de propiedad a una sola persona (posesión, recordemos una vez más) es difícil, lo mejor es un gobierno cooperativo de dicho bien a través de un contrato de uso común:
“Por otro lado, podríamos esperar que situar el control directamente en las manos de aquellos con el conocimiento local hayekiano de una situación produzca resultados mucho más preferibles que cualquiera de los dos enfoques basados en la verticalidad y el control in absentia.
(…)
De verdad resulta lógico que el gobierno cooperativo de recursos de uso común, en igualdad de condiciones, sea más efectivo formulando e implementando reglas que el gobierno, ya sea por parte de una agencia gubernamental o una corporación. ‘Dado que los individuos involucrados reciben una gran parte de los réditos económicos del recurso de uso común, estos están fuertemente motivados para tratar de resolver problemas a fin de aumentar su propia productividad con el paso del tiempo.
(…)
La separación entre el poder de decisión y el conocimiento situacional distribuido junto con la experiencia de las consecuencias es clave en los problemas de conocimiento e incentivos propios de las instituciones jerárquicas y autoritarias, ya sean gobiernos o corporaciones. La autoridad de arriba-abajo es un mecanismo para expropiar a otros los beneficios de su trabajo y externalizar costos e inconvenientes hacia abajo.’”1
No suponemos al mercado perfecto, sino perfectible. Y definitivamente lo pensamos más creativo que la situación actual o que situaciones pasadas.
Y la objeción contra el libre mercado del campo más socialista o colectivista viene de la teoría de concentración de capitales de Karl Marx, que decía grosso modo que el mercado libre permite la predominancia de los capitalistas sobre los débiles proletarios, y que pasado el tiempo la acumulación de capitales facilitada por el mercado sería tan grande y la cantidad de gente depauperada iba a ser tan enorme que la revolución socialista estallaría por si sola. Esto es falso, según vemos la historia de los últimos 180 años… Primero porque Marx postulaba que el capitalista industrial iba a dominar, mientras que Proudhon se centraba en el capitalista financiero (al final la realidad confirmaría más a Proudhon y no tanto a Marx) y por eso vemos que la banca es bastante más importante hoy que las viejas industrias del carbón y el acero; segundo, porque todas las empresas también tienen costes internos (tanto financieros como de información) que limitan naturalmente su crecimiento pasado cierto tamaño sin dividirse; y tercero, porque las empresas capitalistas no son eficientes siempre sino que operan mejor en un contexto de monopolios legales y pueden coordinar mejor grandes inputs de insumos en contextos poco competitivos (como aquellos con transportes subsidiados, con fuertes barreras de entrada y monopolios como los derivados de la propiedad intelectual).
Mientras que las empresas pequeñas y descentralizadas, inclusive las autogestionadas o cooperativas, son más eficaces para adaptarse rápidamente a las demandas variantes del mercado, porque sus dueños son los mismos trabajadores que están en contacto con la situación y por ello su conocimiento puede ser aprovechado de mejor manera a este fin; y por ello suelen ser más eficientes cambiando sus productos ofertados de acuerdo a la demanda, y mejorando sus procesos de producción. El entorno en donde estas empresas prosperan son justamente los entornos competitivos, innovadores y sin patentes. Por lo que el criterio de eficiencia no es neutral y debe aclararse antes de cualquier discusión… y esto a su vez hace que el dominio de las grandes corporaciones bajo el mercado (inclusive bajo el actual mercado, que no es exactamente libre) sea transitorio, efímero, circunstancial.
Un mercado radicalmente liberado tendría entonces el efecto contrario al descrito por Marx: los grandes capitales empequeñecerían y las empresas tendrían un tamaño más pequeño, en promedio. Sobre todo aquellas empresas más cercanas a los puntos de consumo ya sin beneficiarse de los subsidios al transporte en un contexto de carreteras, transportes y vías privatizadas.
Aparte, existe la correlación entre el índice de Gini (mide la desigualdad en la distribución de la renta) y el índice de Libertad Económica (mide la libertad económica de un país) de The Heritage Foundation, que a pesar que los mercados actuales no sean totalmente libres, sí destaca que en los países donde hay mayor libertad económica que en otros, suele haber a la vez menor desigualdad.
Hay críticas más sutiles provenientes de compañeros anarcocomunistas que señalan que las fuerzas del mercado, como fuerzas impersonales, terminan alienando al individuo, a la vez que el espíritu de competencia daña a la sociedad, hasta en los mercados anticapitalistas, toda vez que las cooperativas tienen que competir entre sí y la dinámica del sistema de precios de mercado sigue en el mutualismo (con la consiguiente inestabilidad). Otra crítica al sistema de mercado mutualista es que todo sistema de mercado está plagado de comportamientos irracionales que emergen del encuentro de productores y consumidores, tal como podríamos señalar los pánicos bancarios, los aumentos excesivos de precios producto de coyunturas en la oferta o la demanda de bienes, etc.
Resumimos la respuesta al señalar que la competencia es un fenómeno natural de la sociedad y no pensamos eliminarla sino ponerla en pie de igualdad, a la vez que tampoco desconfiamos de la solidaridad como el otro gran principio rector de la economía mutualista.
La irracionalidad del mercado es algo que puede verse y no hay que negarla, pero a su vez los mercados pueden corregirse paulatinamente al disponer de información cada vez más clara y al haberse equilibrado la oferta y la demanda por su misma dinámica (la misma dinámica que causó la emergencia irracional en T1 la puede corregir en T2); e igual los mercados son (en una definición muy sencilla) instituciones económicas para procesar y tratar descentralizadamente la información, expresada en los precios, acerca de las distintas preferencias de los agentes económicos, lo que constituye su gran ventaja actual ante formas económicas planificadas.
En una economía de comando esa cantidad de información que procesan los mercados es simplemente inasumible y por eso vemos las colas, los gastos y las escaseces propias de sistemas sin precios y sin mercados libres. Por lo que podemos augurar que una economía del tipo comunista esté restringida por sus mismas limitaciones estructurales a pequeñas comunidades autárquicas y reducidas.
La competencia es dañina y nosotros no estamos diseñados naturalmente para competir, ¿porqué defienden la libre competencia?
Sobre si la libre competencia trae desigualdad, hablando de eso, o si trae males, hay que señalar algunas cosas:
Lo natural no es sinónimo de bueno. Hay una pregunta que aclara eso pero lo adelantamos… Es tan natural el coronavirus como un abrazo. :3
Lo artificial no es sinónimo de malo. Las sillas, los satélites y cosas así son bien artificiales y nos ayudan bastante a vivir. 😀
La competencia, como casi todo, trae incentivos tanto beneficiosos como perversos:
Dentro de los incentivos malos podemos ver como la competencia entre trabajadores puede inducir maltratos y comportamientos tóxicos entre los empleados de una misma empresa, esto porque en los procesos de selección a veces se llega a un punto en el que una persona es promovida y ese puesto es competido: o eres tú o es otro al que ascienden de puesto.
La competencia entre poderes desiguales, entre facultades desiguales, termina al final profundizando la desigualdad: el fuerte jode al débil, el rico compra al pobre, el inteligente engaña al tonto. Los débiles, pobres y tontos son seleccionados negativamente y eliminados del circuito económico y pueden, gracias a la herencia, transmitir esa desigualdad y falta de oportunidades económicas a sus hijos a base de peor educación, falta de contactos, estrés y ambiente familiar tóxico, falta de capital, etc.
Dentro de los buenos incentivos tenemos que la competencia vivifica la creatividad a través de la comparación con otras personas o productos y el trabajo para el perfeccionamiento continuo, lo que incentiva a la corrección de fallos, al desarrollo de nuevas estrategias y en última instancia al progreso técnico y económico. Esto es, las economías competitivas tienden a ser más dinámicas.
Potenciando el egoísmo de los competidores, esta dinámica de mejora a través de la comparación y el trabajo, permite que este interés privado (existente en toda economía, socialista o no, de mercado o no) sea canalizado para producir beneficios colectivos, sin necesidad de planificación centralizada ni burocracias pesadas.
Viendo esto, podemos proponer entonces que buena parte del problema es suponer que somos seres únicamente competitivos, cuando no lo somos en su totalidad. Somos competitivos y solidarios a la vez.
Otra parte del problema es ver que la competencia bajo el capitalismo actual se da muchas veces con desequilibrios de poder (económico, social, etc.) que pueden perpetuar desigualdades. Un mutualista insistiría en corregir el desequilibrio de brutos compitiendo con listos al facilitar el acceso universal a la educación y a la información; el desequilibrio de fuertes vs débiles se corrige fortaleciendo la organización social de los débiles para que puedan negociar en paridad de fuerzas con los fuertes (por eso la sindicalización libre nos es tan valiosa); y el desequilibrio de ricos vs pobres se soluciona al facilitar el acceso al crédito mutuo y a las herramientas que permitan que los pobres puedan trabajar y mejorar su situación económica (hasta el poder comprar y poseer colectivamente los medios de producción), al mismo tiempo que abrir la competencia plenamente entre los capitalistas para que así tengan que reducir sus beneficios y ganancias (y por ende, su riqueza excesiva) hasta un punto natural.
En otros casos y de hecho, en estos mismos casos, no solamente es necesaria una saludable dosis de competencia sino que la solidaridad entre los trabajadores es necesaria para el aprovechamiento y el control de los medios de producción; así como para abrir las mutualidades y bancos populares que liberen a las personas de la tiranía salarial de un patrono. Así que no podemos deshacernos totalmente (porque es imposible) de la solidaridad necesaria entre nuestros allegados, vecinos, familiares, amigos y colegas.
También vemos necesario promover instituciones y organizaciones solidarias para ayudar y apoyar a las personas que no puedan competir económicamente, a pesar de sus esfuerzos, para que no estén condenados a sufrir una vida de mierda y tengan otra oportunidad y recursos para salir adelante.
Resumiendo: la competencia es buenísima para la vida de la economía y un acicate necesario para los agentes económicos; pero es beneficiosa sí y solo sí estos dichosos agentes empiezan desde una misma base de partida y ninguno tiene el poder de dominar a los otros. Debe haber entonces no solo libre competencia sino además justa competencia.
Además, pensamos que, en general, las economías comunistas con o sin Estado al suprimir los mercados y la competencia terminan trayendo consecuencias peores que las de la competencia y el sistema de mercado. En una conclusión algo gris, podríamos decir que elegimos el sistema económico menos malo, perfeccionándolo en lo posible al eliminar los elementos capitalistas y de privilegio insertos por las clases parásitas y entre ellas los Estados (desde temprano Proudhon insistía en el carácter realista y anti-utópico de sus propuestas, dado que una revolución utópica es, por mera definición, imposible e impracticable).
¿Entonces no deben haber ganancias? ¿Las van a prohibir por decreto? ¿Y los grandes capitales van a ser expropiados o prohibidos?
No pensamos prohibirlas, como tampoco queremos prohibir por decreto el trabajo asalariado, la percepción de rentas de alquiler, la ganancia de intereses y demás actividades económicas distintas a las mutualistas, como tampoco estamos en contra de la división del trabajo (que es altamente ventajosa para toda economía compleja); simplemente sostenemos que sin el Estado sosteniendo todos esos monopolios, la libre competencia desatada junto a la oferta de trabajo recrecida, la libertad de las tierras y el crédito mutuo abundante provisto por la banca libre, las ganancias, el interés y las rentas bajarían a casi cero o a valores muy reducidos. Acabando así de manera pacífica con ese odioso droit d’aubaine o «derecho de acumular capital», derecho ficticio que tiene como lema que la simple posesión de riqueza posibilita por sí misma la acumulación de más y más riqueza; falso derecho que, recordemos, se mantiene por los privilegios estatales.
El interés queda entonces en su doble papel de dirigir y de evaluar el dinero de la economía, al ajustar el volumen del dinero existente al volumen de bienes existentes, encaminando (sea subiendo o bajando su tasa) las corrientes de capital al lugar de máxima generación de ganancias. Con esto no contradecimos ni queremos contradecir a los economistas. Solamente que bajo una economía mutualista, gracias a la abolición de los múltiples monopolios y la promoción del equilibrio de poderes económicos entre el capital y el trabajo, el interés, la renta o la ganancia tendrán un valor natural y no inflado o ajustado a la conveniencia de gente como los terratenientes, los banqueros capitalistas o el mismo Estado.
En este entorno más diverso, creativo y productivo las personas podrán tener la libertad de asalariarse (a pesar de que no lo recomendamos) pudiendo elegir trabajar para alguien entre otras opciones de empleo (como en la Edad Antigua y en la Edad Media pre-capitalistas, suponemos que el autoempleo, los gremios y el trabajo asalariado coexistirán en distintas proporciones en una sociedad) porque les gusta la estabilidad de la paga quincenal o mensual, además de la comodidad de no tomar decisiones en la empresa; en lugar de la situación del mundo de hoy, en donde la esclavitud salarial es la norma y sale poco rentable o es menos seguro elegir otras opciones de empleo.
Con todo esto, se cumpliría así el famoso principio del costo, que quiere decir que todo bien, producto o servicio no puede venderse por más del coste de su producción, incluyendo el mantenimiento de los productores y del medio de producción; o lo que es lo mismo, en términos más modernos (adaptados a la TSV): los costes y beneficios de las decisiones económicas deben ser internalizados en su totalidad por quienes las ejecutan, sean empresarios o trabajadores.
Léase el “no puede venderse” como el precio resultado de la acción dinámica del sistema de mercado liberado y no como producto de un decreto soberano de “precios justos” del tipo que les encanta a los socialistas de Estado.
Hay que recordar que en el capitalismo tal cual como lo definimos, se divorcia el capital del trabajo por la mera existencia de la jerarquía empresarial (y el efecto de este divorcio aumenta conforme existan los cinco monopolios que citamos antes) y por tanto la mayor parte de los beneficios son privatizados en manos de los capitalistas y la clase política (sean porque son ellos mismos empresarios capitalistas o porque sean sobornados o influenciados por los empresarios; la famosa puerta giratoria), mientras que la mayor parte de los costes son socializados por los trabajadores en forma de paro o desempleo y crisis económicas fuertes.
Al no desaparecer la propiedad (ya como posesión) e igual conservando el mercado (ya liberado de los privilegios) y la consecuente libre competencia, el espíritu empresarial tampoco desaparecerá. Y al ser una sociedad de contratos voluntarios, también nos parece tonto el querer prohibir ganancias “exhorbitantes”; solamente, de nuevo, sostenemos que será mucho más difícil volverse millonario o acumular una gran fortuna porque la acción del mercado y la competencia en este entorno radicalmente liberado tienen efectos desconcentradores de la riqueza (y por ende del poder, que es lo que buscamos).
¿Quieren eliminar las grandes empresas? Un país no se desarrolla con PYMES. ¿Van a quemar a las corporaciones?
Eh, no. Definitivamente no. No hay tal cosa como un “tamaño óptimo o mutualista” de las empresas que se mida de forma objetiva con una regla.
Nosotros solamente sostenemos que una vez liberado el mercado y ensamblada una red de productores-consumidores de forma horizontal y voluntaria, sin los monopolios odiosos del dinero, los aranceles, las patentes, etc., el tamaño medio de las empresas será menor al de la actualidad, dado que saldrán a relucir todos los costos ocultos de los mastodontes corporativos que hoy necesitan toda clase de subvenciones, subsidios indirectos, coerción y privilegios legales para mantener su tamaño recrecido, y por pura ley de la libre competencia, estas empresas tendrán que dividirse o localizarse a un tamaño más óptimo, debido a la competencia con las empresas más pequeñas y gobernadas por los trabajadores (de facto o de iure) que serían más flexibles y baratas de operar que las grandes empresas capitalistas.
No va a haber un “fiscal mutualista” revisando si tal empresa o no tiene tantos trabajadores o tiene tanto capital. Ello lo hará el mercado por sí solo y la competencia entre empresas y emprendedores.
Y con el control de las empresas de parte de sus trabajadores, que es uno de los reclamos básicos de todo socialismo, mutualismo incluído, éste no solamente es irrenunciable para nosotros sino que lo vemos de forma racional. Los críticos nos dicen que este sistema de control democrático de la empresa es “utópico” sin más, o “irresponsable”. Nosotros decimos, ¿quién mejor para decidir en su puesto de trabajo que quien trabaja en él? La dirección sería democrática y asociada.
Y tampoco postulamos, como algunas caricaturas del control de los trabajadores insisten, en que todos los trabajadores son “obreros ignorantes” y vamos a poner a un conserje de jefe de departamento… Eso lo decidirán los mismos trabajadores y no creemos que van a ser tan ignorantes como para hacer eso. 🙂
Sobre todo porque el control igualitario y cooperativo incentiva a que todas las pérdidas sean absorbidas por los dueños de la empresa (todos quienes trabajan en ella) así como las ganancias sean disfrutadas por todos, dado que el capital de la misma está repartido entre todos. Por lo que el incentivo para dejar que cada quien se especialice en su lugar, que los conserjes se auto-gestionen en su área de interés, que los administrativos/white-collar workers se auto-gestionen en lo mismo, los trabajadores manuales/blue-collar workers hagan lo mismo, y que todos coordinen la gestión de la empresa como un todo, está más que claro. Apoyamos decididamente la descentralización y coordinación fuera y dentrode las empresas. Sobre todo porque la auto-gestión mutualista implica independencia del Estado y de auxilios de los presupuestos públicos; cuya presencia (la del Estado) implica que en las empresas «bajo control obrero» leninista o socialdemócrata, los trabajadores no tienen incentivos que les fuercen a no hacer una gestión estúpida, botarata o irresponsable. Siempre podrán llorarle a papi-Estado por más dinero si están a punto de quebrar.
Empresas auto-gestionadas que cometan el error de una gestión puramente extremo-comunista e irracionalmente igualitaria, que traten a la vagancia y al esfuerzo de la misma forma, y le den igual recompensa a la brutalidad y la inteligencia de sus miembros serán devoradas por el mercado por ineficientes y por cumplir mal con las demandas de sus clientes y usuarios que seleccionarían empresas más eficientes (aparte que los trabajadores esforzados y listos se apartarán naturalmente de los vagos y brutos).
¿Pueden haber trabajadores especializados en esas empresas auto-gestionadas raras y locas que ustedes proponen?
Eh, aparte de lo de “raro” y “loco”, teóricamente es posible; porque la jerarquía dentro de la empresa tiene que ver con la relación de obediencia y mando centralizada (yo mando, unos obedecen) relacionada con la propiedad del capital de la misma, que hace que no se aproveche fácilmente el conocimiento distribuido que está más presente en quienes están más cerca de las tareas ejecutadas, y no tanto con el conocimiento que tenga o la función que desempeñe un trabajador en dicha asociación.
Dicho en español: sabe más de la molienda de harina de maíz el operario del molino que el jefe de la empresa alimenticia. No nos oponemos que el que sepa más de algo (un empleado administrativo, técnico, intelectual o ingeniero) se especialice en esa empresa.
Dicho esto, la estructura interna de estas empresas auto-gestionadas será tan diversa en mutualismo como diversas sean las necesidades de las mismas y los bienes, productos y servicios que oferten.
La horizontalidad y el cooperativismo que apoyamos nosotros no excluye la especialización, solamente la procesa de manera beneficiosa para todos porque todos los trabajadores internalizan los costos y beneficios de las acciones de la empresa como un todo porque todos son propietarios del capital de la misma, y estas acciones en definitiva dependen de las acciones particulares de sus partes integrantes… Si esto te suena a federalismo, teoría de la organización y teoría de sistemas, estás en lo correcto. 🙂
¿Son revolucionarios, reformistas o qué rayos? ¿Son de izquierdas o de derechas?
Para quien escribe somos definitivamente revolucionarios: estamos a la izquierda de marxistas-leninistas, socialdemócratas y demás socialistas de Estado. Pero nuestros medios son evolucionarios, progresivos y pacíficos. Nuestras metas son radicales, nuestros medios son posibles.
El calificar a alguien de reformista o revolucionario depende en este caso más bien de la finalidad perseguida y no tanto de los medios logrados.
Igual debemos destacar que la palabra “revolución” originalmente hacía referencia a una vuelta de un engranaje o rueda (como en el término «revoluciones por minuto» o r.p.m. en los motores), luego en política pasó a significar, especialmente en el S.XIX, un cambio violento de una élite o sistema político por otro.
Ahora de tanto usarlo, pasa a significar cosas como “revolución bolivariana” o experimentos sociales locos en donde todo cambia para nada cambiar (o dejar las cosas peor que antes). 😉
A veces también es sinónimo de “golpe de Estado”, sobre todo para los vencedores…
O pasa a significar un cambio importante en la técnica, la sociedad, la organización y la productividad (como la Revolución Industrial o la Revolución Digital, etc.).
Nos declaramos revolucionarios en este último sentido. La propuesta mutualista es revolucionaria por los fines que implica, que son equivalentes a una profunda transformación social y económica al impactar en una de las bases de las sociedades industrializadas que es la propiedad (tal y como se entiende en sentido capitalista).
Ahora bien, desconfiamos profundamente de revoluciones armadas o violentas, dado que no solamente consideramos un poco contradictorio el luchar contra la coerción estatal coercionando más y más a la gente, sino que es muy fácil que una revolución armada de este estilo sea rechazada de forma violenta por las autoridades estatales (con el baño de sangre correspondiente que no queremos), sino que si esta triunfa y se apodera del Estado, es muy probable que se termine generando una “burocracia roja” omnipotente que sea mil veces peor que el régimen derrocado (puedes leer acerca de la historia de la Unión Soviética o las predicciones de Bakunin si no me crees).
Lo anterior no debiera ser interpretado en el sentido de abogar por la pasividad. El mutualismo opera su revolución de manera económica justo porque la crítica al capitalismo es una de raíz económica, y el anti-estatismo es una conclusión a posteriori pero derivada. Lo contrario de la actividad es la pasividad y la uniformidad, que equivale a la muerte. La creación de mutualidades, de bancos populares, de cooperativas, la toma pacífica de empresas y las huelgas no son menos revolucionarias que una insurrección armada, aunque no recurran a la violencia. Ahora no hay problema en que cualquier compañero mutualista pueda tomar una postura u otra en relación al uso de la violencia, siempre que no le sea impuesta por otras personas.
De todas formas fines y medios son tradicionalmente indisociables para los mutualistas, por lo que bajo nuestra perspectiva sería moralmente cuestionable el alcanzar un fin mediante un medio que termine acabando con los mismos fines (la libre-igualdad).
Para otros mutualistas la identificación con el eje de izquierdas-derechas carece de sentido si se lo ve de manera estatista o arquista, dado que el anarquismo rompe con el clásico enfrentamiento entre socialdemócratas y comunistas, así como entre conservadores y liberales. El socialismo libertario es una raza distinta y relacionada, aunque anterior a los socialismos de Estado más conocidos.
Si nos centramos en un eje lineal de centralización del poder-descentralización del poder, los mutualistas estamos a la extrema izquierda, nuevamente; si ponemos a la derecha a Stalin, a Hitler, a los fascismos y a las dictaduras comunistas, y a todos quienes opinen que el control estatal absoluto es una buena idea. Esto último casa muy bien con el comportamiento práctico del stalinismo y el nazismo, ya que ambos fueron horrores bastante equivalentes, a pesar de que unos eran «los malos» y otros «los buenos» solamente por causa de la Segunda Guerra Mundial (sin mencionar el pacto de no-agresión entre la Alemania Nazi y la URSS con sus cláusulas secretas de repartición de Polonia unos meses antes del estallido de la SGM). Esta perspectiva simplifica la identificación política desde una mirada libertaria, evidentemente.
De todas formas te recuerdo que tenemos 180 años de edad. El mutualismo es una ideología más vieja que el mismo marxismo (el ataque de Marx a Proudhon en Miseria de la Filosofía fue una respuesta a una forma primitiva de mutualismo), con más años que la socialdemocracia de Eduard Bernstein y los revisionistas como el PSOE español o el SPD alemán, aparte de sus versiones americanas más jóvenes como el aprismo (el APRA peruano y la Acción Democrática venezolana), los liberales colombianos, el PRI mexicano, además del radicalismo argentino (hoy la UCR) o el peronismo; ni hablar de los fascismos del S.XX o los neo-fascismos, nacionalistas o neo-reaccionarios que pululan en internet hoy.
Somos, si se quiere decir, un ornitorrinco ideológico… no sólo por lo raro y relativamente desconocido en el mundo de hoy, sino porque el mutualismo nace en una época en donde muchas ideologías del mundo moderno eran novedades recién propuestas o todavía ni existían o estaban en plena definición. Además es la forma de anarquismo original; y todas las demás teorías anarquistas serían en realidad notas a pie de página, refutaciones, análisis, complementos, desarrollos independientes y convergentes, u observaciones a la confusa, evolutiva y a la vez que nutrida literatura proudhoniana.
No tenemos porqué tener los prejuicios a priori de dichas ideologías que enturbian el debate político, y estamos bastante libres de muchas de las enemistades históricas y simbólicas existentes en muchos países, ya que no somos ni comunistas ni conservadores.
Y si bien la obra de Proudhon es compleja por su falta de sistematización, su densidad y su uso provocativo de la dialéctica, que ha ocasionado que haya sido interpretado y apropiado desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda; tenemos que considerar al socialismo proudhoniano como uno de los herederos del liberalismo, cogiendo el testigo izquierdista de la época ante el aumento de las desigualdades y la destrucción progresiva del modo de vida artesano rural a favor de la producción masiva de las fábricas en las ciudades. En sus últimos textos Proudhon da señales de evolución al atender los posibles dilemas de la organización federativa en las grandes fábricas y talleres, aún teniendo raíces en la aguda crítica a los abusos de la propiedad terrateniente de sus primeros libros.
Si bien algunos pueden intentar «derechizar» el mutualismo, no es menos cierto que la introducción de un espíritu ajeno a las ideas de libertad e igualdad como lo es la defensa de los valores tradicionales de las religiones, termina por pervertir al mutualismo de raíz proudhoniana, a la vez que afecta la misma continuidad de la así llamada «tradición» que no resiste ante el choque de las ideas de la libertad y la igualdad para todas las personas derivadas de la Revolución Francesa; aún reconociendo este mutualismo la gloria y la pluralidad de la sociedad diversa en sus matices, incluyendo sus saberes, pareceres y haberes en materia religiosa y cultural, por lo que también en respeto de la igual-libertad, no nos opondríamos en inicio a la creación y sostén de comunidades con costumbres más tradicionales siempre que fueran voluntarias y no se obligue a nadie a permanecer en ellas.
Difícilmente podríamos hablar de que el mutualismo rectamente entendido fuera una corriente «derechista» o algo parecido cuando Proudhon replicaba esto a Luis Napoleón Bonaparte, en todo evidentemente provocativo:
«Sueño con una sociedad en la cual yo fuera guillotinado por ser conservador».
P-J Proudhon (1875) citado por Saint-Beuve en P.-J. Proudhon: sa vie et sa correspondance
Aunque, de nuevo, estamos hablando del autor de «La Pornocracia» (1875) en donde defendía a la familia tradicional y la autoridad del varón padre de familia sobre la mujer; lo que le generó numerosas críticas de otros autores e incluso de otros anarquistas, a la vez que, con ese hecho, Proudhon reconocía que él era un simple producto de su época (y que la anarquía llegaría progresivamente tras siglos de progreso y no necesariamente como producto de un cataclismo repentino). Así que con el conservadurismo social, a nivel individual, lo podemos respetar aunque no necesariamente compartir como posición.
La teoría mutualista/anarquista típica de la revolución huye de patrones leninistas en general, y se centra en tres fases que se pueden resumir en: 1) persuasión y cambio cultural, 2) construir instituciones alternativas (como la banca o las cooperativas mutualistas) y 3) resistencia e insurrección a fin de anular la eficacia de las instituciones opresoras, incrementando así los costos de la opresión y del dominio del hombre por el hombre (Benjamin Tucker veía una simple rebelión tributaria como la estocada final luego de un proceso masivo de construcción progresiva de instituciones mutualizadas, por ejemplo; y no simplemente dejar de pagar impuestos porque ay, son robo, qué feos… ¡Es todo parte de una estrategia!). Podríamos agregar un cuarto paso 4) al estilo de una «revolución permanente» que consistiría de manera muy general en la continua educación en valores libertarios y vigilancia de las instituciones de gobierno ácrata que ese establezcan para evitar la resurrección del estatismo, del capitalismo o del clericalismo.
¿Quieren acabar con la propiedad? ¿Y la propiedad de la tierra? ¿Y la propiedad de mi casa y mis bienes personales? ¿Son inmorales los hoteles?
En general no. Sostenemos que la propiedad bien entendida es un contrapeso contra el poder del Estado y un medio necesario para la liberación de los individuos de la pobreza y uno de sus seguros contra el autoritarismo.
Solamente que con ciertos bienes tenemos ciertas reservas, principalmente sobre los bienes naturales que no son producto del trabajo de nadie (como la tierra, pero aquí dentro de “tierra” metemos las aguas, las minas, los bosques entre otros). Estos son bienes naturales, en contraposición a los bienes artificiales producto del trabajo del hombre.
Para ello usamos varias definiciones que ayudan a esclarecer el análisis:
-Propiedad privada o Propiedad (a secas), es aquella en la cual el propietario es dueño de sus bienes, aunque esté ausente y no los esté usando o trabajando. También se puede llamar propiedad absoluta o más técnicamente propiedad lockeana.
-Propiedad usufructuaria o Posesión, es aquella en la cual el propietario es dueño de sus bienes cuando los esté ocupando y usando o trabajando de manera efectiva.
En resumen, los mutualistas estamos a favor de la posesión de los bienes naturales(incluyendo el capital y la propiedad de las empresas colectivas), y de la propiedad privada de todos los demás bienes; propiedad absoluta para bienes muebles, y propiedad por uso y ocupación o posesión para bienes inmuebles:
Como la tierra, las aguas y los bosques, entre otros bienes naturales, no los creó ningún ser humano con su trabajo, pensamos que nadie tiene derecho a volverse propietario absoluto de las tierras, aguas y bosques, y por ello nadie tiene derecho a monopolizar tierras, aguas y bosques. Muchas veces los propietarios de tierras, aguas y bosques no usan o infrautilizan estos bienes naturales, ya sea por propósitos especulativos o cualquier otro, o niegan a las comunidades cercanas el aprovechamiento de las aguas «por ser ellos los únicos dueños». Aparte que nos parece un poco ilógico en caso de que sean bienes súperabundantes (¿has escuchado que alguien sea dueño del aire o del océano?).
Sostenemos que es mucho más justo para los individuos y la sociedad el considerar a la tierra (y aguas, y bosques, y todos los bienes naturales) como bienes apropiables de forma usufructuaria, que sea el primero que llegue (o que llegue a un acuerdo con la comunidad) el que sea propietario de dichas tierras y mantenga su uso a través del trabajo; porque nuestra postura general es que toda persona tiene derecho a gozar del producto de su trabajo, incluyendo sus propiedades. Así las tierras, aguas y bosques no-utilizados pueden retornar fácilmente al circuito económico y generar valor para los consumidores. Destacamos que «el primero» y «el propietario» en los ejemplos inmediatamente anteriores incluye tanto a una sola persona natural y física, así como puede ser una persona jurídica,sea una cooperativa, una empresa o una comunidad.
«Un hombre a quien se le impidiese andar por los caminos, detenerse en los campos, ponerse al abrigo de las inclemencias, encender lumbre, recoger los frutos y hierbas silvestres y hervirlos en un trozo de tierra cocida, ese hombre no podría vivir. La tierra, como el agua, el aire y la luz, es una materia de primera necesidad, de la que cada uno debe usar libremente, sin perjudicar el disfrute ajeno; ¿por qué, entonces, está apropiada la tierra?
(…)
el agua, el aire y la luz son cosas comunes, no porque sean inagotables, sino porque son indispensables; tan indispensables, que por ello la Naturaleza parece haberlas creado en cantidad casi ilimitada, a fin de que su inmensidad las preservara de toda apropiación. Del mismo modo, la tierra es indispensable a nuestra conservación y por tanto, cosa común, no susceptible de apropiación. Pero la tierra es mucho más limitada que los otros elementos, y su uso debe ser regulado, no en beneficio de algunos, sino en interés y para la seguridad de todos. En dos palabras: la igualdad de derechos se justifica por la igualdad de necesidad; pero la igualdad de derechos, si la cosa es limitada, sólo puede realizarse mediante la igualdad en la posesión.»
P-J Proudhon (1840)
¿Quienes serían propietarios de las tierras ociosas que serían liberadas con esta política mutualista de tierras? Pues emprendedores como agricultores, campesinos, fabricantes, empresarios o colectivos de personas, etc. Lo normal. De nuevo, si alguien quiere explotar la tierra de forma comunitaria siempre que no obligue a nadie, nos parece bien.
El antiguo propietario de las tierras no sería expropiado (no creemos que sea útil expropiarle nada a nadie) sino que quedaría obligado por la misma competencia económica y social a conservar la tierra que él mediante sus medios y sus asociados pueda efectivamente explotar. En el caso de las tierras propiedad del Estado pues, o el Estado se desembaraza de sus tierras y se reparten de iure o de facto, o al desaparecer el Estado pues… el primero que agarre su parcela de tierra antiguamente estatal y la trabaje se la queda.
Sostenemos que los grandes terratenientes y latifundistas pueden defender sus grandes fincas, tierras y aguas sin uso justamente porque el Estado en circunstancias normales los defiende, expulsando a los invasores gracias a la policía, las fuerzas armadas y las leyes que defienden la propiedad absoluta de los bienes naturales, y el hacer y dejar hacer de los poderosos con sus tierras e industrias, negando la auto-organización de los débiles en sindicatos y asociaciones de apoyo mutuo/recíproco (el sindicalismo era ilegal durante buena parte del S.XIX gracias a esa política). Esto último lo consideramos un robo y un abuso de los propietarios de tierras.
Además, muchas de las tierras en manos de los actuales terratenientes provienen justamente del robo de tierras a otras personas (especialmente a los campesinos libres luego transformados en siervos) hace muchas generaciones desde la aparición del sistema feudal y más cuando el capitalismo evolucionaba y se imponía de la mano del Estado absoluto, los banqueros y comerciantes burgueses y la nobleza de sangre encabezada por el Rey, en la transición del feudalismo al capitalismo mercantil o mercantilismo.
En América tenemos que destacar la introducción a sangre y fuego del capitalismo mercantil con la colonización española y el reparto preferente de tierras robadas (entonces usadas por los indígenas) o tierras que no eran de nadie a favor de la nobleza peninsular y criolla, más la extracción de metales preciosos dirigida a hacer crecer las arcas del Rey (que era la encarnación del Estado absoluto); estos nobles, burgueses y sus descendientes se transformaron muchos de ellos en latifundistas bajo la República. Posteriormente esa situación traería un bonito legado de conflictos sociales traducidos en innumerables guerras civiles y dictaduras de generales y militares (muchas veces disfrazados de Presidentes y políticos) convertidos en así mismo en terratenientes tras las guerras de independencia y la feroz repartición de tierras que hubo en ciertos lugares.
La actual repartición latifundista de tierras en Latinoamérica está afectada tanto por los intentos más o menos exitosos de reformas agrarias estatistas (menos en cuanto el Estado se queda con las tierras igual de ociosas); la ordenación estatal del territorio en tierras públicas baldías o “ejidos”, más o menos conservadas ecológicamente (como el desastre ambiental perenne de los lagos de Maracaibo y de Valencia en Venezuela), así como en carreteras, bases militares y demás predios estatales que están en uso o conservadas como parques nacionales; además de las tierras (estatales o latifundistas privadas) reconvertidas por ley o decreto en sectores residenciales y comerciales de uso o usufructo privado; y las compras posteriores hechas por particulares y empresarios (nuevos capitalistas o no, nacionales o extranjeros) a los antiguos terratenientes y herederos de los latifundistas: compras, recordemos, de terrenos originalmente robados.
La tendencia natural (por otro lado) en los predios urbanos y rurales es que, si no se utilizan y se dejan abandonados, entre cualquiera persona y los utilice para su beneficio. A ellos los solemos llamar invasores, (en la jerga arquista) aunque hay movimientos anarquistas que bajo el nombre de okupas, invaden propiedades sin uso bajo este mismo argumento, para rehabilitarlas.
Por ello consideramos que en una situación de anarquía o de progresiva desaparición, minimización o desmantelamiento del Estado, una postura mutualista o de propiedad usufructuaria emerja más fácilmente que una de propiedad absoluta de la tierra, dado que los propietarios absolutos de tierras la tienen más fácil para defender sus tierras baldías con ayuda del Estado (socializando en el contribuyente -abaratando- la protección de su propiedad gracias a las policías, las políticas de desalojo y demolición forzosa) que si tuviera que pagar íntegramente (internalizar) los costes de su protección; aparte que sin Estado, el dejar desocupadas las tierras puede entrañar riesgos, disputas y conflictos que una política mutualista de tierras ahorraría… e igual la propiedad mutualista de las tierras lleva un costo que debe ser internalizado, pero es más asequible, proponemos nosotros.
El Estado también socializa el costo de un sistema de tribunales unificados y un sistema legal unificado a cargo del contribuyente. En ausencia de ambos (tribunales estatales y sistema legal único), los costos internalizados de estas instituciones pueden disuadir a los terratenientes de conservar sus tierras baldías y los incentivarían a negociar o conciliar reparticiones de tierras, no solo entre los campesinos que quieren ponerlas a producir, sino también entre los empresarios que les conviene abaratar su costo (ambos tienen intereses contrapuestos a los terratenientes latifundistas, que prefieren especular con las tierras aumentando sus precios).
En todo caso, el tiempo de ausencia que debe computarse para considerar a las tierras un bien usufructuable por otros es probable que sea fijado de manera jurisprudencial o establecido mediante acuerdos a fin de evitar abusos, especialmente con la conservación de las viviendas dado que son la residencia de la gente, siendo más un bien de capital (muy importante para la vida cotidiana) que un medio de producción como un galpón, casi siempre producto del trabajo de las personas y no un bien puramente natural como un campo de lavanda o una montaña, y muy difícilmente vamos a aceptar que la gente se quede sin siquiera un lugar para vivir solo porque consideremos la propiedad absoluta de bienes inmuebles un robo.
Por eso consideramos inmoral defender la propiedad absoluta de los inmuebles, que permite que hayan hogares vacíos mientras hay personas viviendo en la calle.
Todo esto lo traemos a colación dado que esta política mutualista de tierras no debe ser aplicada en una sola generación sino que debe ser permanente, y eso requeriría del acuerdo mutuo junto a la conveniencia, el beneficio y la utilidad social de la misma (que sean mayores que los costes sociales de mantenerla), no de un decreto soberano. En el caso de los sin-techo, una política mutualista de tierras urbanas y rurales posibilitaría la ocupación efectiva de viviendas completamente vacías; en el caso de los alquileres, el crédito mutualista podría facilitar su compra al propietario, a la vez que la competencia recrecida en el mercado inmobiliario disminuiría el precio de los alquileres hasta un mínimo natural.
Esta en definitiva es nuestra hipótesis.
Con respecto a los bienes que son producidos por las personas a través del trabajo (ropa, automóviles, calzado, bienes de lujo, alimentos, medicinas, herramientas, maquinaria, cepillos de dientes, zapatos… etc.), nuestra posición se deduce exactamente de lo mismo: ¿lo trabajaste? ¿lo compraste? ¿lo recibiste como regalo o herencia? Eso es tuyo y nadie te lo puede quitar, aunque no lo estés usando, justo porque lo trabajaste o lo obtuviste mediante el intercambio de un bien (o sea, el dinero) obtenido por tu trabajo o el producto de tu trabajo, por (otros) bienes. Y tienes derecho a defender lo tuyo de cualquier ladrón o invasor, sea personalmente o con ayuda de otras personas.
Tampoco queremos abolir la herencia a pesar de que sabemos que la misma contribuye a transmitir inter-generacionalmente la desigualdad económica, el eliminarla causaría más males económicos (propios del comunismo) que potenciales bienes. Además que eliminarla en un entorno anarquista (sin impuestos a la herencia) requeriría la necesaria coacción o coerción de la comunidad y ello nos parece muy propenso a generar abusos de poder e injusticias.
Y nuestra postura ante la “propiedad” intelectual (PI) se deriva de todo lo anterior. Si bien las ideas son producto del trabajo mental, estas una vez salidas de la cabeza de la gente y publicadas en cualquier medio pueden ser usadas, distribuidas y copiadas a coste cero o virtualmente gratis por cualquier medio, sea a viva voz, en la prensa, en una computadora, una fotocopiadora o cualquier medio de reproducción (como la existencia de la “piratería” así lo demuestra). Si tu lees esta FAQ y la copias en otro sitio no me estás “robando” porque yo aún las conservo en mi sitio web, mi computadora o impresas, por ello yo no puedo ser estrictamente “propietario” de esta FAQ, solamente soy su autor (y por ello me gustaría que me citaras si la vas a copiar 😀 ).
De allí que la “propiedad” intelectual sea, en realidad, un monopolio más forzado por el Estado para un fin, digamos, loable (evitar el secreto industrial y socializar los beneficios de la inventiva individual a cambio de un beneficio temporal exigible ante el Estado -en forma de protección de la misma- y ante terceros -en forma de ganancias-) pero que se ha pervertido en forma de patentes sobre patentes y demás comportamientos especulativos que recuerdan al viejo monopolista abusador de su dominio económico. La PI al final termina siendo efectiva gracias a que el «propietario» demanda, por una ley que la contempla como tal, que los policías y jueces del Estado arresten, juzguen y castiguen a las demás personas por «robar» su información o datos que termina de todas formas conservando en su disco duro, sitio web o biblioteca (!!!). Por eso no le tenemos tanta simpatía a la PI y preferimos usar licencias abiertas, libres o flexibles, además de promover otras formas como el mecenazgo, los concursos, las becas o el crowfunding como incentivos alternativos para la innovación. De nuevo: pluralidad, aquí no hay recetas únicas.
Sobre todo porque la actual propiedad intelectual puede ser vista como una institución que sirve para asegurar la paga o recompensa al trabajo intelectual; para lo cual puede idearse una redistribución colectiva de excedentes u otra forma para hacer que el trabajo intelectual pueda ser una forma de vida en ausencia de la propiedad intelectual (reconocemos que puede ser difícil y por eso hay que ser creativos).
Tampoco creemos que sean inmorales o antimutualistas los hoteles… o cualquier otra forma de propiedad en la que estén involucradas decenas, cientos o miles de personas que transitan por allí y la ocupan temporalmente. En esos casos son los administradores de los hoteles quienes ocupan primordialmente dichas instalaciones a fines de mantenerlas activas. El uso de los hospedados no solamente es temporal, sino que sería el de una habitación individual. ¡El hotel en su totalidad sería propiedad colectiva de sus administradores (como muchas grandes empresas bajo este tipo de propiedad)!
Esto se puede aplicar también a la propiedad de las viviendas familiares, dado que entendemos que pueden haber miedos respecto a que una política mutualista de propiedad usufructuaria de bienes inmuebles haga que los invasores se metan libremente en las casas de la gente, ¡y digan que son suyas porque las ocuparon!
Tanto el hotel como las casas cumplen normalmente con un ciclo natural, en el que las personas salen y entran, guardan allí sus cosas que no quieren o no pueden llevar encima; y en el caso de las casas este patrón incluye una vida solitaria o en familia más apegada a la edificación que la habitación de un hotel. Este patrón es cíclico y es permanente, ya que está implícito en el uso normal de una vivienda, hotel o casa… cosa que no suele pasar con las zonas realmente abandonadas de tierra rural o urbana, edificios urbanos o rurales que no son usados cíclicamente sino más bien son… bueno, eso, abandonados a su suerte. En los hoteles, en cambio, la ocupación es temporal, cíclica y no apegada a la habitación, y difícilmente engendraría un derecho de propiedad de los ocupantes hospedados; por otro lado en las casas, como ese patrón de uso y desuso es permanente y más apegado al hogar, esto si genera derechos efectivos de propiedad usufructuaria. Contratos mutualistas bien diseñados deben tener en cuenta esta sutilidad en la política de ocupación y uso para preservar y balancear, tanto los intereses de la comunidad como los de los legítimos propietarios de tierras y viviendas.
Respecto a eso que llaman «autopropiedad», la opinión de los mutualistas puede variar. Personalmente nos parece que la lógica de ese concepto implica que uno mismo tiene poderes parecidos a la de la propiedad de las cosas, pero con nuestra persona. Eso es, uno es dueño de uno mismo así como uno es dueño de una taza o una computadora. Por lo que las únicas relaciones válidas políticamente serían entre individuos autopropietarios de si mismos, dueños de su libertad y de su vida, porque como nadie tiene derecho de robarme, esclavizarme o matarme, yo no puedo ni esclavizar, ni robar ni matar a nadie, ni mucho menos puedo ordenar a un grupo de personas (organizadas o no) que hagan lo mismo por mí (como lo puede ser el Estado). Es una manera de llegar al anarquismo de forma simple.
Pero una mala interpretación del mismo principio de «autopropiedad» haría equivaler esa propiedad a una propiedad absoluta sobre uno mismo y, que mediante un contrato voluntario como los contratos de arrendamiento, hipoteca o una venta de una casa o un carro, uno pueda abdicar de su libertad, vida y propiedades (inclusive la propia), al estilo de los «contratos de esclavitud voluntaria» que defienden algunas gentes; y que personalmente nos parecen detestables, una estupidez en pleno. Aquí seguimos una línea de argumentación similar a «¿Qué es la Propiedad» de P-J Proudhon, pero ahora aplicada a la «autopropiedad».
El derecho de propiedad DEBE TENER UN LÍMITE y este único límite es el de la JUSTICIA y la RECIPROCIDAD. Y lo justo y evidente es que tenemos derechos de soberanía de nuestra vida por tener memoria, instinto y razón (un cerebro con una voluntad, pues); no es que «nos apropiamos» de nosotros sino que «nos gobernamos» a nosotros mismos. Todos los demás son soberanos de su propia vida así como nosotros somos soberanos de la nuestra, por lo que toda autoridad externa nos parece esclavitud, y toda disminución de soberanía entre personas soberanas debe ser mutua y recíproca, pero nunca total porque eso implica volver a implementar la esclavitud. En la práctica la soberanía individual equivale a la «autopropiedad» pero sin sus consecuencias morales desagradables…
La propiedad real solamente viene del trabajo y se legitima por el trabajo (o el intercambio voluntario); por lo que nuestro cuerpo, que no trabajamos para obtenerlo, no es propiedad nuestra, ya que sin nuestro cuerpo nosotros no somos, no existimos, cuerpo y mente son indisolubles, no separables. Nuestro cuerpo, somos nosotros, soberanos de nuestra vida. Citamos a Proudhon nuevamente:
“Decir a un desgraciado que es propietario porque tiene brazos y piernas, que el hambre que lo atormenta y la posibilidad de dormir al aire libre son propiedades suyas, es jugar con el vocablo y añadir la burla a la inhumanidad.”
(…)
“Por tanto, el hombre no es dueño de sí mismo ¡y se pretende que lo sea de lo que está fuera de él!”
El origen de los derechos humanos para el mutualismo no es, entonces, ninguna vacía e irreal «autopropiedad» o «propiedad de uno mismo» ni son los derechos de propiedad de forma genérica, sino la igual libertad de los seres humanos como soberanos de nuestra vida, y de allí todo arreglo social deriva del acuerdo de estos seres humanos libres e iguales entre sí para el mantenimiento de dicha igual libertad para todos por igual, así como de allí derivan los demás derechos que la comunidad tenga a bien contemplar para protegerlos.
De allí que Proudhon también dijera que la propiedad era «contrapeso del Estado y salvaguarda de la libertad», y esto aclara el sentido de nuestra argumentación, ya que la propiedad sobre los productos de nuestro trabajo es un medio necesario para alcanzar un fin mayor (la libertad), y no al revés. La libertad requiere de la propiedad para existir, pero la propiedad no requiere de la libertad (la propiedad puede ser obtenida mediante medios nada liberales, como usar la fuerza para robar o esclavizar; o ella misma puede acabar con la libertad propia como con la «autopropiedad» o la libertad ajena siendo un propietario abusivo o explotador, por ejemplo).
Nuestra visión mutualista sobre la propiedad, en definitiva, es la misma que expusiera el compañero Clarence Lee Swartz hace casi cien años en 1927 en su «What is Mutualism?»:
«Una de las pruebas a cualquier movimiento de reforma social para saber si respeta la libertad individual es: ¿abolirá el movimiento la propiedad privada? Si es así, es un enemigo de la libertad. Uno de los más importantes elementos de la libertad es el derecho a la propiedad privada de los productos del propio trabajo. Socialistas de Estado, comunistas, sindicalistas y anarquistas-comunistas niegan la propiedad privada».
Y he allí, mediante la soberanía individual y la propiedad proveniente del trabajo y del intercambio, una forma alternativa de llegar al anarquismo, es decir a la teoría e ideología política que aboga por la anarquía, es decir (entre otras cosas) a la disolución del Estado tal cual como lo conocemos.
¿Porqué quieren disolver el Estado?
Porque protege todos estos monopolios pro-capitalistas que mencionamos anteriormente.
Porque las autoridades públicas pueden ser propensas a abusar de su poder más fácilmente porque recolectan dinero a la fuerza (mediante impuestos) y lo destinan a sufragar sus gastos, y la justicia del Estado (si no está bien separada de las autoridades policiales y ejecutivas) puede carecer de independencia, sobre todo si está sometida a presiones económicas o políticas que son más frecuentes mientras haya más concentración de riqueza o poder en unas pocas pero influyentes manos; situación distinta de una sociedad más horizontal y de poder y riqueza desconcentradas.
Porque una autoridad centralizada es propensa a ser capturada por grupos de poder (económicos, políticos, religiosos) y a usar ese poder para complacer sus fines, sea implementar su sistema económico, su ideología política o su religión favorita a la fuerza. Así como somos anticomunistas, somos igualmente antifascistas y anti-cualquier imposición totalitaria.
Porque pensamos que es mejor que seamos dueños de nuestra propia vida y nos tratemos como libres e iguales entre nosotros.
Y porque una receta sencilla para evitar que alguien abuse del poder es evitando que ese alguien tenga poder en primer lugar. 🙂
Para ver con más detalle todo esto tengo que decirte que el análisis mutualista de las relaciones de poder es, en una palabra: realista. El poder es una relación, no es algo intrínseco a las personas o que está en un sitio y lo podemos manipular, pesar, tocar, tener y agarrar; sino para que exista el poder debe haber alguien que mande y alguien que obedezca (y ese mandante debe tener la capacidad de hacer cumplir sus órdenes al mandatario de alguna forma). Hay varias maneras de hacer eso, ya sea apelando a la autoridad tradicional, al carisma, a la ley, a la experiencia, persuasión o conocimiento y en última instancia a la fuerza.
Para analizar la naturaleza de un poder determinado, sea económico, social o político, simplemente vemos quien o quienes tienen la capacidad efectiva y los medios (económicos, sociales o políticos) necesarios para implementar sus órdenes y deseos.
Así, Benjamin Tucker sostenía que habían dos derechos, el derecho de la fuerza y el derecho del contrato. Uno tenía como sostén la fuerza y otro el acuerdo mutuo. El primero era propio del Estado y el otro propio de una sociedad libre.
Esto último está basado en la oposición entre los principios de Autoridad y de Libertad explicada por P-J Proudhon, el cual decía que estos dos principios eran inseparables como el bien y el mal, el sucio y la limpieza, o la luz y la oscuridad, que no podían eliminarse nunca sino equilibrarse, y que los regímenes políticos debían ser clasificados no por su nombre o sus buenas intenciones, sino por la esencia de su gobierno y esa esencia era el principio que los hacía funcionar.
Proudhon clasificó a los regímenes políticos en cuatro, y a dos de ellos les hacía funcionar un principio diferente:
1) Monarquía y 2) Comunismo;
3) Democracia y 4) Anarquía.
1 y 2 eran producto del principio de autoridad, sólo que en 1 (monarquía) todo el poder se concentra en una sola persona para su autoridad, mientras que en 2 (comunismo) todo el poder yace repartido en la comunidad bajo su autoridad total.
3 y 4 son producto del principio de libertad, mientras que en 3 (democracia) el poder se reparte en toda la comunidad para beneficio de la libertad individual, en 4 (anarquía) el poder está repartido individualmente en cada persona, para su propio beneficio y libertad.
La máxima libertad con la mínima autoridad (la individual) era el mejor régimen político, y viendo que el capitalismo requiere necesariamente la existencia del Estado para existir, al mantener unos artificiales derechos de propiedad absoluta sobre los medios de producción y sobre los bienes naturales, originándose así la presencia masiva del trabajo asalariado y posibilitando el derecho de extracción de rentas (el ya repetido droit d’aubaine); muchos mutualistas, empezando por el mismo Proudhon, acaban decantando en el anarquismo.
¿Son anarquistas entonces?
Sí… Aunque con algunas precisiones.
La anarquía es el sistema sociopolítico sin Estado que proponen los anarquistas como meta final. La oposición al Estado es, en todo caso, una conclusión a posteriori, porque la oposición al Estado es en tanto es una estructura injustamente jerárquica y violenta físicamente que impone un orden en ciertos aspectos artificial. Y la jerarquía así como la violencia física ejecutada por no obedecerla, son expresiones concretas del principio de autoridad coactiva. Lo que cabe bien dentro de la palabra griega an-archos que quiere decir más exactamente “sin autoridad” y menos “sin Estado”, y por eso el anarquismo es sobre todo anti-autoritario.
Un Estado no-jerárquico y no-violento físicamente no existe por mera definición, por lo que lógicamente se deduce su disolución si llegare a perder sus características violentas y jerárquicas.
Históricamente el Estado, pero así mismo la Iglesia y el capitalismo también han sido y se han comportado como estructuras jerárquicas. Por eso el anarquismo se ha opuesto a estas tres entidades desde el inicio de su historia, y por eso es que reducir el anarquismo a un mero anti-estatismo es equívoco.
Bajo el Estado hay gobernantes y gobernados, bajo la Iglesia hay clérigos y seguidores, y bajo el capital hay patronos y asalariados. Si se desobedece a los tres, hay castigos de toda clase, sea prisión, hoguera o despido… Aunque el mutualismo avanza como herramienta analítica y hoy vemos que el peso del Estado y del capitalismo es mayor al peso de la alguna vez todopoderosas Iglesias Católica, Ortodoxa o Anglicana… y que no todos los Estados pesan lo mismo, sino que dañan de distintas formas (EEUU y sus enmarañadas regulaciones en el sector de seguros dejando su sanidad dependiente de seguros capitalistas, España y su monopolio en el sector de las farmacias, Venezuela y su dictadura socialista de Estado, etc.)… además que en la Segunda Revolución Industrial (S.XIX) el ser un obrero que solamente tenía como única alternativa al despido el pasar hambre en el campo o en las ciudades recién industrializadas era una realidad certera, y hoy ante el avance de la economía de mercado, las leyes laborales, la sindicalización, las nuevas tecnologías y los nuevos empleos del S.XX, la precariedad sigue existiendo pero es menos mordaz y depende de muchos otros factores en cada país.
Y en algunos lugares la religión aliada con el poder político tienen el peso de antaño o hasta peor que antes de 1789, como Arabia Saudita, siendo esta una monarquía absoluta en un petro-Estado propiedad de la familia de los Saud; o el Irán de los ayatolás y sus múltiples empresas públicas estatales y su aparato industrial-militar desarrollado (curiosamente similar al estadounidense) que impone las normas morales del Islam a la fuerza; igual que en Arabia Saudita.
Como explica Mijaíl Bakunin, las autoridades producto de relaciones humanas no-violentas o no coactivas como aquellas provenientes del carisma, el acuerdo racional, el prestigio intelectual o social, o la autoridad tradicional, e incluso las jerarquías siempre que sean aceptadas voluntariamente y producto de la experiencia y el respeto mutuo (es decir auctoritas antes que potestas) no las vemos necesariamente con sospecha y nos parecen aceptables siempre y cuando no se vuelvan coactivas o violentas de hecho o de derecho, atacando la igual libertad de los seres humanos; y por eso en caso de conflicto recomendamos evaluar caso por caso a fin de denunciar y eliminar la coacción autoritaria cuando esta exista o emerja.
Ejemplo de una jerarquía que sea absolutamente justificada y necesaria sería la tripulación de un barco: esto es porque navegar en aguas abiertas o picadas es una actividad riesgosa o difícil que es más apropiada que enfrenten y manejen marineros expertos, a fines pragmáticos de lograr seguridad y conservar las vidas y bienes, y que como tal estos expertos puedan liderar a los marinos menos expertos. Repetimos: las jerarquías injustificadas e innecesarias no son libertarias, son prescindibles y deben ser abolidas en mutualismo; y en donde por necesidad y justificación absoluta deban haber jerarquías, estas deben ser sometidas a varios controles y deben ser puestas en horizontal lo más posible respecto a los liderados o gobernados (quizá a través de un proceso democrático u otro similar). En el ejemplo del barco, podemos postular que el capitán sea electo por los marineros, sujeto a supervisión de todos los tripulantes, y que los trabajos más desagradables sean rotados entre toda la tripulación, etc.
Otra precisión es que hay básicamente dos posturas en el mutualismo respecto al Estado, la anarquista y la federalista:
-Los mutualistas anarquistas (son la mayoría) quieren eliminar el Estado completamente y hacer que sus funciones las asuman asociaciones voluntarias y horizontales; siendo estas principales funciones la legislación, la justicia, la seguridad ciudadana y la defensa nacional, además de la seguridad social, la educación, la sanidad y las transferencias sociales, y las demás funciones que tenga cada Estado en cada país.
-Los mutualistas federalistas (o minarquistas)no quieren eliminar el Estado completamente pero sí buscan reducirlo al máximo posible de tal forma que la gran mayoría de las funciones públicas sean asumidas por estas mismas asociaciones voluntarias y horizontales, salvo aquellas que, por necesidad, necesiten de la mínima autoridad centralizada posible a fines de coordinar esfuerzos. Algunos de ellos inspirados en el Georgismo (por Henry George) proponen un único impuesto sobre los bienes naturales (particularmente la tierra) para sufragar los gastos de este mínimo Estado, como medida de transición a la anarquía o una contención útil de un Estado extremadamente limitado; esto apoyados en la misma tesis mutualista-georgista de considerar que los bienes naturales no los creó nadie y que su beneficio debe ser colectivo por ser patrimonio de todas las personas… Añadimos que el impuesto a los predios es de los pocos que no distorsiona gravemente las actividades económicas existentes, esto en una palabra, es un impuesto eficiente. Esta forma de mutualismo federal más el impuesto georgista a la tierra también puede ser llamado geomutualismo.
Los federalistas se basan además en el viejo Proudhon para sostener las funciones mínimas de este Estado casi inexistente, esto por una sutileza proudhoniana que distingue entre el «Estado» como entidad superior a la sociedad e impuesta a ella a la fuerza que puede y debe ser deshecha, y el «Gobierno» como función propia de la sociedad, de regulación de las cosas comunes, y que puede ser asumida por ella misma de forma orgánica a través de la federación radical:
“De esta manera, la función del gobierno sería estrictamente la de legislar sobre los asuntos en común que existan entre los estados confederados, crear la infraestructura material necesaria para el mejor desarrollo de éstos, así como definir y regular ciertos aspectos económicos y políticos, entre otras cosas. La cuestión aquí, es que en ningún caso el Estado puede arrogarse el derecho de erigirse como administrador de lo que él mismo ha creado o ha puesto en marcha, muy por el contrario, una vez cumplida su labor, debe dejar en manos de cada comuna o provincia la tutela de los bienes y servicios por él proporcionados.”2
Es decir, que este Estado mínimo mutualista federal nada más pasaría de gobernar a las personas a administrar las cosas. Un énfasis muy importante porque ya es tratar de coordinar la producción, distribución y aprovechamiento de cosas materiales e inanimadas (incluso los bienes naturales y no trabajados en los cuales entremos en conflicto) mediante el consenso de los seres animados y racionales (que seríamos nosotros) a través de una organización probablemente jerárquica pero muy horizontal y muy vigilada, encargada de esta administración de dichas cosas pero no de dictar órdenes a las personas… algo muy cercano a la plena anarquía si me lo preguntan.
No pensemos que ambas posturas estén en conflicto irremisible e imperdonable: los federalistas radicales no se molestan con los anarquistas porque las actividades voluntarias y de apoyo mutuo/recíproco (Poder Dual) sirven para descentralizar el Estado como ellos quisieran.
Los anarquistas tampoco se molestan con los federalistas porque el oponerse a nuevas leyes y el reducir los ámbitos de injerencia del Estado a unas pocas cosas (como el impuesto único) ayuda a la construcción de una sociedad ácrata.
De todas maneras recordemos: los mutualistas federales no son anarquistas, sino minarquistas (a lo sumo); los mutualistas anarquistas… bueno, lo son. Obviamente. 🙂
Al final ambas posturas se complementan entre sí porque buscamos lo mismo: la moderación y final eliminación de la coerción institucionalizada del Estado siendo esta (recordamos) una concreción de las jerarquías. Esto es algo que sacamos del liberalismo pero lo llevamos a su conclusión lógica más radical.
¿Son antidemócratas? ¿Quieren acabar con la democracia?
Depende de tu definición de democracia. Y de la nuestra…
Porque la democracia realmente existente, hoy de tamaño casi soviético, es una democracia arquista y representativa. Fue hecha cuando era buena idea otorgarle temporalmente poder a unos representantes para que decidieran por mayoría cosas, en tiempos cuando las carreteras nacionales no existían, ni las telecomunicaciones estaban avanzadas, ni la educación o la alfabetización estaba bien extendida, y sólo unos ricos e ilustrados podían gobernar y votar (los hombres potentados, terratenientes o comerciantes con capital cultural y tiempo de sobra, claro) como adaptación de la original idea democrática de Atenas a Estados-nacionales de millones de habitantes y cientos de miles de kilómetros cuadrados de extensión.
Esta democracia puede verse para los anarquistas como una usurpación de nuestra soberanía individual al estilo de lo que decía Rousseau: que cada cuatro/cinco/seis años somos libres para votar por unos señores, mientras que el resto del tiempo somos esclavos de esos mismos señores y sus decisiones. Porque el poder verdadero no es votar a unos políticos cada cuatro años sino en acordar, redactar, firmar y ejecutar las leyes, cosa que hacen justamente los políticos electos; y esto aún se cumple en las actuales democracias representativas ya masificadas y sin sufragio censitario-masculino [donde solo votaban legalmente y eran electos hombres con mucho dinero, renta y propiedades] como era en el S.XIX.
La autoridad representativa entonces depende de la política electoral periódica, de la intermediación de partidos políticos, y de toda una serie de instituciones que mal que bien, a veces mal, a veces bien, garantizan la libertad individual y colectiva al dividir el poder del Estado y determinar una serie de derechos que no pueden ser alterados o violados por el Estado. O sea, que el poder en una democracia representativa no lo tiene el Pueblo sino que lo tienen políticos electos por el Pueblo para que gobiernen a su nombre.
La democracia arquista-representativa también tiene cierta tendencia al espectáculo y al dominio de los showmans (según Giovanni Sartori) y su organización parece lenta en cuanto no sea descentralizada y aproveche el conocimiento distribuido y los recursos materiales de los habitantes y grupos sociales directamente involucrados. También tiene incentivos para gastar más cuando implementa políticas públicas porque el Estado administra dinero “público” extraído de los contribuyentes sin supervisión efectiva, y gasta mucho más si las instituciones contraloras no existen o están corrompidas. Además de la política como espectáculo, está el envilecedor y desmoralizante escenario de la demagogia entre “rojos” y “fachas” o entre partidos políticos lanzándose entre sí epítetos, ofensas o simples eslóganes en lugar de la teórica deliberación racional y argumentación pausada entre representantes dentro del Congreso.
La corrupción de los mismos partidos políticos y el cuestionamiento de muchos de ellos por variadas razones también entra dentro de este paquete crítico. Muy especialmente dentro de este paquete está el denunciar el funcionamiento real del sistema de partidos en una democracia moderna, en el cual unas cúpulas partidistas con más o menos poder deciden y negocian las políticas reales del país además de las listas de candidatos que se postulan al Congreso o Asamblea Nacional, sin demasiado contacto con las bases de los partidos, sea por dejadez de la militancia, sea por poca extensión de la afiliación de los partidos en la población, sea por ausencia efectiva de medios democráticos de participación interna en los partidos, dejando al Congreso un mero papel de rúbrica de las decisiones finales ya tomadas; en lugar de la teórica deliberación independiente y racional de los congresistas o parlamentarios electos directa y periódicamente por el Pueblo, que debieran representarlo y tomar decisiones propias del beneficio común del Pueblo sin someterse a imperativos de ninguna clase, sean de cabildos, partidos políticos, lobbies o grupos de presión políticos, sociales o empresariales, etc.
La libertad anarquista, y su democracia, la consideramos superior al voltear todo el sistema representativo y ponerlo del revés al basarnos en el individuo como sujeto políticamente importante. Si eres el único autorizado para definir tu vida y tu camino a seguir en ella, lo lógico es que las cuestiones colectivas (que existen y no las vamos a negar) sean resueltas mediante acuerdo de todos los individuos, y como toda autoridad externa es imposición, entonces tal acuerdo no puede ser obligatorio sino consensuado entre todos. El poder ya no está dividido entre los organismos del Estado sino entre los individuos y organizaciones sociales. Esta es otra idea liberal llevada a una conclusión radical.
Es en este sentido que entendemos el contrato social, como la organización política hecha de tal forma en la cual todos podemos estar de acuerdo si se nos es presentada; no como un papel firmado en alguna parte, que es algo que no sostiene ni siquiera el liberalismo, salvo quizá en el “contrato virtual” de unos representantes firmando una constitución a nuestro nombre.
Por otro lado, la “democracia industrial” propuesta por Proudhon es tanto la dirección democrática de las empresas por parte de los trabajadores en sus puestos de trabajo, como la maximización de la agencia de la persona individual (o sea, que cada persona posea un máximo de decisión) en control de su propia vida, respetándola y conciliándola con igual grado de control de parte de otros sobre sus propias vidas. Esto también es igual libertad.
Algunos compañeros pueden opinar que toda «-cracia», aún esta democracia radical y profundamente descentralizada es contradictoria con el mutualismo y la anarquía por mera definición, además que sería impráctico por imposible el hacer que un grupo de personas decida por mayoría cualquier asunto sin una fuerza que obligue a hacer efectiva esa decisión en todo el grupo. Sobre esto se puede debatir, dado que existe el peligro cierto de que esta comunidad o comuna ácrata puede volverse otro «arché», otro poder que resurrecte al Estado… Muy probablemente estas asambleas, rectamente anarquistas en este último sentido (según Shawn Wilbur), se conviertan en cuerpos puramente consultivos (sin poder obligatorio) que recojan la información diseminada en las redes de personas, mutualidades y federaciones económicas para una mejor y más responsable acción local, dando como resultado un organismo político más flexible del que se esperaría de una clásica receta anarcosindical…
De todas formas, esta versión de la democracia por asociación de personas soberanas, libres e iguales da como resultado la forma preferente del consenso o la unanimidad como criterio para tomar decisiones, y es mucho más fácil que el consenso o la unanimidad se de en grupos muy reducidos de personas, así como leemos que hay estudios que indican que es más fácil llegar a acuerdos y a despolarizar las mentes en grupos pequeños e informados de personas; además añadimos que la democracia por voto mayoritario es posible siempre que sea libremente consentida (en un ejercicio de disciplina interna); aunque también puede recurrirse a la rotación y el sorteo, estrategias de selección política propias de la Antigua Atenas en donde la elección era requerida para pocos pero importantes cargos, como los generales (en donde el mérito importa más, dado que la elección es en esencia un método aristocrático de selección política en donde se intenta elegir al mejor = aristós).
Las tecnologías de telecomunicaciones, el internet barato y la informática pueden ser aliados para esta versión de democracia. Aparte, el famoso número de Dunbar (150 personas) indican los límites de procesamiento mental personal como para hacer más factible una versión de democracia en lo micro (quizá -vamos a poner un ejemplo- sería una comuna de un máximo de 10.000 personas, formadas entonces por entre 60 a 70 comunidades de 150 personas cada una, y cada una de estas comunidades podría enviar uno o dos representantes por sorteo periódico cada tres años, para conformar el gobierno de la comuna que se conformaría por más o menos 150 personas), lo que hace preferible tratar al conglomerado político-social como un conjunto de redes de grupos de personas en lugar de una masa uniforme, una e indivisible de millones de personas como Pueblo soberano.
Destaco que todas estas redes de personas, comunidades y comunas serían unidas mediante contratos mutuos, al estilo de los actuales contratos para crear fundaciones, organizaciones no-gubernamentales o asociaciones.
Lo principal es maximizar las oportunidades de información y de participación de cada elector, y eso se podría hacer limitando el ámbito de las decisiones políticas y sociales importantes a esas comunidades de 150 personas, mientras que la comuna supervisaría los asuntos propiamente comunales del día a día y por ello comunes a todas las 10.000 personas del vecindario, urbanismo, barrio o sector; y luego estas comunas se organizarían en uniones de comunas que podrían ser de cientos de miles, millones o hasta millardos de personas; siendo que la soberanía de estas uniones y comunas estaría bien en el fondo, en las comunidades y hasta en los mismos individuos que las forman; evitando la coerción de los Estados centralizados de hoy… ojo, ¡todo lo anterior es una sugerencia! No es palabra de Dios.
No decimos que la democracia directa sea perfecta, que no lo es; es que bajo el mutualismo la gestión de los asuntos públicos se mezcla y no se separa fácilmente de la gestión de los asuntos económicos por parte de las mutualidades. Con ello, los individuos asociados mutuamente podrán satisfacer más prontamente sus necesidades más inmediatas mediante el mercado liberado y los “servicios públicos” disueltos en redes de cooperativas, a la par que esta dinámica reduce las necesidades de cooordinación en asambleas democráticas, solamente hasta un mínimo necesario para el gobierno de las cosas comunes, en donde el mercado sea inefectivo o sub-óptimo… igual considerando que las asambleas populares pueden tener problemas con la agenda de temas a tratar (que suele ser dada por los organizadores de las mismas y no por la asamblea en sí), la influencia de potenciales demagogos u organizadores inescrupulosos, o el tema de delimitar los poderes de la asamblea comunitaria para evitar abusos; y esa otra razón mutualista para confiar en el mercado liberado y de empresas cooperativas, lo más que se pueda, como un sistema de asignación de recursos y de decisión de problemas comunes.
En palabras de Piotr Kropotkin (citado por Kevin Carson), la democracia anarquista sería descrita mejor como un orden de este estilo:
“no por la sumisión a la ley ni por la obediencia a autoridad alguna, sino por los acuerdos libres llevados a cabo entre varios grupos, territoriales y profesionales, constituidos libremente por el bien de la producción y consumo, así como por la satisfacción de la infinita variedad de necesidades y aspiraciones de un ser civilizado.”3
Una definición que básicamente es equivalente a la de anarquía. En el pleno mutualismo, política y economía son la misma cosa.Las relaciones de poder económico se transforman en unas de poder político y viceversa; y por eso preferimos horizontalidad y descentralización económica que se volverá horizontalidad y descentralización política. Esto implica que las relaciones políticas tal como hoy las conocemos cambiarían de tal forma que «el gobierno» sería la organización económica del día a día, y como tal se alteraría de forma notable el como pensamos la vida cotidiana en sentido político.
Este nuevo orden llevaría las nociones de «permitido» y «prohibido» a otro nivel, reemplazándolas por la noción de la «responsabilidad» y «lo responsable e irresponsable», dado que el permiso y la prohibición suponen una autoridad (en este caso el Estado) que haga cumplir la prohibición o permita hacer. La responsabilidad en cambio supone una responsabilidad personal y mutua ante consecuencias desconocidas o desagradables de un evento, situación o acción. Esto como principio del «gobierno» mutualista implica que para evitar conflictos en la nueva sociedad libertaria, las mejores prácticas individuales y colectivas serán las que interioricen mejor y de forma mutua los costos y consecuencias de nuestras propias acciones.
Por todo eso, en definitiva, queremos localizar y municipalizar la democracia lo más posible, para hacerla realmente participativa, además de que el nivel municipal o ciudadano ha sido históricamente el nivel en donde la democracia nació (como en Atenas) y se desarrolló. Esto también implica que estamos, a su vez, en contra de la democracia representativa por romper con este esquema de igual libertad que dije antes, generando una clase jerárquica de gobernantes y otra de gobernados.
Aunque sabemos perfectamente que en toda organización social y política si fuere estrictamente necesaria o inevitable la aparición de una jerarquía, la mejor aproximación posible a la anarquía es la de limitar el poder de dicha jerarquía o autoridad y horizontalizarla lo más posible; como por ejemplo disponer que la Constitución del país contemple el referendo revocatorio del mandato de los políticos representantes, disponer de una separación real y verificable de poderes tanto horizontal (entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial) como vertical (entre un poder general muy concreto y las entidades sub-nacionales con la mayor cuota de poder), o formas de democracia líquida o comunitaria en paralelo a la tradicional democracia representativa.
Otro riesgo inherente a una visión libertaria (como por ejemplo la defendida por ciertos anarcocapitalistas) es que puedan existir comunidades políticas en las cuales, fuera de los derechos naturales a, por ejemplo, la propiedad privada, los derechos civiles y políticos puedan variar salvajemente debido a las diferencias de contratos sociales (que serían lógicamente contratos privados entre personas y empresas), a la diferencia de poder adquisitivo para poder comprar o no esos derechos, y al derecho que todos tendrían de entrar o salir de una comunidad política tal como se entra y sale de un club privado; volviendo finalmente al sistema anarcocapitalista en la práctica como un sistema más neofeudal que cualquier otra cosa, con empresas, corporaciones o multinacionales cuyos dueños estarían gobernando sobre diversos territorios y sobre «ciudadanos» que serían más bien empleados, quizá agrupados en castas dependiendo de su poder adquisitivo y de cuales derechos políticos les sean reconocidos dentro de la empresa-comunidad, así como con los diversos solapamientos entre distintas compañías que pueden exigirle al individuo cosas que pueden ser contradictorias, como una compañía de salud exigiendo una prestación que su trabajo le impide reclamar (todo esto, recordemos, facilitado por la propiedad privada de los medios de producción).
La utopía comunista también padecería del mismo mal pero a la inversa: el poder indiviso de la comunidad enfrente del individuo sería suficiente para que en nombre de la comunidad todo principio de libertad individual fuera erradicado (tal y como las clásicas propuestas comunistas consideran necesario, como la de Babeuf). La abolición de la libertad de elección, de la propiedad personal conducirían rápidamente a la alienación de la persona y a una vida claramente miserable.
Por otro lado, el principio de igual-libertad mutualista es claro: todos ganamos, todos perdemos, todos somos propietarios, todos participamos, independientemente de nuestros bienes o posesiones, somos seres humanos libres e iguales a los demás, aparte que los mutualistas apoyan la propiedad cooperativa de los medios de producción y las cooperativas de clientes y consumidores (y en consecuencia la democracia industrial); y por eso el mutualismo requeriría necesariamente alguna forma de democracia radical opuesta (o complementaria en el mutualismo federal) a la democracia representativa para los asuntos que se salgan de lo puramente económico.
Pero el mensaje, a final de cuentas, es que no queremos acabar este sistema a punta de bombazos sino a base de volverla irrelevante, al igual que su sistema de leyes.
¿Quieren acabar con las leyes?
No exactamente. Anarquía significa “sin autoridad” o “sin soberano”, no “sin ley” o, peor, “sin orden”. Las reglas actuales ordenadas desde el Estado con forma de ley son expresión patente de violencia e instrumento necesario del Estado para imponer su autoridad (si no las obedeces te caen a golpes). Sin violencia o coacción que las aplique, las leyes son un mero manual de buenos consejos y ya. Por lo que en una perspectiva anarquista o anarquizante esta clase de leyes las vemos innecesarias, cuanto menos.
Ahora, reglas acordadas por mutuo acuerdo y negociación entre personas libres e iguales entre sí, no solamente las vemos deseables sino absolutamente necesarias para estructurar una sociedad libertaria. Estas reglas toman entonces la forma no de una ley que es obligada a cumplir unilateralmente por una de las partes a la otra, sino de un contrato entre partes que se obligan a cumplirlo mutuamente a riesgo de deshacerlo y perder ventajas mutuas.
En sentido jurídico el mutualismo quiere reemplazar el Estado de Derecho por una Sociedad de Contratos.
Lo vemos más justo y con menos posibilidades de abuso de poder dado que la extrema descentralización que proponemos terminaría por desconcentrar este mismo poder en los individuos y en asociaciones con poderes más o menos equivalentes entre sí.
«XI. La asociación libre, la libertad, que se limita a mantener la igualdad en los medios de producción y la equivalencia en los cambios, es la única forma posible de sociedad, la única justa, la única verdadera.
X. La política es la ciencia de la libertad. El gobierno del hombre por el hombre, cualquiera que sea el nombre con que se disfrace, es tiranía; el más alto grado de perfección de la sociedad está en la unión del orden y de la anarquía.»
P-J Proudhon (1840)
Eso también significa que habrán tantas “leyes” como contratos entre personas y asociaciones hayan; y por eso a esta situación también se le llama técnicamente “sistema de ley policéntrica”, contrario a uno de ley centralizada (en el Estado); en donde tenemos que recordar que bajo un Estado, esta entidad tiene el monopolio de la ley, a su vez que el monopolio de la aceptación (v.g. legitimidad) para aplicarla sin que la gente chille demasiado, y el monopolio de la fuerza para aplicarla efectivamente mediante sus tribunales estatales, policías estatales, cárceles estatales y militares estatales.
Lo que vendría después de un sistema legal único y tribunales estatales únicos, probablemente sería un sistema consuetudinario de tribunales privados, abogados privados y múltiple legislación competitiva emanada del contrato que, de acuerdo a la jurisprudencia y al precedente, convertirían a la costumbre en ley (y así a las mejores leyes que serían más aplicadas en vez de las menores leyes mediocres o inconvenientes); y que sólo podría sobrevivir a largo plazo si los beneficios sociales de la aplicación de este sistema de orden legal espontáneo, múltiple y en red fueran superiores a los costes de mantenerlo (incluyendo sus fallas procesales y la injusticia relativa que genere, esto es, la justicia sustantiva).
Podemos prever ventajas en cierta centralización del derecho y por eso probablemente esta red de normas se estandarizará de acuerdo a las necesidades de personas y asociaciones, al menos en ciertos principios comunes tanto dogmáticos como adjetivos o procesales, si así surge orgánicamente lo que no solamente es deseable sino además factible en cuanto los costos de transacción aumentan con la «feudalización» y localización de los sistemas jurídicos mientras más interconectada y amplia sea la sociedad económica.
Suponemos que criterios de facilidad, comodidad, celeridad, certeza, igualdad, flexibilidad y practicidad serán algunos de estos principios seguidos por esta clase de normas mutualistas, siempre y cuando las partes gocen de poderes iguales o semejantes y de allí nuestra insistencia en un tipo de organización política y empresarial horizontal y cooperativa, para evitar abusos de los fuertes sobre los débiles (o viceversa). También suponemos la emergencia de una red de jurados populares y jueces o agencias de arbitraje que reemplacen a la red de actuales tribunales estatales.
Podemos prever al menos cuatro formas de administración de justicia en este tipo de sociedad mutualizada o socialista libertaria:
Una justicia «insurreccional» y puramente espontánea de asociaciones temporales, grupos informales y movimientos que administrarían la justicia de acuerdo a la costumbre. Algo poco distinguible de la «mob justice», y una opción más propia del «anti-organizacionismo» y el «insurreccionismo».
Una opción anarco-individualista en donde habrían bufetes y tribunales privados (en forma de cooperativas) que ofrecerían servicios judiciales de acuerdo a la costumbre y/o a una ley pactada entre estas redes de tribunales y bufetes.
La opción anarco-colectivista en donde la comunidad como un todo, la comuna o el barrio, decide la aplicación de la justicia a modo de un jurado democrático de acuerdo a la costumbre y/o a una ley pactada por toda la comunidad. Los sistemas 2 y 3 tendrían multitud de servicios adicionales y auxiliares de justicia como defensa «pública», fiscalías, policías de investigaciones o forenses, etc. provistos por comités de redes de asambleas populares y/o por formas similares a los tribunales y bufetes abogados privados cooperativistas.
El mutualismo federal o minarquista conservaría el sistema estatal de tribunales pagados por pocos impuestos y una ley centralizada hecha por un parlamento representativo, quizá regional o municipal. Pero dicha ley sería lo más descentralizada posible (a nivel de la región o municipalidad) y los jueces procurarían ser electos por las comunidades en forma de tribunales municipales o comunitarios, o controlados mediante jurados populares o escabinados autónomos de la misma justicia estatal que sería reservada a los niveles más altos del Estado (la justicia federal y por apelación). Este sistema podría incluir con la adecuada armonización a los sistemas 1, 2 y 3 al mismo tiempo.
Podemos aceptar perfectamente que las comunidades por si solas no darán los recursos necesarios para mantener un sistema de justicia voluntaria, al menos por un tiempo; y que la opción 1 es muy propensa a la injusticia y a los linchamientos; así que se puede argumentar que una opción 4 puede ser propuesta como un estado de transición hacia sistemas de justicia más mutualizados al estilo 3 y 2
De todas formas la base de este sistema jurídico complejo y de red es el derecho creado por las interacciones entre demandantes y ofertantes de justicia, con un importante antecedente histórico:
«En realidad, los servicios de ley, orden y justicia ya han sido provistos en sociedades no estatales: la Lex Mercatoria, el derecho medieval islandés, irlandés o anglosajón son buenos ejemplos de ello. Durante la Edad Media, los comerciantes de una ciudad podían mantener su ley cuando viajaban o vivían en otra ciudad (incluso transcurridas varias generaciones), sin necesidad de un Estado central común; y en la Arabia preislámica los pleitos entre tribus (incluso en el ámbito urbano) eran resueltos por mediación de personajes venerables, como lo fue el propio Mahoma.
Además, en la actualidad ya existen compañías de seguridad y tribunales de justicia (especialmente en EEUU) que complementan los servicios públicos cuando estos son incapaces de atender las demandas de los consumidores, por no mencionar la existencia de seguros o tribunales privados encargados de dirimir contratos comerciales entre particulares.
Sobre esta base, las empresas podrían competir entre sí por ofrecer la mejor ley, orden y justicia al menor precio posible. Si los consumidores perciben con temor el conflicto con individuos de otras compañías, estas tendrían incentivos en establecer pactos entre sí, comprometiéndose a resolver pacíficamente los pleitos (lo que llevaría al desarrollo de tribunales de arbitraje elegidos colegiadamente, etc.). Las compañías más agresivas, al incurrir en mayores costos a causa de la guerra y los conflictos, tenderían a ser desplazadas del mercado por compañías más pacíficas y, por lo tanto, baratas.
Naturalmente, estas empresas podrían tomar la forma de mutualidades: si en Japón existe una cooperativa de consumo de 300.000 miembros (Seikatsu) y en Suecia un banco mutualista de 40.000 socios [el banco JAK], ¿por qué no podrían reconvertirse o ampliar sus servicios en una eventual sociedad postestatal?»
V. Olcina, (2010)
¿Quieren acabar con los derechos humanos? ¿Cómo vamos a proteger los derechos humanos sin Estado?
Lo básico de estos derechos es que son principios morales, instituciones y normas que sirven como una piedra clave en la ideología liberal-democrática actual. El Estado debe tenerlos como límites esenciales a su poder y deben ser garantizados como mínimos universales en todo el planeta para todos los seres humanos.
Son producto de esta época, la época del liberalismo, también la del socialismo y con ellos la del anarquismo, la de la democracia extendida a las masas, la de la globalización económica, la del Estado de Bienestar, de la televisión, el cine, las computadoras… Hablamos de la modernidad. Y en la era moderna, la idea es que los seres humanos tenemos una dignidad que nos pertenece por solo ser humanos, y que debe ser respetada por la sociedad y por el Estado. Esto al revés de la Antigüedad clásica o la Edad Media en las cuales los seres humanos somos piezas del cosmos o del sistema divino, o de la polis y que como tales debíamos acomodarnos a ella o ser acomodados para funcionar de manera armónica con la sociedad. En términos técnicos, es el individualismo político vs. el organicismo u holismo político.
El mutualismo, para dejarlo claro, es hijo del individualismo político liberal. Con ello, la sociedad puede y debe ser rehecha para asegurar la mayor libertad y felicidad del individuo mediante el acuerdo y la acción colectiva, y este es un legado proveniente de la Revolución Francesa que los mutualistas llevamos hacia un fin radical.
Encontramos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) la lista mínima que los representantes de los gobiernos mundiales en 1948 acordaron necesaria a estos fines. Y vemos dentro de esta pequeña lista de 30 artículos hay:
del artículo 3 al 21 son derechos de libertad negativa; o sea, derechos que requieren que el Estado deje de ejecutar acciones para garantizarlos. Son derechos de libertad individual o derechos civiles. (Libre prensa, libre tránsito, no-tortura, debido proceso, etc.)
del artículo 22 al 27 son derechos de libertad positiva; o sea, derechos que requieren que el Estado ejecute acciones y provea servicios para garantizarlos. Son derechos sociales, económicos y culturales. (Salud, alimentación, vivienda, seguridad social, y aún otros no contemplados expresamente como agua potable, vestimenta, internet, etc.)
Nuestra mirada, sea anarquista o anarquizante, nos hace reflexionar acerca de como garantizar estos derechos sin requerir del Estado. Empezando con el hecho de que el único que viola estos derechos es el Estado, el Estado es el único que puede violar derechos humanos. Si no hay Estado, no hay violación de derechos humanos posible.
Cabe destacar que la DUDH no menciona específicamente que los Estados son los únicos órganos, asociaciones o entes autorizados que deban proteger estos derechos… y sería incorrecto interpretar a la DUDH de esta forma, dado que hasta en una situación de anarquía o de ausencia de Estado, estos derechos aplican a toda persona por igual, porque estos derechos le pertenecen a la persona humana, no al Estado.
En el mutualismo las personas y las asociaciones voluntarias deben ser impedidas, deben impedir, y no deben ejecutar, acciones que violen los derechos de libertad individual tal y como están obligados hoy los Estados. Si entendemos que el monopolio del uso legítimo de la fuerza física desaparece y pasa a diluirse en la sociedad y sus organizaciones, estas deben controlarse y ser controladas para evitar torturas, desapariciones forzosas, juicios injustos… La acción del mercado, de la libre prensa y de la comunidad (a través de boicots, principalmente, tanto físicos como económicos; también desobedeciendo activamente normas u órdenes injustas) pueden contribuir a esto, incluso en el caso de un Estado mínimo mutualista federal.
Respecto a los derechos de libertad positiva, que son los famosos derechos económicos, sociales y culturales, se puede argumentar que obligar a una persona a prestar servicio a otra es bastante similar a la esclavitud, condenada en el artículo 4 de la DUDH. Eso incluye los servicios sociales y puede argumentarse a partir de esto el rechazo a servicios obligatorios de bienestar y asistencia social por basarse en un absurdo continuado financiado a la fuerza mediante los impuestos… Otras personas argumentarán que como los derechos sociales ya están establecidos a la par de los derechos individuales, el equivaler la prestación estatal de derechos sociales con la esclavitud es un absurdo, y que en todo caso esa prestación garantiza de forma efectiva dichos derechos con lo cual se vuelve un mal menor, cuando no un bien. Y que dejar de financiar los derechos sociales, así sea mediante la fuerza del Estado y de su administración tributaria, es más perjudicial para las personas que la misma fuerza de la ley.
Por otro lado, y según nuestro análisis de clase, los derechos sociales fueron creados por las autoridades del Estado como manera de hacer más soportable la explotación del hombre por el hombre y el gobierno del hombre por el hombre, al corregir ciertas fallas del capitalismo industrial y así se conjuraba el peligro (para los capitalistas) de una revolución de los trabajadores; como pasó con Otto von Bismarck (el primer antecedente del Estado de Bienestar y que no era para nada un «rojo» o un «commie»); o que fueron creados en su caso por los socialdemócratas para justificar teóricamente su revolución democrática y redistribuidora de las rentas del capital en pro de las clases obreras; o en el caso de los liberales moderados, para asegurar un mínimo de confort y bienestar a las clases trabajadoras y medias tras el trauma de la guerra; como pasó con los liberales británicos que teorizaron el Welfare State y éste pasó a aplicarse con el laborista Clement Atlee tras la Segunda Guerra Mundial, y así en otros países de Europa Occidental en lo que sería llamado el «Pacto Social» para darle un pie estable tanto económico como social para las democracias representativas vencedoras (y casi siempre afectadas) de la Segunda Guerra Mundial. Movimientos similares podemos encontrarlos en el resto de Europa y en EEUU, así como en Latinoamérica con ciertas particularidades…
Pacto social que está hoy en peligro en países ricos y en vías de desarrollo con el aumento de la desigualdad (sobre todo de parte de los ricos), la pérdida de solidaridad integeneracional, el colapso de los sistemas de pensiones de seguro social estatal, el aumento de la esperanza de vida más la reducción de la natalidad, las presiones inmigratorias, las luchas culturales, el anquilosamiento de los partidos políticos tradicionales y el surgimiento de extremistas, los peligros del cambio climático y la automatización que puede cargarse a millones de puestos de trabajo en las próximas décadas y hacer colapsar el actual mercado laboral, las clases medias y el sistema educativo que conocemos hoy… :O
También vemos, por lo anterior, que la defensa de los derechos sociales y de su provisión estatal está más vinculada a la variante democrática y liberal del Socialismo de Estado que conocemos como socialdemocracia. Un mutualista anarquista o anarquizante no vería, entonces, con buenos ojos que el Estado tenga tal poder de repartir la renta o el capital de la sociedad dado que puede llegar a volver acomodaticios a los sindicatos y a las clases productivas, aparte que puede volverse peligroso este poder si el Estado se vuelve autoritario y niega la salud o la alimentación a sus oponentes políticos (o los reparte bajo criterios políticos), y a su vez todo ello atenta contra el principio de igual libertad tan caro al mutualismo y a demás formas de anarquismo.
Pero por otro lado vemos que sin el Estado de Bienestar vuelve el Estado liberal del S.XIX que deja en paz al patrón explotador, dejando en la calle a los trabajadores; y que muchos liberales vulgares terminan defendiendo como una suerte de avance (en realidad, retroceso hacia una época pasada) en contraposición al Estado Social de Derecho. Así que las posiciones anarquistas han oscilado entre el rechazo más absoluto a las partidas y medidas de gasto social, a la defensa de la protección estatal de los derechos sociales a falta de medios voluntarios para garantizarlos.
Tenemos más adelante una pregunta y una respuesta parecida que intenta resolver este dilema, pero, para resumir, los mutualistas preferimos que organizaciones voluntarias, comunitarias o cooperativas, en redes de protección social, financiadas por sus usuarios, o por un impuesto único a la renta y/o las tierras, o por los bancos de crédito mutuo, o por contratos de ayuda mutua entre grupos de personas donde se intercambien trabajo por bienes, de tal forma que se garanticen los derechos sociales, económicos y culturales a todas las personas por igual. Ninguna persona debe quedarse en la calle, hambrienta o enferma y creerse «libre» por no ser gravada con impuestos o no ser ordenada por un policía. La libertad es tanto mental como física, es individual y social, lo que incluye el tener medios materiales suficientes para gozar efectivamente de esta misma libertad, sin violar la libertad física y mental ajena.
Mientras tanto pensamos que colaborar con asociaciones independientes de defensa de derechos humanos, como hay oenegés de ese estilo en todos los países, es buena idea para denunciar y documentar toda violación de derechos humanos y que el actual sistema arquista y legalista de protección universal y regional de derechos funcione para algo, ya que lo tenemos encima…
Y muchas veces, cabe destacar, la protección de los derechos sociales de parte de «la Nación» pueden esconder otros intereses oscuros…
¿Y que pasa con la Patria, la Nación? ¿Son nacionalistas?
No, lástima…
El sujeto moralmente importante de la teoría y práctica mutualista es la persona individual, y sobre ella así como se construye nuestro sistema y método analítico. Son las personas las primeras víctimas de los males sociales e individuales y quienes primero se benefician de las cosas buenas.
La excusa de la nación ha sido utilizada históricamente para generar en los ciudadanos del país una lealtad acrítica a “la nación” que se suele confundir con los gobernantes del Estado, y cuya “voluntad” al final es la voluntad de esos mismos gobernantes. Ello puede conducir muy fácilmente a odios nacionalistas internos que pueden generar hasta una guerra civil, u odios nacionalistas externos que incentivan a la guerra exterior. Para los nacionalistas, fascistas y demás gente parecida, por alguna estúpida «razón», el elevar a la guerra como una necesidad vital para la perfección de la raza humana (o de una raza, la aria, la hispana, etc.) o como expresión de la voluntad de vivir, les parece genial.
Para nosotros nos basta con ver los terribles costes humanos, psicológicos y económicos de las guerras, a la vez que filosóficamente estamos en desacuerdo con ese pensamiento romántico derivado de Hegel; Proudhon si bien pensaba que autoridad y libertad coexistían mutuamente y no podían eliminarse, y tanto así pasa con la paz y la guerra, la solución no pasaba por «sintetizar» la paz y la guerra (un sin sentido) o de eliminarlas, lo que es imposible, sino el de equilibrarlas, y este equilibrio es el propio del federalismo de arriba a abajo de Proudhon contrario a la creación de naciones-Estado agresivas, equilibrando así los poderes de individuos, comunidades, regiones y Estados al estilo de la separación de poderes de Montesquieu, pero aplicada ahora a las relaciones internacionales y entre los pueblos de un mismo país, drenando las ansias de guerra en la sana competencia entre individuos, comunidades y naciones, desactivando la peligrosa concentración de poder del régimen estatal.
No negamos nuestra herencia cultural, ni tampoco el momento histórico en el que estamos, el cual es heredero tanto de tradiciones culturales centenarias y milenarias como de construcciones nacionales producto de los sistemas públicos de educación y de los medios de comunicación que difunden historias, leyendas y mitos. E igual se reconoce que puede llegar a ser seductor el mito (o sea, invento, bulo, paja, ficción) de que una nación determinada fue grande en el pasado; porque eso implica que 1) puede volver a ser grande en un futuro y 2) puede serlo con TU ayuda; siendo ese el principal sentimiento movilizador del nacionalismo de todo tipo y por eso verás a los nacionalistas repitiendo mitos, inexactitudes y falsedades, porque lo que les suele importar es el movimiento a la meta de la «grandeur», tenga base o no; además del orgullo vendido por los nacionalistas de ser parte de algo más que tu, que le da sentido al mundo, de ser heredero de un gran legado y que eso tiene que ver con lo que hicieron unos señores hace 300 o 1.000 años, especialmente si tienes muchas cosas de las que no sentirte orgulloso alrededor de tí (y una fuente de orgullo externa se vuelve atractiva). La dinámica moralista de vergüenza/orgullo y amor/odio son sentimientos que se viven repitiendo en estos sistemas.
A pesar de todo lo anterior, nuestra crítica al nacionalismo es radical por sacrificar éste en el altar de la Patria, siendo ella un dios inexistente como el de arriba (¿o el de todas partes?), a seres humanos de carne y hueso que existen, sienten y padecen; además de elevar al sentimiento por encima de la razón en el orden de lo político, cosa que a Proudhon le hubiera parecido espantosa, cuando ambas (razón y emoción) tienen que equilibrarse. El nacionalismo también alienta el militarismo y por eso nos parece doblemente nocivo; eso sin incluir los irredentismos e imperialismos justificados por las ansias nacionalistas de dominio o unificación que pueden desatar guerras (tal como la Segunda Guerra Mundial y el expansionismo nazi al querer crear su «espacio vital»).
Ese sentimiento de movilización política por la Patria, creando una comunidad imaginada de nosotros contra ellos, también puede conducir a enfocarse excesivamente a las diferencias percibidas (o, peor, impuestas por ley) en base a raza o cultura en un mismo pueblo, que luego pueden ser usadas para justificar intereses de cualquier tipo, social, político o hasta la violencia física o el maltrato verbal. Al final el nacionalismo es perverso por basarse en el colectivismo (sin contrapeso individual porque, dulce et decorum est pro Patria mori) y la segregación de «ellos» contra «nosotros».
Y está bien tener sentimientos de amor a la tierra, los allegados, a nuestros antepasados y a la cultura propia, lo que convencionalmente se llama “patriotismo”… pero el peligro de esos sentimientos es que suelen ser manipulados y agitados por los gobernantes a través del miedo o la esperanza para estimular la conformidad con las políticas estatales (que pueden ser aberrantes, depravadas, inútiles o asesinas) o el odio contra oponentes políticos, además de que puede esconder agendas políticas de defensa de órdenes «corporativos», «orgánicos», «de tutelaje», «aristocráticos» y demás estructuras sociopolíticas muy propensas a los abusos del poder y de la clase así llamada «la mejor».
Esto puede pasar con cualquier nacionalismo, sean los centrípetos (los que quieren unificar distintos pueblos en una sola gran nación) o los centrífugos (los que quieren deshacer un pueblo en varias naciones particulares); ejemplo de uno y de otro lo tenemos por ejemplo en el enfrentamiento entre el nacionalismo español y los nacionalismos vasco, gallego o catalán.
Hay que recordar que el patriotismo es un sentimiento, no es exactamente producto de la razón, ¡pero es que no somos seres puramente racionales en primer lugar! Y muchas veces ese sentimiento es inculcado por la escuela, la familia, los medios de comunicación y los pares en la temprana infancia, así que tampoco estaría muy libre de contaminación por las élites estatales interesadas en una agenda nacionalista. El nacionalismo que defienda la idea de Dios y Patria como entidades eternas para ser impuestas a todos los hombres, les guste o no, es el summum del absurdo para los mutualistas, por más sentimientos patriotas que puedan tener; ya que Dios dependería entonces de unas personas imperfectas y potencialmente abusadoras de su poder para aplicar su «voluntad», y si la Patria en teoría somos todos los que vivimos en el mismo suelo y compartimos la misma cultura… Lo mejor para nosotros los mutualistas es combinar la libertad con el orgullo local y nacional de una cultura compartida, equilibrando ambas de manera armónica para no crear nuevos esclavos en nombre de la Patria ni privar a las nuevas generaciones de un legado histórico y cultural con cosas buenas y cosas malas a la vez.
También estudiando el cerebro, podemos darnos cuenta que el nacionalismo se basa en multitud de sesgos cognitivos alimentados por nuestra circunstancia de ser primates con instintos territoriales; por lo que los mutualistas tenemos que cuidarnos de no alimentar a ese monstruo interno. Además percibimos que un futuro distópico nacionalista de naciones cerradas, aisladas de influencias «perversas» (o hasta de pequeñas comunas o tribus «nacionalistas») está en contra de nuestro impulso primario de libertad que incluye la interrelación difusa y fluida con otros individuos.
Por otro lado, la localización económica y el decrecimiento de los emporios capitalistas artificialmente inflados haría, como un efecto previsiblemente temporal, disminuir algunas de las comunicaciones internacionales hoy existentes, y sobre todo acarrearía la disminución de cierto transporte de mercancías entre los continentes, dado que sin los subsidios estatales y puertos y aeropuertos estatales, dicho transporte sería nivelado a su precio de coste, sea para abaratarse o sea para encarecerse; incentivando por ello el consumo y el desarrollo local y regional.
De todas formas nuestro mundo ideal no es el de aldeas autárquicas, aisladas y ensimismadas sino el de una sociedad mundial de redes, con cada nodo de la red (comunidades, villas, pueblos y ciudades) estando interconectado socioeconómica y tecnológicamente, lo que incluye la presencia de los aparatos de telecomunicaciones que hoy, por cierto, están a un precio accesible para la gran mayoría de la humanidad (y aspiramos a que la creciente competencia siga abaratando sus precios hasta su coste).
También pensamos que toda unidad política, desde el municipio o parroquia libre hasta grandes bloques nacionales, tiene derecho a decidir unirse, disolverse o separarse para cumplir con los propósitos que desee. Es una consecuencia inevitable de nuestro federalismo de abajo a arriba. Por lo que así como una entidad política (llámese California, Cataluña o Apure) tiene derecho a irse de su Estado-nación, igual sus municipios y entidades constituyentes tienen el mismo derecho, y así hasta terminar con sus individuos que tienen pleno derecho de largarse del territorio donde viven y mudarse a donde quieran.
Esto implica, como nota al márgen, que una sociedad política libertaria, mutualista o lo que sea, decidirá sus límites de acuerdo a sus necesidades. Una hipotética comuna anarquista puede ser entonces un caserío rural, un pequeño poblado, o un barrio, distrito, parroquia u urbanización de una ciudad. ¡No hay receta fija!
El carácter obligatorio, compulsivo, coercitivo o como se quiera llamar, de las naciones debe suprimirse. España, Venezuela o cualquier otra nación tienen derecho a existir como culturas compartidas, pero no con su carácter nacional vinculante. Que queden como instituciones administrativas sin su carácter identitario obligatorio. Al final quien quiera ser español o venezolano que lo sea y se integre libremente; y si no, pues puede irse sin problemas, ya la persona verá donde calza mejor.
Las naciones política o cultural no pueden ser cárceles de individuos ni mucho menos sus opresores o asesinos.
¿Y como piensan acabar con el Estado? ¿Como se pueden implantar esas ideas si no es por medio de la acción política?
No hay una única estrategia y no es nuestra tarea obligarla (no somos leninistas ni creemos en cuadros revolucionarios que impongan las metas).
Históricamente se usó la vía electoral (P-J Proudhon fue diputado francés en 1848), pero particularmente somos escépticos de ella hoy. A menos que haya un gran acuerdo en las fuerzas políticas, y que la gente vote por un movimiento con metas muy similares a las nuestras, es muy poco probable que haya una gran coalición mutualista que vote por descentralizar el Estado masivamente y así lo aplique.
Además, para el mutualismo (y cualquier otra forma de anarquismo) hacen falta mutualistas… Si acabamos con el Estado de repente o por decreto, seguro la gente lo reclamará nuevamente y reaparecerá. Igual pasaría con obligar a la gente a formar cooperativas a la fuerza cuando en realidad prefieren trabajar para un patrono que decida por ellos porque les es más cómodo.
Lo que quisiéramos más bien es empezar a educar a la gente y publicar nuestras ideas, dejando que la reflexión y crítica honestas preparen la actitud mental necesaria para que las personas se vean independientes del Estado e interdependientes los unos con los otros, y encuentren beneficio en ello. La economía mutualizada bajo libertad absoluta de mercados y sus fuertes incentivos para el autoempleo, la cooperación entre trabajadores y el crédito barato y mutuo harán el resto. Nosotros suponemos que las personas por lo general no son estúpidas y que actuarán casi siempre para buscar su propio bien y el de su familia, lo que implica buscar un trabajo (incluso asalariado), o auto-emplearse, o apoyarse mutuamente.
Hablando de economía, preferimos crear y abogar por usar instituciones contraeconómicas, monedas alternativas como las criptomonedas, sistemas LETS, mercados negros, asociarnos en cooperativas o empresas auto-gestionadas que presten cualquier servicio, auto-emplearnos, apoyarnos recíprocamente, en fin, crear formas alternativas de gestión económica para preparar poco a poco la nueva sociedad en medio de la sociedad existente. Así, en el desarrollo del sistema la banca mutualista permitiría independizar a los trabajadores del capital, mientras que las mutualidades de seguros, defensa y protección lo permitirían del Estado.
Con respecto a la tierra libre, esta es más prioritaria en países (y en regiones de esos países) donde el latifundio sea la norma. Promover compras o tomas de tierra infrautilizada sería una buena manera de empezar. Medidas legislativas anti-latifundistas de reparto de tierra quizás podrían funcionar y sólo quizás… primero por nuestra desconfianza ante medios electorales, y porque tampoco queremos que la tierra se la repartan contratistas y patrones amiguitos de los gobernantes, o que pasen a ser tierras ociosas pero ahora bajo dominio del Estado.
Respecto a las asociaciones para gestionar problemas comunitarios vemos muy saludablemente crear organizaciones de tipo horizontal (donde no hayan jefes, a lo sumo coordinadores) en red (que distintos departamentos o partes se apoyen mutuamente, teniendo ellas mismas potencial de autonomía), con capital equitativamente repartido y bajo control democrático (todos votan o consensuan, todos deciden). Proudhon insistía en que esta debía ser la base de la sociedad política y económica, porque a la larga (hay que recordar) el mutualismo vuelve borrosas las fronteras entre “política” y “economía”, y que para preservar la libertad del individuo, debían tener unos dos seguros:
Ser asociaciones basadas en contratos en donde las partes (los individuos) no cedan más poder del que se reservan, y que conserven para sí mismos toda autoridad no reservada a la asociación.
Ser asociaciones basadas en contratos por el beneficio mutuo de las partes. Contratos sinalagmáticos o bilaterales, técnicamente; no unilaterales. Y conmutativos, es decir que las partes reciben cuanto ceden, o su equivalente.
De allí que estas federaciones y confederaciones sean ligas de asociaciones basadas bajo estos dos principios de organización proudhoniana. Por eso los individuos representantes de esas asociaciones se han de comportar más como “delegados” que como “representantes” con poder de decisión propio, y por eso es que se puede postular la revocabilidad inmediata y en todo tiempo de estos “representantes”, para que no acumulen más poder del que se les confió estrictamente, y así la asociación saca de circulación al miembro problemático preservando la libertad de la asociación y, con ella, la libertad de sus partes integrantes los individuos libres e iguales.
Esto último no es estrictamente mutualista sino que son principios de organización política anarquista adoptados casi universalmente por todas las organizaciones ácratas, especialmente las anarcosindicalistas.
Algunas medidas pueden ser implementadas de inmediato (¡sí, hoy mismo!) mientras que otras medidas requieren la caída completa del régimen estatal; así que la dirección de la acción mutualista (al contrario de los socialistas de Estado) debe ser la de debilitar el poder del Estado a la par de fortalecer la cooperación y la solidaridad comunitaria junto a la iniciativa y libertad individual.
¿Esto no es anti-natural?
Natural es lo que existe en la naturaleza, desde los huracanes, la homosexualidad, los higos, las madres que quieren a sus hijos y los asesinatos… Han habido prácticas mutualistas o similares al mutualismo especialmente después del S.XIX, sin contar otros sabores anarquistas como la hora de gloria del anarcosindicalismo tras el 19 de julio de 1936 en España.
Evidentemente se nota que el orden libertario, anarquista o anarquizante, no ha sido practicado a escala masiva y allí en un sano pensamiento analítico y autocrítico hay que ponerse a pensar el porqué las otras dos variantes del socialismo (el comunismo marxista y la socialdemocracia) han triunfado hasta los momentos, mientras que el anarquismo se ha quedado en la periferia… y más que caer en la típica tradición socialista engreída de echarle la culpa a los demás de lo malo que pasa, podemos asumir que 1) la juventud histórica de las ideas libertarias en relación a los siglos de vida estatal pasada y presente (el mutualismo lleva apenas unos 180 años rodando por allí) teniendo en cuenta que el anarquismo de todo tipo es un discurso radical y nada humilde en un inicio que presupone un cambio total de muchas cosas, 2) los medios escogidos (la revolución voluntaria y pacífica extendida mediante la educación, la economía y el ejemplo) para practicar la anarquía y 3) sobre todo la resolución de un tema tan interesante como el dilema de la defensa nacional y el de la comunidad, es lo que ha hecho que las ideas ácratas no hayan tenido la extensión que podríamos querer.
Con el tema de la defensa nacional debemos detenernos (hay una pregunta y un intento de respuesta más allá) porque la defensa de la libertad no solamente nos cuesta la eterna vigilancia que indicaba Thomas Jefferson, sino que los Estados suelen ser organismos agresivos con quienes desafíen su orden y su ley, con las consecuenciassangrientasy esclavizantes que eso supone.
En este caso el poder acumular los recursos (humanos y financieros) y usarlos de manera tanto eficaz como eficiente, es la diferencia entre la supervivencia, y al parecer la centralización de los ejércitos estatales financiados obligatoriamente mediante impuestos ha sido una estructura organizativa superior, o más competitiva, o por lo menos conlleva una ventaja sobre, digamos, una hipotética comunidad anarquista en donde no todos pagan el coste de su defensa, no todos colaboran en ella y no pueden, sin romper la anarquía, ser forzados a defender la ciudad, país o comunidad. Es decir que triunfan a largo plazo las formas políticas que logran aprovechar mejor la fracción militarizable de la riqueza, o aquella parte de los recursos económicos y humanos destinados a usos bélicos.
«Para los árabes o los chinos, cada jinete y cada caballo era un coste que se tenía que sufragar con el excedente de producción. Para los mongoles, los caballos y el montarlos eran parte de sus actividades productivas como ganaderos esteparios. Las sociedades urbanas que se enfrentaron a los nómadas en el s.XI, o los chinos del s.XVII necesitaban acumular riqueza para defenderse, mientras que para los pueblos esteparios las armas eran a la vez su riqueza. Esto nos indica una regla general: desde el punto de vista de la competencia geopolítica el elemento económico fundamental no es la riqueza, sino la fracción de esta que se puede desviar fácilmente hacia usos militares.
(…)
Otra regularidad interesante, y relacionada con la anterior se refiere a la historia de los poderes marítimos. Si algo los ha caracterizado y sigue haciéndolo (porque vivimos en una Era Talasocrática) es que además de gobernar los mares, suelen ser sociedades mercantiles, científicamente adelantadas y las rutas comerciales que protegen pronto acaban enriqueciendo también a los rivales que acabarán sustituyéndoles: los fenicios pronto fueron sustituidos por los griegos, y la caída de Atenas no se puede entender sin el poder creciente de los griegos de Sicilia, la prosperidad de la Liga de Delos, y la rebelión de sus socios mercantiles, que culminó en el desastre de Siracusa.
En rápida sucesión los genoveses fueron sustituidos por los holandeses, y estos por los ingleses, y finalmente Inglaterra por Estados Unidos. En todo caso, el poder talasocrático se obtiene mediante una sociedad libre, mercantil, y científica. Mientras la guerra terrestre es intensiva en mano de obra, y depende de la capacidad del Estado para efectuar grandes conscripciones, la guerra en el mar es intensiva en capital. Hoy China puede alzar un Ejército de centenares de millones de hombres, pero es impotente no solo para recuperar Taiwan, sino incluso para ser una amenaza seria a solo unos cientos de kilómetros de sus costas. La naturaleza benigna de las talasocracias en la Historia es inevitable: el poder sobre el mar depende no del número de hombres o de los dominios de un Estado, sino de la calidad y abundancia de sus barcos, y los barcos son la herramienta del comercio, es decir, de la prosperidad y la fraternidad internacional.»
Kantor (2008)
Así la anarquía habría sido seleccionada negativamente por la competencia entre las demás entidades políticas arquistas en los pocos años de historia de nuestra especie tras teorizar el anarquismo en 1840 (o 1793 con William Godwin)… hasta que se logre solucionar el problema de la defensa comunitaria o nacional de manera compatible con nuestros principios.
Y si estoy hablando como un darwinista o algo así… pues SÍ. ¡Al mutualismo le cae bastante bien hablar de la izquierda darwiniana! No podemos negar nuestro pasado biológico, el impacto de la selección natural en nuestros cuerpos y mentes, y restituir y adecentar nuestras instituciones sin hacerle caso a la voz de la naturaleza humana es errado. No debemos suponer que todos los males del mundo se pueden arreglar (la evolución frecuentemente es sub-óptima cuando vemos las «fallas» de los diseños naturales de organismos, plantas y animales), ni que todos esos males se deben a la simple «opresión» o a la discriminación, sino que hay muchas otras causas.
Eso sí, como toda lectura sociopolítica de Darwin, asumimos claramente que es una lectura política de la evolución, dirigida claramente a fomentar nuestros impulsos tanto competitivos como solidarios en pro del bienestar de todas las personas, en vez de impulsar la pura competencia sin merced con los débiles que deje a unos pocos mejores (aristós) disfrutar de la tierra.
De hecho, revisando distintas estrategias de interrelación entre animales podemos adivinar que, igual para nuestra especie, la estrategia cooperativa y recíproca es una manera eficiente para no solamente generar un orden espontáneo entre miembros de una misma especie sino como un medio para limitar el conflicto de forma natural e incentivar a la colaboración, ello aún contando que la selección natural en un inicio impulsa a los animales a luchar por su supervivencia y por su beneficio particular. Más allá de que ya hay una interacción biológica que ya se llama «mutualismo», es interesante ver como esta interpretación de la etología y la biología evolutiva puede dar pie y sostén práctico a las ideas de Proudhon (muy similar a su idea de «contrarios equilibrados») sobre la organización social y política sin autoridad coercitiva opuesta al «parasitismo».
Señalaba que, como los misiles nucleares, las cornamentas son el tipo de arma que puedes exhibir frente a tu enemigo, con la esperanza de no tener que usarla nunca.
La idea deslumbró a Maynard Smith que, junto con Price, creó un juego simple para explorar cómo evolucionan esas estrategias para limitar enfrentamientos violentos.
Lo llamó «el juego Halcón-Paloma».
Jugando se aprende
Imagínate dos especies de aves con dos estrategias de comportamiento heredadas: una es la agresión (como los halcones) y la otra la cooperación (como las palomas).
Si dos halcones se enfrentan por algo como la comida, su estrategia es una guerra total. Lucharán, arriesgándose a sufrir lesiones y sin garantía de que al final conseguirán comer.
Ahora, si un halcón y una paloma se enfrentan, la paloma inicialmente se defiende, pero luego abandona la lucha.
Finalmente, si se trata de dos palomas, compartirán la comida.
En cada interacción, ambas aves reciben una puntuación que, al sumarse, con el tiempo revelará cuál de los comportamientos tiene más probabilidades de beneficiar a los individuos y así sobrevivir a lo largo de las generaciones.
A primera vista, parecería que si todos mostraran un comportamiento parecido a una paloma, todo funcionaría muy bien.
Desafortunadamente, esa situación es inestable, pues con que apareciera solo un halcón malvado inmediatamente tendría la ventaja sobre todos.
Pero si ese comportamiento agresivo fuera el dominante también sería inestable, debido al riesgo constante y el costo de la violencia.
Lo que las matemáticas demostraron fue que es posible tener una población estable, pero solo si tienes un tercio de halcones y dos tercios de palomas.
Esa proporción puede cambiar ligeramente si modificas la recompensa, pero el punto clave es que se encontró una prueba matemática de que evitar conflictos puede aportar una ventaja estratégica.
Resultó que la evolución no es simplemente un tipo de juego en el que el ganador se lo lleva todo.
Y así, los científicos adoptaron esta nueva forma evolutiva de teoría de juegos.
¿La razón? Encontrar la mejor estrategia ganadora a largo plazo para todos nosotros.
(…)
Usando simulaciones por computadora, observaron cómo las estrategias emergían y competían durante miles de generaciones.
La clave era dejar que la selección natural encontrara la estrategia ganadora.
Después de las primeras 50 ó 100 rondas, parecía que todos los pobladores eran agresivos.
Pero notaron que había una pequeña minoría que jugaba a algo parecido al ojo por ojo, y vieron cómo esa pequeña minoría crecía lentamente hasta que empezó a derrotar a los agresores.
Al esperar aún más, vieron que otra forma más generosa de ojo por ojo evolucionó y se hizo dominante.
Al igual que la estrategia original, en esta la primera respuesta siempre era cooperar y seguirlo haciendo hasta toparse con un atacante.
Pero a diferencia de la original, esta versión no siempre respondía al ataque con otro ataque: alrededor de una de cada tres veces, simplemente ignoraba la agresión y cooperaba.
Lo maravilloso fue que, de todas las estrategias posibles, la versión generosa del ojo por ojo siempre salió victoriosa.
No había un programa maestro detrás de ese estudio, ningún diseño para el perdón, por así decirlo. Salió por sí solo. Una simulación puramente matemática había revelado que las estrategias ganadoras, a la larga, tienden a ser generosas, esperanzadoras e indulgentes.
Pero entonces ¿por qué no vivimos en una utopía maravillosa, generosa, bondadosa y comprensiva?
(La cooperación total termina por ser la estrategia principal.)
Las simulaciones apuntaron a una respuesta.
Durante generaciones de estabilidad, la estrategia principal se convierte en la cooperación total y, como habíamos dicho, esa es una situación muy frágil porque los agresivos pueden tomar las riendas rápidamente y hacer lo peor.
Y, sin embargo, lentamente, gracias a estrategias como el ojo por ojo, la cooperación surge una y otra vez.
A pesar de su fragilidad, hay esperanza. Porque, en última instancia, la cooperación no puede ser suprimida.
Gracias a cosas como el altruismo, la amabilidad y la reciprocidad, la cooperación resurge una y otra vez. Y estos no son códigos intuidos por sacerdotes y filósofos. Se basan en matemática pura y en la evolución misma.
¿De qué nos sirve a ti y a mí?
Pues nos da una estrategia que podríamos probar.
Puede funcionar para cualquier tipo de relación, pero imaginemos que es tu pareja.
Siguiendo lo que hemos leído hasta ahora, lo que habría que hacer es cooperar, pero también copiar su comportamiento: si un día llega a casa con un lindo regalo, prepara tu propio gesto romántico.
Pero si una noche llega borracho y más tarde de lo prometido, puedes hacer algo equivalente.
Sin embargo, de vez en cuando, debes perdonar sus errores porque nadie es perfecto, y tú también vas a equivocarte en algún momento.
He ahí algo que quizás no te esperabas: estrategias para una vida más feliz y un mundo mejor, cortesía de las matemáticas.
– vía BBC.com en Las fascinantes (y alentadoras) revelaciones sobre la teoría de la evolución expuestas por los matemáticos.
De todas formas, el experimento mutualista sería algo cuyos resultados se darían en el día a día y sería en buena parte impredecible, en el sentido de que no sabremos los arreglos exactos que se daría la sociedad para vivir sin Estado y sin capitalismo. Tal como fue el experimento de la República constitucional iniciado por EEUU tras aprobada su Constitución en 1787, que fue un producto de entero diseño humano y dejada su mejora incremental a la experiencia.
El anarquismo, y por ello el mutualismo, requerirían un periodo experimental parecido al de las Repúblicas democráticas y representativas.
Natural es todo lo que se practique en la naturaleza. Y la naturaleza puede imponer límites a la acción humana, pero nosotros podemos tener cierto nivel para transformar la naturaleza, para bien y para mal. Y allí entramos al ámbito de las utopías o distopías…
¿Esto no es utópico?
Las cooperativas, por ejemplo, funcionan…
Fíjate. Los elementos de una economía mutualista fueron apareciendo de las luchas de la clase obrera durante la última parte del S.XVIII y la primera del S.XIX como una reacción liberal radical en contra del naciente capitalismo industrial que avanzaba de la mano de los Estados nacionales como Gran Bretaña y, posteriormente, Francia y Alemania. Pierre-Joseph Proudhon, el primer ideólogo europeo del mutualismo, él mismo era obrero e hijo de un tonelero, que le dio nombre a sus pensamientos ya articulados de la práctica de los mutuellists de Lyon en 1830. Este pensamiento obrero primitivo estaba vinculado a los antiguos gremios y a demás asociaciones de pequeños productores, artesanos, profesionales y emprendedores del medio rural y urbano en medio de la Revolución Industrial del S.XIX.
Por otro lado el movimiento cooperativo, si bien no es un movimiento mutualista, puede considerarse mutualismo en acción, porque las cooperativas (tan imperfectas como lo son sus integrantes humanos) se muestran tan resilientes y solidarias a la vez que efectivas cuando funcionan. Y funcionan bajo una estructura básicamente horizontal y democrática tanto política (porque cada miembro tiene voz y voto igual al otro) como económica (el capital de la misma se reúne y reparte de forma equitativa entre sus miembros), con el fin de prestar servicios e invertir sus ganancias en la misma comunidad de sus miembros, lo que para nosotros es básicamente una estructura mutualista con otro nombre.
Se nos acusa a los mutualistas de tener una fe inquebrantable en la naturaleza humana. Esto es un error por partida doble, primero porque la naturaleza humana es tan variada como humanos hay en el planeta y como hechos humanos han existido, y por eso tan humano es el Holocausto como el viaje a la Luna en 1969. Y segundo porque la naturaleza humana difícilmente puede constreñirse en moldes individualistas o colectivistas puros, dado que los seres humanos somos básicamente animales forjados física y mentalmente por la evolución biológica por selección natural tanto para competir entre nosotros (lo que beneficia a los individuos y grupos) como para solidarizarnos (lo que beneficia a la especie como un todo, y además a los mismos individuos que la conforman).
Tenemos capacidad elemental para aprender de nuestros errores (bueno, a veces), pensar por nosotros mismos y asociarnos mutuamente, lo que son las capacidades humanas fundamentales de las que se prende el ideal libertario.
Además, si hablamos de la naturaleza humana, una lectura de la historia nos da muestras fehacientes de que el poder sin control es asesinato y opresión; que las jerarquías degeneran fácilmente en maltratos y tiranía; y que el poder se vuelve no solo una droga (que no tiene límites y que siempre pide más y más) sino que afecta las capacidades empáticas y de razonamiento de quienes lo ejercen por mucho tiempo y/o de manera absoluta. Eso sin mencionar que el partidismo político afecta la cabeza y puede hacer que personas perfectamente inteligentes terminen apoyando prácticas depravadas sólo porque “su partido lo dice”.
Otro ejemplo de anarquía en acción: Linux, el famoso sistema operativo basado en principios muy similares a los puramente mutualistas/anarquistas en donde su código fuente está abierto para todo el que lo quiera leer, es usado, probado, mantenido, corregido y actualizado por la comunidad de usuarios y programadores, sin jefatura jerárquica ni gobierno centralizado, y es la base de uno de los sistemas operativos más usados en la actualidad: Android.
De todas formas podemos aceptar que en todo pensamiento anarquista yace muy profundamente la idea de una utopía de sociedad ideal, y con ello la idea de una potencial distopía en la realidad. Por ejemplo, aceptar la alienabilidad de los derechos en situaciones de contrato voluntario (únicamente definidos como derechos de propiedad en muchos casos) que suelen proponer los anarcocapitalistas, puede conducir fácilmente a situaciones asquerosas, distópicas y aberrantes como apoyar el trabajo infantil, apoyar la esclavitud o servidumbre voluntaria, o todas las calles y espacios convertidos en propiedad privada en donde nadie puede circular si no es con permiso del propietario, o las situaciones que rozan con el «neofeudalismo» gracias a la aparición del pluralismo jurídico (o ley policéntrica) con la desaparición práctica de la idea de la igualdad natural de los seres humanos en las comunidades donde tiranicen, feudalicen, maten o esclavicen a personas en nombre del líder, el mito o la religión, o los contratos inter-partes para matar a un tercero.
Algunos responderán que lo último viola el famoso «principio de no-agresión» (o NAP) mientras que en lo particular observamos que la esclavitud voluntaria también lo hace… Toda persona cuerda sabe que en una sociedad funcional el derecho propio termina en el derecho ajeno y los mutualistas también aceptamos eso en virtud de nuestra concepción del hombre y de los derechos de propiedad (ni todo puede ser de todos, ni todo puede ser privado, en general opinamos que algunas cosas son de todos (la tierra y la ganancia colectiva de quienes trabajan en una empresa) y otras cosas son privadas (los bienes producto del trabajo e intercambio del hombre); tal como proponía Aristóteles como opciones a elegir para las polis de su época).
La idea de la «panarquía» (o de distintos regímenes socio-económico-políticos conviviendo en un mismo territorio) también trae sus propios problemas potencialmente distópicos como compañías de seguridad matándose entre sí por imponer sus normas, la existencia de comunidades que contemplen la pena de muerte o la tortura como castigos, los propietarios privados como virtuales «monarcas» absolutos de sus ciudades privadas, o el comunismo de bienes, la esclavitud o la servidumbre aceptada en ciertas comunidades. Esto último podría mitigarse si todas las comunidades y personas acordaren un esencial derecho a desasociarse (right-to-leave), o el derecho de toda persona a irse de una comunidad cuyos valores no parecen aceptables. Aunque siempre habría el riesgo de que comunidades o personas pudieran ir a liberar a los oprimidos asaltando a las comunidades antiliberales u opresivas, en recta aplicación de los principios lockeanos de salvar inocentes y castigar a los que violen la ley natural (a la que muchos ancaps apoyan)…
En estos casos distópicos, los mutualistas federales apoyarían que el Estado tuviera un marco legal mínimo que garantice la igual-libertad, incluso a la no-discriminación por razones arbitrarias o que impida alienar la libertad propia o ajena por medios libertarios o contractuales; mientras que los mutualistas anarquistas confiarían en la educación generalizada en principios libertarios, los costes superiores de la guerra comparados a los de la paz que disminuirían la probabilidad de enfrentamientos entre comunidades disímules, y en la garantía del right-to-leave que haría que las personas que no quieran ser esclavizadas, «eliminadas» o siervas de un monarca hoppeano o de una comuna se larguen a comunidades donde les acepten.
Nosotros sabemos (y es herencia proudhoniana) que el derecho de propiedad implica poder, y todo poder puede ser llegar a ser abusivo, por lo que la socialización cooperativa de los medios de producción, el reconocimiento del carácter público de los bienes naturales (y su consiguiente posesión privada por ocupación y uso) y la competencia entre consumidores, trabajadores y propietarios son apenas algunas de las vías que tenemos disponibles para procurar que nadie abuse del poder económico o político (esto último se logra disminuyendo al mínimo al Estado o directamente desapareciéndolo). La distopía puede surgir fácilmente de las mejores intenciones y por eso hay que insistir en la idea de la aproximación al ideal, de estar conscientes de los límites de la realidad posible cuando de implementar ideales se trata, siempre confiando en que la práctica y corrección sincera nos ayuden a tener un sistema social mejor. Y de estar siempre vigilantes de que el caro principio de igual-libertad sea respetado en la comunidad, a fin de que en nombre de la libertad no se termine refutando a la misma libertad.
Con todo estas estas consideraciones, destacamos que la sociedad de la información ofrece muchas más oportunidades que nunca para la construcción del mutualismo o cualquier otra forma de sociedad libertaria:
“Concuerdo con Manuel Castells en que, conforme avanzan las redes a lo largo de la economía, el anarquismo (especialmente de ley policéntrica) es cada vez más factible:
La gran dificultad para el anarquismo siempre fue cómo conciliar la autonomía personal y local con la complejidad de una organización productiva y de la vida cotidiana en un mundo industrializado y en un planeta interdependiente. Y es aquí donde la tecnología resultó ser una aliada del anarquismo más que del marxismo. En lugar de grandes fábricas y gigantescas burocracias (base material del socialismo), la economía funciona cada vez más a partir de redes (base material de la autonomía organizativa). Y en lugar de estados nación controlando el territorio, tenemos ciudades Estado gestionando los intercambios entre territorios. Todo ello a partir de Internet, móviles, satélites y redes informáticas que permiten la comunicación y el transporte local-global a escala planetaria.
Si al molino de viento correspondió la sociedad feudal, y al molino a vapor la sociedad capitalista, tal y como dijera Marx, las tecnologías de la información son el preludio del anarquismo.”4
Errico Malatesta sugiere que la visión de una sociedad libre tal como la defendería un anarquista promedio (o hasta un mutualista federal) no sería demasiado distinta de la sociedad actual en ciertos aspectos más cotidianos:
“Por lo demás, para comprender cómo una sociedad puede vivir sin gobierno, basta observar un poco a fondo la sociedad actual y se verá en realidad que la mayor parte, la esencia de la vida social, se realiza, aun hoy día, con independencia de la intervención del gobierno y cómo el gobierno no se entremete sino para explotar a las masas, para defender a los privilegiados y para sancionar, bien que inútilmente, todo cuanto se hace sin él y aun contra él.
Los hombres trabajan, cambian, estudian, viajan, observan como quieren las reglas de la moral y de la higiene, aprovechan los beneficios del progreso de las ciencias y de las artes, sostienen entre sí relaciones infinitas, sin sentir necesidad de que nadie les imponga la manera de conducirse. Y justamente son las cosas en que el gobierno no se entremete las que menos diferencias y litigios ocasionan, las que se acomodan a la voluntad de todos, de modo que todos hallan en ellas su utilidad y su agrado.
(…)
Abolid esta potencialidad negativa, que es el gobierno, y la sociedad será aquello que debe ser, según las fuerzas y las capacidades del momento. Si en ella se encuentran hombres instruidos y deseosos de difundir la instrucción, ellos organizarán escuelas y se esforzarán en hacer sentir a todos la utilidad y el placer de instruirse… Si en sociedad se encuentran médicos e higienistas, ellos organizarán, a buen seguro, el servicio sanitario. Si existieran ingenieros y maquinistas, ellos cuidarían de establecer y organizar ferrocarriles, si no existieran, es evidente también que un gobierno no podría inventarlos.”
¿Porqué tanto interés con las cooperativas?
De hecho, un buen resumen en una palabra (compuesta) de la ideología mutualista podría ser “anarco-cooperativismo”. Los ideales del movimiento cooperativo según los Principios de Rochdale son:
Membresía abierta y voluntaria.
Control democrático de sus miembros.
Participación económica de sus miembros.
Autonomía e independencia.
Educación, entrenamiento e información.
Cooperación entre cooperativas.
Preocupación e interés por su comunidad.
También, como mutualistas, buscamos ver que nuestra ideología sea una forma de vida práctica y no una paja mental más de un teórico en una torre de marfil: los datos muestran que las cooperativas tienden a tener una vida mayor que otros tipos de empresas y por ello un mayor nivel de sostenibilidad; algo atribuible en buena parte al reparto del riesgo empresarial entre sus miembros (al igual que sus recompensas), además de como pueden aprovechar de mejor y más fácil manera las ideas de sus miembros; así como son menos propensas a ser afectadas por incentivos perversos como hacer inversiones irresponsables o especulativas por su manejo democrático y distribuido (todos se joden si la cosa falla, todos ganan si la cosa sale bien). También se ha encontrado que los bancos cooperativos (Le Banc du Peuple !!!) suelen comportarse de forma contra-cíclica, siendo menos vulnerables a las crisis económicas.
Así que si esto no es mutualismo, que suba Proudhon y lo vea. 😉
Podemos aceptar que las empresas más importantes del mundo no son cooperativas (es un hecho), y también que la centralización de las decisiones en las empresas capitalistas tradicionales las hace más eficientes en ciertos aspectos, al igual que la centralización de las inversiones. Ante esto destacamos que el capitalismo actual, con las restricciones financieras de la banca tradicional hacia las cooperativas (que suelen ser vistas como empresas excepcionalísimas) las hacen más propensas a fracasar; a la par que el entorno económico actual hace más factible el crecimiento de grandes emporios capitalistas. Hay estudios que indican que las empresas cooperativas que acceden a créditos alternativos tienen mayores posibilidades de sobrevivir que las que no… Y he aquí donde la banca mutualista es importante para nosotros: es nuestra pieza clave de la dinamización de la economía mutualista.
También la empresa cooperativa es más eficiente si ya nace en un entorno favorable a ella, que no es el capitalista actual. El ensamblaje de redes de cooperativas es entonces necesario para generar este entorno amable hacia la economía alternativa con la suficiente masa crítica para que aparezcan más y más cooperativas, un entorno de seguridad económica, libertad y progreso para los trabajadores sin necesidad de esperar a una revolución armada.
A veces las cooperativas pueden fallar o dar resultados no muy deseables, como el caso del transporte público venezolano que fue cooperativizado progresivamente desde mediados de los setenta bajo (curiosamente) un gobierno socialdemócrata. El problema con la deficiente y desagradable atención de las cooperativas venezolanas de transporte se puede diagnosticar en base a la 1) ausencia de competencia relativa, 2) leyes de control de precios y 3) dependencia del Estado…
¿Qué? ¿Esta es acaso otra excusa de los ultraliberales y anarquistas que le echan la culpa al Estado de todos los males del mundo conocido?
Bueno… no todos los males del mundo los causa el Estado; pero en este caso específico, vamos a ver porqué están pervertidas por el Estado estas cooperativas de transporte:
Las líneas cooperativas de transporte en Venezuela requieren autorización del Estado (en este caso del municipio) para funcionar en un trayecto citadino o interurbano asignado. Todo autobús que no cumpla con eso se le llama «pirata» y puede, dependiendo de las ganas del Estado y la denuncia de las líneas preexistentes, ser puesto fuera de circulación. Eso es un monopolio de hecho y por eso hay ausencia relativa de competencia.
El Estado municipal regula el precio del pasaje, y con la hiperinflación ha ocurrido que el precio no se ha actualizado dinámicamente y ha puesto al sector cooperativo del transporte en situación de paralización más de una vez, aparte de las previsibles protestas de transportistas y la decadencia de muchas unidades de transporte mal mantenidas que vienen desde los años ochenta y noventa. Es decir, otro efecto perverso de un control de precio, agravado por la hiperinflación.
Los transportistas ante esto piden regularmente al Estado repuestos, cauchos y aceite para operar las unidades; lo que ha sido tradición en el país; poniendo a estas cooperativas en situación de dependencia del Estado, y si el Estado no puede ofertar estos insumos (a precio subsidiado, ojo) porque está atravesando la peor crisis económica de su historia, entonces viene la paralización y el daño de las unidades.
También hay que agregar que muchas de estas «cooperativas» en realidad terminan funcionando como empresas capitalistas de facto al permitir la explotación de los distintos trabajadores por un «dueño» de los autobuses que se queda con la ganancia y la redistribuye a su criterio entre los demás (habiendo un estímulo por «productividad» para los trabajadores o conductores consistente en una cuota diaria que deben darle al «dueño», quedándose ellos con la ganancia restante), así como puede este «dueño» manejar las operaciones de venta y compra de unidades dado que «son suyas»… lo que hace que los conductores de los autobuses venezolanos vayan a toda velocidad por la ciudad recogiendo la mayor cantidad de gente posible (y por eso el atestamiento dentro de las unidades), y también es lo que hace que no circulen muchas rutas por sitios poco poblados, además de incentivar al maltrato y descuido de las unidades (dado que no le pertenecen a los conductores sino al «dueño»), más la falta de competencia al no existir alternativas a estas cooperativas pervertidas en empresas capitalistas, y de allí los malos tratos y el deficiente servicio, dado que los ciudadanos no tenemos otra opción de transporte masivo para elegir, salvo el metro en grandes ciudades como Caracas… y según nosotros los mutualistas, recordemos, la propiedad es legítima siempre que sea de acuerdo a un patrón permanente y estable de uso y ocupación (en el caso de bienes inmuebles), o provenga del trabajo (en el caso de bienes muebles), y que la propiedad absoluta de los medios de producción es un engendro del Estado; por lo que estos autobuses como capital o medios de producción deben ser propiedad de quienes los trabajan y no deben ser propiedad de un cazador de rentas… y por ello todos debieran decidir la distribución de la ganancia más la venta o compra de autobuses para la empresa, y cada autobus debiera ser de quien lo usa.
De todas formas no vamos a ser idiotas y a decir que las cooperativas son perfectas (no lo son) pero toda forma empresarial (cooperativa o no) tiene costes inherentes a su estructura, dinámicas propias y facilidades o dificultades propias para ingresar a un mercado u otro; así que un análisis integral debe examinar no solamente la estructura de la empresa sino su funcionamiento interno y el entorno en donde estas operan y producen para explicar de buena manera su comportamiento y resultados. También para ser cooperativista hace falta una mínima educación, algo en lo que insiste el movimiento cooperativo no-radical.
¿Quieren acabar con el progreso entonces?
Nos consideramos progresistas en esencia, pero no progresistas en el sentido que mucha gente le da hoy (un sinónimo a veces peyorativo de “socialdemócrata”).
Estudiando la historia podemos ver como las cosas se han hecho más complejas, los sistemas más grandes y el nivel de vida en muchas partes del mundo ha florecido en comparación a hace 100, 200 o 500 años en el pasado, gracias a unos cuantos principios aplicados de forma consciente o inconsciente por muchas sociedades, dentro de ellos destacamos especialmente la competencia, la solidaridad y la libertad.
Nuestra lectura de la historia no es ni optimista (como muchos liberales, socialdemócratas, comunistas antiguos y “progres” piensan) ni pesimista (como muchos fascistas, reaccionarios y comunistas actuales suelen pensar), sino posibilista. Hay posibilidades de gran progreso pero a su vez de gran retroceso y son nuestras acciones las que, adaptándonos a una naturaleza dinámica y cambiante que modula como un marco nuestras posibilidades de actuación, las que determinan si avanzamos como especie o nos extinguimos.
No negamos el progreso existente bajo los regímenes capitalistas y estatistas actuales. Sería tonto comparar como iguales al Reino de España de inicios del S.XXI con la Monarquía Universal Española del S.XVII que legalizaba el racismo, las castas, la esclavitud, el monopolio comercial, la pena de muerte, el absolutismo, la nobleza de sangre con poder efectivo, la religión de Estado, la servidumbre, etc.
Solamente sostenemos que este progreso puede ser mayor, más diverso y en definitiva más humano si liberamos las trabas de la competencia, la cooperación y la libertad económica hasta sus consecuencias lógicas.
El progreso tampoco tiene que significar perfección y suponemos que el mismo seráneto: habrán cosas que se perderán pero otras que se ganarán. Sostenemos que las ganancias de la anarquía serán preferibles a las de las sociedades estatales actuales y que sus males serán limitables, al menos, como los males limitados de las sociedades arquistas.
Tampoco decimos que el anarquismo o el minarquismo han sido posibles siempre… El Estado como forma de organización política es un invento europeo del S.XVI y ha evolucionado en distintos tipos en distintas áreas y épocas. Todo lo cual, en virtud de que la anarquía entendida por nosotros es una reacción al Estado y sus instituciones, sobre todo al aparecido a partir del S.XIX y del triunfo de la ideología liberal, nos indica que:
«(…) el anarquismo es una doctrina moderna que parte de ciertas condiciones previas: cierto desarrollo del mercado, la división del trabajo, las comunicaciones, el Estado de derecho, los tribunales y seguros privados, además de una mentalidad acorde con ese contexto. Los anarquistas no afirman que el anarquismo hubiera sido viable en cualquier momento de la historia, sino que es viable y deseable en la época y el lugar que les ha tocado vivir.
Dicho esto, si el derecho consuetudinario, privado y tribal de época pre-estatal tenía ciertas similitudes con el anarquismo, eso no implica que el anarquismo haya fracasado con ellos. El Estado nace para coordinar ciertas actividades que los individuos, en cierto momento histórico, no pueden resolver mediante transacciones voluntarias: intensificación económica (construcción de canales, etc.), defensa del territorio, almacenamiento y redistribución a gran escala, comercio a larga distancia en ausencia de dinero, etc. Todo eso deja la puerta abierta para que, más adelante, las condiciones tecnológicas y sociales permitan la coordinación voluntaria.»
V. Olcina, (2010)
¿Y que van a hacer con los criminales y delincuentes si no hay policía del Estado?
Cito:
“En el caso de la policía y los servicios de bomberos, se debería tender hacia la incorporación de ciudadanos voluntarios en las organizaciones regulares. En cierto modo, esto es similar a la práctica de algunas cooperativas de requerir que sus miembros realicen ciertos servicios ellos mismos para evitar la creación de una jerarquía que comiera a costa de los asalariados. El fomento de extender la propiedad de armas de fuego como una fuerza disuasoria es un modo de reducir hasta donde es posible la necesidad de una policía organizada. El fomento de organizaciones de defensa de barrio armadas, a cargo de la policía ‘oficial’, interviene igualmente en la dirección correcta.
En algún punto tales organizaciones benéficas deberían combinarse con las organizaciones ‘públicas’, con las tropas comitatus*** (N.T: no entiendo qué quiere decir aquí, ‘comites’ es ‘compañeros’ en latín) suplantando completamente la aplicación profesional de la ley. Combinado con jurados libres locales autorizados a juzgar tanto la ley como los hechos, y con milicias populares, sería en buena medida una vuelta al ideal anglo republicano libertario del siglo XVIII.”5
***Quiere decir milicianos.
Las comunidades tendrían que organizar sus propios servicios de seguridad, ya sean comunitarios y rotativos entre sus miembros, o cooperativas o mutuales de seguridad privada sufragadas por miembros de la comunidad al estilo de nuestros actuales vigilantes privados; pero para la seguridad pública en general.
Con las cárceles más o menos lo mismo y aquí insistimos en el recomendable carácter mutualista-cooperativo de unas cárceles no-estatales, dado que muy probablemente hayan psicópatas y miembros incorregibles de una sociedad que es mucho mejor y más humano para todos tenerlos presos en un sitio a que estén libres amenazando a la gente pacífica. Las mutualidades por estar conformadas por integrantes con el mismo poder de decisión, en donde las ganancias fueran mínimas (recordemos el principio del costo) gracias a la libre competencia, y en donde buena parte de la población colaboraría en ellas dado el evidente interés de tener instituciones de este estilo; las amenazas de que las cárceles privadas se vuelvan locas y metan presa a la gente para ganar dinero se disminuyen grandemente dado que no habría ningún beneficio en ello…
Hay también muchos mutualistas escépticos de las prisiones (dado que violan el principio de igual libertad sin justificación aparente, dado que como nadie tiene derecho a esclavizar a nadie, pues nadie tendría un derecho a encerrar bajo llave a nadie) así que preferirán organizarse en mutualidades para hacer trabajar a las personas en servicios comunitarios o en el campo para que paguen con su trabajo y/o su dinero el daño causado por sus delitos, en vez de encerrarlas en un edificio un largo rato, sometidas a hacinamiento, maltratos y perversiones de todo tipo que les impedirían poco a poco vivir normalmente en sociedad. Esta es una estrategia, de hecho, que algunos Estados contemporáneos como Dinamarca y Noruega aplican, con cárceles muy parecidas a la vida cotidiana bajo la siguiente filosofía: “si tratas a los presos como animales, entonces estaremos soltando animales en tu calle al liberarlos”. Es mejor tratarlos como personas entonces.
Las prisiones fueron creadas originalmente como un trámite procesal o un estadio procesal más y no como un castigo definitivo, dado que ellas eran el corto preludio para sufrir la pena de muerte, la mutilación, los latigazos, las galeras, etc. Solamente a partir del S.XIX con la progresiva desparición de los castigos corporales y de la pena de muerte, cosa que coincidió con el ascenso del moderno capitalismo industrial, a los Estados no se les ocurrió mejor idea que volver el castigo temporal de la privación de libertad en una prisión en uno permanente y final, cosa que tiene consecuencias… Los mutualistas por lo general somos escépticos con las cárceles por injustas e ineficientes.
También es probable que emerja un sistema de castigo por multas (sobre todo si el delito es cometido contra un particular). Puede implementarse el ostracismo, y aquí todas las comunidades aledañas al delincuente podrían acordar la expulsión del castigado para así hacerla efectiva. Hasta podría alguna comunidad implementar la pena de muerte; cosa que personalmente nos parece una barbaridad, pero un sistema de ley policéntrica no la excluiría en un inicio como castigo, a menos que todas las comunidades de una región o país acuerden abolir la pena de muerte.
La pena de muerte, opinamos, que es una violación de los principios mutualistas dado que nadie tendría derecho a quitarle la vida a nadie, salvo legítima defensa, en virtud de que no existe un igual derecho a ello; solamente una persona cuerda decide cuando termina su propia vida, no la vida ajena, y así todas las demás personas.
En mutualismo todas las estrategias libremente acordadas para gestionar el crimen y el delito serán practicadas de abajo hacia arriba, así que esto es una ligera pincelada. 🙂
También la prosperidad económica recrecida en un sistema mutualista y las oportunidades adicionales de trabajo (autoempleo o cooperativo) desincentivarían el robo por comida o bienes, sin abolir la propiedad privada. Hablando de propiedad, la propiedad mutualizada de la tierra (la posesión) volvería sin sentido algunos delitos relacionados con la ocupación o invasión de tierras baldías. Con los crímenes causados por enfermedades mentales, aquí la sanidad mutualizada más orientada al ofrecimiento de un servicio y menos al beneficio capitalista, y las medicinas con precios rebajados a su costo gracias a la ausencia de “propiedad” intelectual ayudarían bastante al tratamiento más accesible de los enfermos mentales y por ello disminuirían los delitos causados por estas personas.
La abolición de la propiedad intelectual tal como se entiende hoy eliminaría el delito de piratería. Menos gente presa al eliminar una fuente de falsa usura.
Respecto a las drogas y a los crímenes cometidos en relación a la misma, la despenalización de las drogas conduciría a la despenalización de dichos delitos y a su desparición, así como la atención cooperativa a los adictos ya tratados como enfermos y no como criminales. Hay otros crímenes que dependen de la existencia misma del Estado y de sus instituciones (como los de desacato –ofender al Presidente y tal–, o los del Código Penal Militar) que dejarían de tener sentido una vez eliminado el Estado. Y si no se elimina, pues igual preferimos que se deroguen esas cosas inútiles en cuanto sea conveniente.
Es decir: dado que los delitos contra la propiedad tienen dos de sus grandes orígenes en la escasez material (o sea, pobreza) y en la adicción por drogas, combatir de forma libertaria y bajo apoyo mutuo/recíproco estos problemas conllevaría a una GRAN reducción de dichos delitos. La lógica es: atacar a los delitos desde la raíz primera de los mismos, atacar la enfermedad y no los síntomas.
Respecto a la policía en sí, vemos que ya hay una policía mutualizada en la vida real y que funciona:
“Existe un buen ejemplo de seguridad mutualista (o simplemente anarquista) en la actualidad: la policía comunitaria de Guerrero, en México.
La aparición de este cuerpo voluntario tuvo su origen en la incapacidad de los cuerpos estatales de garantizar la seguridad en la región, como ellos mismos comentan:
Con la crisis del aparato judicial se creó un vacío en los tres poderes y en la Montaña se desencadenó una gran ola delictiva por la delincuencia organizada de tal forma que carreteras, caminos, veredas e incluso las mismas comunidades fueron objeto de innumerables robos, asaltos, violaciones sexuales y asesinatos. Todas las autoridades fueron completamente rebasadas por la delincuencia, principalmente por complicidades con los delincuentes, omisiones, negligencias o -en el mejor de los casos- incapacidad y decisión firme para combatirla.
Rápidamente, se estrecharon los lazos de todas las asociaciones locales para combatir al agresor común, articuladas alrededor de ‘autoridades comunitarias’ (más cercanas a los delegados voluntarios de las organizaciones anarquistas que a verdaderas autoridades estatales):
Los afectados de este problema de inseguridad y violación de sus derechos fundamentales, apoyados por las organizaciones sociales y la Iglesia local, empezaron a convocar a reuniones para discutir el asunto. En estas asambleas, a las cuales participaban pobladores de toda la región, autoridades comunitarias, profesores, se denunciaban los delitos padecidos.
En un primer momento, estas asambleas decidieron crear un cuerpo de voluntarios para patrullar las zonas, perseguir a los delincuentes y ponerlos a disposición de la autoridad. Pero lo más interesante es que, cuando vieron que la justicia estatal liberaba a los detenidos y era incapaz de solucionar la situación, se dotaron a sí mismos de cuerpos de justicia, y así llevan diez años, desde 1998.
Los detenidos son juzgados por las asambleas comunitarias locales y los cuerpos de ancianos, pero no crean que todo queda ahí: para evitar la arbitrariedad, se ha creado una Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias para juzgar los casos más críticos, a la cual pueden recurrir los reos desconformes con la sentencia.
Las personas que son juzgadas por la Coordinadora Regional reparan su falta con trabajo social a favor de las comunidades integradas al sistema.
En fin, lejos del idilio anti-policial y anti-cualquier sistema de justicia que pretenda proteger los derechos del individuo, los habitantes de Guerrero han encontrado una forma sencilla y práctica de solucionar por sí mismos sus problemas.”6
Agregamos que los contratos entre las mutualidades de policía y sus “clientes”/asegurados, debieran incluir una tabla de derechos fundamentales, similar a las cartas de derechos de nuestras actuales constituciones estatales; que se comprometen a no violar so pena de expulsión de la comunidad e impago de tarifas y deudas, además de una buena demanda en un tribunal comunitario o cooperativo.
Guerrero también nos da el ejemplo (alternativo y que no choca con una mutualidad profesional de policía) de voluntarios a los que no se les paga nada, o se les paga un estipendio mínimo obtenido de fondos comunitarios a estos fines, turnándose para vigilar las zonas y entregar a los delincuentes a un sistema de justicia creado por la misma comunidad. Al final la cosa parece viable y replicable, por más que, por los momentos, la Policía Comunitaria de Guerrero esté amparada por la Constitución Mexicana y tratados internacionales de derechos de los pueblos indígenas e igual hayan ciertos acosos por parte de las autoridades oficiales.
“Investigaciones y reportajes periodísticos han registrado los éxitos del proceso comunitario: una bajada de los indices delictivos entre 90 % y 95 %, alcanzando gran respecto y consenso en toda la región. Inicialmente los delincuentes o supuestos tales que eran detenidos se entregaban a los entes de justicia oficiales. Pero, el contexto de corrupción e ineficiencia de estos órganos provocaba que en muchos casos fuesen dejados en libertad dentro de pocas horas o días, causando un gran malestar en la población. Así que en 1998 en una asamblea regional los pueblos decidieron constituir su propia instancia de justicia comunitaria, que hoy en día se llama Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias, conformada por un consejo de autoridades nombradas en la asamblea, encargado de la impartición de justicia. A partir de aquel entonces, los detenidos son juzgados por este órgano, en su propia lengua, y según procedimientos de las comunidades locales, que no preven la intervención de abogados y privilegian la conciliación entre las partes. Si son condenados, entran en un proceso que llaman reeducación. Son privados de su libertad, pero no van a una cárcel, sino que son enviados en las comunidades por temporadas de 15 días. Ahí los policías comunitarios y las autoridades locales son los encargados de resguardar a los presos, de proporcionarles comida y de hacerlos trabajar 8 horas la día, de lunes a sábado, en actividades para la comunidad.”7
De todas formas admitimos que hay argumentos bastante fuertes en contra de compañías de seguridad de tipo mutualista, así como la auto-defensa con armas de fuego (lo que implica que los mutualistas estamos a favor del libre porte de armas; ya que lo preguntas). Las “trampas hobbessianas” son situaciones en las cuales los ataques preventivos, las vendettas u ordalías, son formas frecuentes de resolución de conflicto en ausencia de una autoridad centralizada como un gran tercero que apague la posibilidad de venganza personal o de toma de justicia por propia mano.
Una trampa hobessiana funciona de tal forma que tenemos dos personas armadas, y una de ellas va a atacar a la otra. La persona a punto de ser atacada piensa en defenderse; mientras que el atacante piensa en atacar antes para evitar ser atacada. La persona atacada entonces debe defenderse antes de ser atacada, y así la otra persona ataca primero para evitar ser herida… y así hasta que se desata la agresión mutua.
Los mutualistas anarquistas piensan que lo más probable es que se genere una situación de “equilibrio dinámico” similar a la estabilidad de precios en el mercado, respecto a la violencia contrarrestada con la amenaza del uso de la violencia simplemente porque esta será demasiado costosa para las partes involucradas que preferirán acuerdos o contratos previos de no-agresión o conciliaciones posteriores, o arbitrajes de tipo periciales, como en los casos de valoración de daños de parte de una compañía de seguros tras un accidente automovilístico. Admitimos que este equilibrio es más propenso de darse si las fuerzas son, de nuevo, equivalentes; algo que no solo sale de la lógica mutualista sino que se ve en la práctica con las carreras armamentistas que terminan en cese de enfrentamientos por tener una fuerza destructiva similar; la famosa Mutual(lly) Assured Destruction o política informal de no enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría por tener ambos un potente arsenal nuclear capaz de destruir a ambas naciones (y al orbe entero), la famosa Destrucción Mutua Asegurada.
Los mutualistas federalistas piensan que el argumento de la trampa hobbessiana es tan fuerte e irrebatible en la práctica que eso implica que una de las pocas funciones que debe conservar el Estado es la seguridad ciudadana y los tribunales de justicia, y que por ello no podemos deshacernos totalmente de los Estados; eso sí, esta fuerza pública debiera estar bajo estricto control democrático y civil, bajo preferibles mandatos revocables de los administradores públicos, control fiscal estricto, con fuerte carga de participación ciudadana y lo más localizada, municipal y comunitaria posible.
También debemos destacar que el anarquismo más socialista ha sido tradicionalmente anti-policial, dado que las policías estatales han sido vistas como los perros de guerra de la clase capitalista y del Estado, entrenados para hacer valer sus leyes (otro tanto puede decirse de los militares). Hay compañeros ancoms, y podemos estar plenamente de acuerdo con ellos, que piensan en reestructurar la protección de las personas bajo la anarquía en cuatro principios claves:
Prevención del daño: al construir comunidades fuertes y cooperativas, en donde las necesidades materiales, sociales, espirituales y psicológicas sean más fáciles de satisfacer, los robos mediocres y las clásicas faltas tendrán muchas menos posibilidades de ocurrir, así como el capital social acumulado e incrementado contribuiría ciertamente a hacer que la relativa desigualdad sea menos insufrible y las normas sociales pacíficas sean más aceptadas. En este caso el paco pasa a ser reemplazado por, quizá, un amable y experto trabajador social.
Respuesta de emergencia: sabiendo que hay tendencias violentas en todos los seres humanos (probablemente incentivadas por nuestra biología) y que, puede que queden resabios culturales que promueven violencia siendo estos resultados de años y siglos de explotación, aún se necesitarían personas para detener la violencia criminal cuando surja; en este caso los pacos serían reemplazados por voluntarios al estilo de la Defensa Civil.
Experticia forense: esto es algo evidente dado que es una profesión muy especializada, y muy probablemente los crímenes pasionales y sexuales seguirán existiendo, y por lo tanto nuestros médicos forenses seguirán teniendo trabajo que hacer y por lo tanto deberán organizarse escuelas y universidades que oferten esta especialización.
Servicios de rehabilitación (y no de venganza o punitivos): lo mismo que lo anterior, que si tratamos a los presos como animales salvajes, vamos a soltar animales salvajes a la calle. Las universidades del delito que hoy conocemos como cárceles deben cambiar para ser centros de rehabilitación llenos de doctores, terapeutas, médicos, familiares de las personas en tratamiento (ya no «presos»), profesores y especialistas sociales. Hay que tratar a la gente de forma humana y compasiva…
Para finalizar esta respuesta, el tema de las mutualidades o agencias de seguridad privada (policías privados, en esencia) suele ser un aspecto muy discutido por otros compañeros más fieles al acrónimo ACAB («All Cops Are Bastards» o todos los policías son una mierda/unos bastardos, en inglés) que no es más que una manera simple de recordar que las agencias de policía son fuerzas que pueden imponer un orden y quien las controle determinará claramente su política… y en el orden estatista y capitalista las policías ejecutan la ley del Estado que protege todos los monopolios y los privilegios de las clases parásitas.
La garantía principal de que tales mutualidades no repitan lo mismo, para nosotros los mutualistas, es que estén bajo férreo y doble control tanto comunitario como judicial, que sean lo más localizadas posibles y que sean organizaciones estrictamente cooperativas bajo control asambleario, revocabilidad inmediata de sus coordinadores, y como propiedad colectiva de los ciudadanos/clientes; ya que si están a las órdenes de un patrono puede pasar que el dueño (o la junta directiva) de esta empresa capitalista de seguridad tenga grandes incentivos para enriquecerse al imponer sus órdenes a toda la comunidad y monopolizar el control vecinal de personas, bienes y dinero (haciendo reemerger en la práctica al Estado), al estilo de los pranes venezolanos, la mafia siciliana, u otras distopías que suenan más a Somalia que a otra cosa; a menos que los polis subordinados se rebelen, o que la empresa capitalista abusiva reciba competencia armada a los tiros… Y de allí nuestro escepticismo con las agencias de seguridad más del tipo anarcocapitalista, o sea las que presenten jerarquía empresarial «empleador-empleados» dentro de ellas.
También el pago importa, y las comunidades que se vean afectadas por mutualidades de policía abusivas pueden simplemente boicotearlas, sea que la población las resista de forma armada y/o dejen de pagar la tarifa de su manutención.
¿Y que van a hacer con la República si no hay fuerzas armadas que la defiendan de enemigos exteriores?
La solución tradicional es confiar la defensa del país a todo el pueblo armado. Todos los ciudadanos “debieran” (léase como imperativo moral, no obligatorio) entrenarse voluntariamente para la defensa del país. Vietnam en 1975 puede demostrar que tan eficaces son ciudadanos armados en una guerra asimétrica para, si no ganarla, al menos detener al enemigo y hacer que desista de pelear una guerra de desgaste. La CNT-FAI durante la Guerra Civil Española (1936-1939) y el Ejército Negro de la Ucrania Libre (1918-1921) fueron ejemplos de milicias ciudadanas, auténticos ejércitos, combatiendo contra tropas estatales usando una estructura horizontal, una disciplina militar libremente consentida, sin reclutamiento forzoso, bajo contrato y sirviéndose del contacto con la población local y de sus redes para el apoyo logístico y armamentístico de las tropas.
Otros ejemplos de ejércitos anarquistas serían las Panteras Negras en EEUU (1966-1982) y el actual ejército de Rojava, en el norte de Siria, las Unidades de Protección del Pueblo (2011-).
El ejército anarquista debiera ser algo al estilo de, otra vez, la Defensa Civil. Los oficiales debieran ser electos por las unidades y rotados para evitar concentraciones indebidas de poder o explotación de los bajos rangos. Como la CNT-FAI, este hipotético ejército de voluntarios debiera organizar sus milicias de forma igualitaria: en la Cataluña anarquista los oficiales y soldados comían y bebían lo mismo, dormían en los mismos lugares y vestían las mismas ropas (nada de galones y charreteras ridículas). Las órdenes en este contexto, evidentemente, no se ven como algo dado de un superior a un inferior sino de un compañero a otro; aunque hay que entender que los «rangos» rígidos como se entienden en los ejércitos arquistas o estatales serían inexistentes. Cero títulos y cero saludos rituales.
Un movimiento mutualista más expandido mundialmente puede confiar su defensa a ciudadanos bajo valores mutualistas o libertarios que protesten en la nación agresora y hagan desistir a esta de sus intenciones agresivas, en la tónica de la esperanza de los trabajadores ante la Primera Guerra Mundial de que obedecerían antes a sus intereses de clase que a los intereses de sus dirigentes nacionales y no saldrían a integrar los ejércitos de sus países para matarse entre sí… cosa que lamentablemente no pasó así que igual tendremos que recurrir a otras vías para la defensa.
Otra solución y que en realidad es complementaria a las clásicas milicias populares es la provisión de servicios de protección y seguridad por parte de compañías de seguridad especializadas. Piénsese en las habituales compañías de seguridad privada y de vigilancia hoy existentes, pero expandidas a la seguridad ciudadana y la defensa nacional tal como Clarence Lee Swartz, Francis Tandy y Benjamin Tucker proponían en sus escritos; que competirían entre sí para ofrecer el mejor servicio de policía, delimitarían mediante contrato zonas comunes, solapadas o límites de las mismas, y serían sufragadas y supervisadas por los clientes/ciudadanos en vez de ser pagadas con impuestos obligatorios, y todo detallado mediante contratos libres entre personas y comunidades. Pero ello conlleva un problema y posibles soluciones si somos creativos:
“En una sociedad donde los individuos no están obligados vía impuestos a sufragar los ejércitos, uno de los problemas cruciales es el de la defensa nacional. Esto sucede por dos motivos estrechamente vinculados entre sí: en primer lugar, a que, dado que las compañías no pueden discriminar quién ha pagado y quién no a la hora de defender un territorio (p. ej. no pueden salvar de las bombas únicamente las casas de sus clientes, sino que también beneficiarán –gratuitamente- sus vecinos), existen incentivos para que aparezcan ‘free-riders’ o polizones; personas que se benefician del servicio sin pagar. En segundo lugar, y por esa razón, quienes sí pagan tienen la sensación de estar siendo estafados y tenderán a pasarse al primer grupo.
En este punto Roderick Long ofrece un par de ejemplos brillantes extrapolables a la defensa nacional, que refutan la idea estatista de los ‘bienes públicos’.
En primer lugar, menciona el caso de los faros, tradicionalmente considerados un ‘bien público’ por todos los libros de texto económicos debido a que es imposible discriminar a qué embarcaciones lanzar indicaciones luminosas y a cuáles no, de modo que los ‘free-riders’ se benefician del servicio a costa de los demás. Sin embargo, Long apunta que los faros ingleses del siglo XIX eran enteramente privados. La fórmula para atajar los polizones, en este caso, fue empaquetar el ‘bien público’, del que es imposible discriminarlos, con otro bien del que sí pueden ser excluidos: los servicios del muelle y el puerto. Los barcos, al pagar la tarifa del puerto pagaban además el mantenimiento del faro, de modo que los free-riders quedaron completamente anulados.
En segundo lugar, expone un caso similar de free-riders con las emisiones de televisión y radio, a los que cualquiera puede acceder si capta la frecuencia adecuada. Nuevamente, el mercado empaquetó el ‘bien público’ de la emisión con un ‘bien privado’: la publicidad. Y una vez más los polizones quedaron excluidos.
Esto debería hacernos reflexionar sobre la naturaleza creativa del mercado; después de todo, millones de personas pueden inventar muchas más formas de proveer servicios de ‘defensa nacional’ que nosotros solos en calidad de ingenieros sociales. Pero, aun así, es fácil advertir que el ‘bien público’ de la defensa nacional podría ser empaquetado en ‘bienes privados’ como los seguros de vida y de propiedad. Como argumenta Hoppe, las compañías de seguros (mutuos o convencionales) tendrían incentivos muy potentes para proteger y recuperar las propiedades de sus socios con tal de minimizar los costes, ya que de lo contrario tendrían que indemnizarlos
De ese modo, al añadir las compañías un plus a su tarifa, todo individuo que aspirase a asegurar su propiedad y su vida, o a minimizar los conflictos con otros individuos o compañías (virtualmente, casi todo el mundo) se vería obligado a costear un pequeño ejército para la ‘defensa nacional’. Por no mencionar la potente publicidad que supondría para una empresa patrocinar a una red nacional de compañías de seguridad.”8
(…)
“Una compañía libertaria de defensa podría excluir a los free riders de diversas formas: negándoles la restitución de sus bienes destruidos o expoliados, restringiendo su acceso a refugios antiaéreos propiedad de la compañía, etc. Pero ni siquiera sería necesario excluirlos si los beneficios privados superasen los costes privados, aun cuando los beneficios sociales fueran proporcionalmente mayores (es decir, a pesar de que persistieran free riders que se benefician del servicio sin soportar su coste). Probablemente las empresas e individuos más ricos, al percibir la guerra como más perjudicial en términos absolutos, patrocinen a las compañías de defensa a cambio de publicidad y prestigio ante su comunidad. Roderick Long cuestionaba que alguien tuviera más incentivos que Coca-Cola en patrocinar la defensa de Estados Unidos frente ataques externos, pero la cuestión bien podría plantearse en término de redes cooperativas o empresas ubicadas en zonas geográficamente comprometidas (más susceptibles de sufrir daños y, por tanto, más proclives a invertir en su prevención).
Si la Atenas clásica pagaba sus trirremes fiscalizando a los acaudalados terratenientes, es posible que una sociedad libertaria pague sus tanques y aviones incentivando a los más ricos a que, de forma voluntaria, inviertan en la defensa de sus propiedades. Si la publicidad ya sufraga competiciones deportivas o excavaciones arqueológicas, ¿por qué no iba a permitir la defensa frente a agresiones externas.”9
Los mutualistas federalistas quizá apoyarían unas pocas fuerzas armadas permanentes (los menos, asumimos) muy limitadas en número; o más probablemente que el Estado mínimo simplemente asumiera funciones de generalato y coordinación entre las distintas fuerzas defensivas voluntarias del país: milicias, mutualidades y compañías de seguridad.
La razón de desconfiar de la existencia de fuerzas armadas permanentes sufragadas mediante impuestos es que, además de significar un robo el mantener un poder militar que tiene todo el potencial de ser un ejército de ocupación en contra de su propia población (lo que ocurre sangrantemente con las dictaduras militares, las represiones de movimientos populares y los golpes de Estado), los impuestos en sí son una forma de manifestación de la jerarquía y autoridad estatal impuesta a la fuerza, por lo que debieran desaparecer aún si sirvieran para mantener a las fuerzas armadas… O ser voluntarios con lo que dejarían de ser “impuestos”.
Sin fuerzas armadas y sin el Estado también nos ahorramos que algún imbécil se consagre salvador de la Patria y dé un golpe de Estado (¿a qué Estado se lo irá a dar, para empezar?). Un mutualista federalista reconocería encarecidamente la rebelión (incluso armada) en contra del Estado o en contra de quien intente capturar a la fuerza al Estado mínimo para implementar su programa político. También vale el dejar de pagar el impuesto único que lo financiaría.
En definitiva, tanto en el ámbito de las policías (la seguridad ciudadana) como de los militares (la seguridad nacional), la sociedad mutualista cambiaría los actuales ejércitos y policías jerárquicos por algo más parecido en espíritu y funcionamiento a las estaciones de bomberos voluntarios… Los bomberos suelen estar totalmente integrados en la comunidad, suelen carecer de permisos raros para cachear personas en búsqueda de materiales inflamables o de autoridad para joder a los vecinos, y no suelen aislarse de sus comunidades como una clase «especial» de protectores sino que suelen tener otros trabajos de medio tiempo.
Para su financiamiento se requeriría el esfuerzo comunitario y/o de la paga de sus clientes/ciudadanos; a su vez la competencia entre distintas mutualidades de seguridad daría el mejor servicio, y la posibilidad de firmar contratos así como una pactada resolución de conflictos sea pre/durante/o post, minimizarían la posibilidad de guerrillas internas.
Por otro lado, el Estado mutualista federal (para los mutualistas federales) conservaría los servicios de defensa nacional y seguridad ciudadana hasta que las mutualidades, comunas o provincias puedan y quieran administrarlas por sí mismas; o hasta que sea seguro para la comunidad nacional, dado que puede aparecer la preocupación bien fundada de que los Estados-nación no-mutualizados puedan atacar y querer abortar el experimento mutualista y por ello sea vital el conservar las ventajas para la defensa exterior de un Ejército estatal, bien controlado civil y democráticamente. Y siendo además un Ejército profesional, no de conscriptos o de reclutamiento forzoso u obligatorio:
«¿Qué es el servicio militar? Un acto de propiedad ejercido por el Estado sobre los ciudadanos: una expoliación de hombres y de dinero. Los campesinos no quieren que sus hijos sean soldados, en lo que tienen razón sobrada. Es difícil que un hombre de veinte años gane nada con estar en el cuartel; o se pervierte o lo aborrece. Juzgad en general de la moralidad del soldado por la aversión que tiene al uniforme; hombre desgraciado o pervertido, ésa es la condición del soldado en las filas.»
P-J Proudhon (1840)
¿Y que van a hacer con los pobres y desvalidos si no hay Estado que los proteja?
«Síguese de ahí que la mutualidad tiene por principio, en lo que a la asociación se refiere, que los hombres no deben asociarse sino en cuanto lo requieran las exigencias de la producción, la baratura de los productos, las necesidades del consumo y la seguridad de los mismos productores».
P-J Proudhon
Una perspectiva mutualista acerca del Estado de Bienestar y los servicios sociales debe incluir, como extensión de nuestros principios:
La disminución del aparato estatal, o que al menos no se incremente (en número de funcionarios, departamentos, gasto y deuda públicas).
La generalización del acceso a TODA la población (porque todos somos seres humanos libres e iguales) a los servicios de sanidad, educación, seguridad social, pensiones, prestaciones sociales, etc.
La desconcentración de la riqueza de las grandes corporaciones.
La receta socialdemócrata o colectivista garantiza el punto 2, pero descuidando los puntos 1 y 3. Las recetas liberales o libertarias de derechas cumplen (o eso intentan) el punto 1, desatienden el punto 3 (porque no les interesa) y se les olvida (a veces) el punto 2.
¿La receta mutualista es posible? Al parecer sí. Perdón por la flojera, pero igual cito:
“Al parecer, el 72% de los indios no puede costearse la sanidad privada, pero los servicios públicos son tan deficientes que no tienen más remedio que recurrir a médicos y curanderos locales. Sin embargo, a la hora de operaciones serias o análisis, incluyendo cirugía coronaria, neurocirugía o trasplantes (los indios tienen tres veces más posibilidades de sufrir enfermedades cardíacas por razones genéticas) contratan micro-seguros de cobertura limitada a este tipo de servicios, en muchos casos a través de sociedades mutualistas como la Cooperativa de Agricultores de Yeshasvini. Esta organización, por cierto, es la mayor mutua sanitaria del mundo por número de asociados, y mantiene 135 hospitales en su región.
A propósito, me viene a la cabeza el relato de Roderick Long sobre la sanidad occidental antes del Estado del Bienestar, cuando las mutualidades obreras ofrecían servicios médicos a sus asociados por apenas unas pocas libras o dólares anuales.
La pregunta que todo libertario debería hacerse es: ¿quién se quedaría sin sanidad cuando el trabajo reciba su producto completo, es decir, cuando los salarios sean más altos y el precio de las mercancías –especialmente los fármacos- sea notablemente más bajo?
Como sugieren Larry Gambone y Kevin Carson, una solución plausible sería mutualizar la sanidad pública, de modo que los servicios médicos rutinarios estén tan descentralizados y junto a las comunidades receptoras como sea posible, dejando los grandes hospitales a un nivel regional. La sanidad low cost sería reemplazada por la sanidad cost price.”10
Confiamos en que las comunidades pueden auto-organizarse y auto-gestionarse de tal forma que encuentren soluciones a los problemas sociales que existen (como la pobreza, la falta de acceso a la salud y la desigualdad) y que algunos liberales vulgares niegan o le quitan importancia en relación a cosas como armas nucleares, bajas de impuestos a los ricos, helicópteros, serpientes y defensa de las corporaciones como la última minoría discriminada en vez de gays, pobres, mujeres y negros y sus demandas “liberticidas”.
A los ancianos y a los discapacitados de todo tipo pues, en aplicación de los principios mutualistas, pensamos y apoyamos que las mutualidades y redes de cooperativas se encarguen voluntariamente de ellos para asegurar su bienestar e inclusión social. De hecho es bastante más probable que organizaciones horizontales cuya prioridad es ofrecer servicios (y no generar ganancias exhorbitantes) sean más proclives a prestar estas atenciones sociales que empresas privadas del tipo (anarco)capitalista. Los mutualistas federalistas pueden proponer, como medida complementaria, a través de un impuesto único, la prestación de una renta básica a nombre de estas personas como transición desde un complejo Estado de Bienestar lleno de departamentos y oficinas siempre hambrientas de dinero “público”, a una sociedad de bienestar en donde la mutualización voluntaria sea completa o hasta un máximo deseable y factible.
La lógica del seguro social puede conservarse de manera voluntaria y competitiva en mutualismo al asociarse cientos, miles y hasta (quizás) millones de personas en redes de mutualidades cooperativas que presten servicios de salud y seguridad social; la red negociaría en nombre de sus miles de afiliados el precio de las medicinas e implementos médicos, así como administrarían hospitales regionales y servicios que serían muy caros a nivel puramente local. La competencia entre distintas redes de seguridad social y salud también abarataría los costos de operación de las mismas.
La horizontalidad de la distribución del capital implica que éstas cooperativas de seguridad social se verán menos incentivadas a usar los fondos de capitalización individual como capital especulativo (una de las principales críticas dadas al sistema de AFP chileno) en virtud de que una mala inversión la pagarían TODOS los asociados por igual, y la economía mutualista penaliza de por sí la acumulación de capital e incentiva la circulación del mismo, por lo que no habrían muchas acciones o capital sobrante con el cual jugar irresponsablemente; y en ausencia del monopolio de propiedad intelectual, esas mismas medicinas serían mucho más baratas que hoy (similares a los actuales genéricos)… Eso sí, esto no es algo que se implemente de la noche a la mañana y requiere del esfuerzo de creación de una economía alternativa.
Y, como la lógica de la cooperativa es distinta a la de una empresa capitalista, igual que en el caso de los discapacitados, estas probablemente estén dispuestas a proteger a más personas que una empresa que se preocupe prioritariamente de ganar dinero. La red de bancos libres serviría como sostén ante las posibles pérdidas generadas por la operación de esta red de salud y seguridad social.
Recordemos que las instituciones cooperativas no tienen un ánimo primario de lucro sino de gestión de problemas colectivos y provisión de servicios; además por ser autogestionadas se libran de los gastos propios de las comisiones o pagos a gestores. Y al ser cooperativas en donde se comparte la propiedad y la membresía en el sistema, no hay selección de riesgos como en los seguros clásicos; así que no podrá negársele atención médica a los miembros y asociados de la cooperativa.
E inclusive bajo el mutualismo se podría sostener una red de escuelas, hospitales, clínicas y universidades gratuitassiempre y cuando los asociados a ellas así lo dispongan consensuada y voluntariamente, pudiendo reinvertir las utilidades del servicio (provenientes de donaciones o inclusive del trabajo altruista y/o de los intercambios de bienes por trabajo) para preservar la gratuidad del servicio y que nadie se quede sin estudiar o sanarse.
La educación de los jóvenes en las universidades podría pagarse (parcial o totalmente) con trabajo vital a la comunidad, y hasta siendo un trabajo relacionado a sus estudios de tal forma que enseñanza y trabajo se retroalimenten positivamente entre sí. Todo lo anterior, eso sí, mediante contratos entre cooperativas, empresas, comunidades y personas.
De todas formas podemos argumentar que es preferible que los servicios estatales de bienestar social sigan funcionando a sola condición de que no hayan instituciones alternativas y mutualistas que los provean; y que por ende debe hacerse un esfuerzo consciente para crearlas. Insistimos, el mutualismo tiene un objetivo humanitario de mejora social (como todo socialismo) y no vamos a poner nuestra ideología por encima de la vida de personas individuales que sufren y padecen, y que puedan necesitar de los servicios estatales en algún momento, o a tratarlas como «parásitos» o «escoria», cuando ellas suelen ser las primeras víctimas de un orden existente de precariedad e inestabilidad social. Como Roger Senserrich escribe, ser pobre es una mierda, y los pobres no son pobres porque quieren…
Personalmente opinamos, en base a nuestros principios, que es mejor ofrecer y construir alternativas solidarias y mutualizadas de bienestar social a la par de exigir la disminución de la caridad estatal, pero no una cosa sobre la otra o viceversa.
A nivel de principios, notamos nuevamente la diferencia existente entre el mutualismo o el socialismo libertario proudhoniano comparado a formas de libertarianismo de derecha (como el anarcocapitalismo estándar). La sociedad libertaria del libertarianismo de derechas exige necesariamente que la propiedad privada sea el modelo y referente de todos los demás derechos; que todos los demás derechos son inventos de comunistas que consisten en robar la propiedad «legítima» (o sea los ingresos de los capitalistas) de sus dueños y dársela a quienes no tienen nada, ya que este tipo de sociedad exige que los títulos de propiedad privada no pueden ser redistribuidos de ninguna manera; y la equivalencia entre la libertad y el consentimiento, que todo lo consentido es libre; cosas que generan sus problemas cuando nos centramos en la práctica ante una teoría tan inflexible basada en la propiedad privada de los medios de producción y en la libertad como mera ausencia de coerción:
Aún suponiendo que la fe anarcocapitalista en la eficacia del mercado para erradicar la necesidad es cierta, existen situaciones (accidentes, casos de fuerza mayor, etcétera) que esa presunta eficacia no puede resolver. Piénsese en el caso del náufrago que necesita pisar tierra en una isla que ya tiene dueño. O el del hombre que necesita cruzar por el puente de su vecino para huir de un incendio en su propiedad. O el de la persona extraviada en el desierto que encuentra un oasis que tiene propietario. ¿Cómo deberían tratarse estos casos en una utopía anarcocapitalista que no admite la estipulación de Locke/Nozick o que, en términos más generales, no admite que la propiedad pueda verse nunca superada por otros bienes jurídicos? Una utopía que responde a esta pregunta diciendo que en todos ellos «el dueño tiene derecho a prohibir el uso de sus bienes» es una utopía que se ha autorrefutado.
Extrapolemos ahora estos casos de laboratorio. ¿Qué pasaría en una sociedad anarcocapitalista con aquellos que padecen necesidad por algún accidente (y que no tenían seguro que los cubriera)? Algunos afortunados podrían contar con la ayuda de algún alma caritativa; otros tendrían menos suerte, pero todavía podrían cerrar algunos tratos leoninos a cambio de ayuda (tratos que pata todos los efectos serían perfectamente «voluntarios»). Otros simplemente morirían.
Este último ejemplo nos conduce al segundo punto señalado arriba, acerca de la validez de los contratos y acuerdos. En los propios términos de los libertarios y anarcocapitalistas, un contrato es justo porque es voluntario «Volenti non fit iniuria»: al que consiente no se le hace daño. El problema, sin embargo, no radica en este principio, sino en que tanto libertarios como anarcocapitalistas parecen decididos a hacer abstracción de las condiciones en y bajo las cuales se aplica. El principio no pone, evidentemente, las condiciones de su propia aplicación, es decir, las condiciones bajo las cuales la voluntad puede perfectamente escoger. Si así fuera, seríamos omnipotentes y no habría necesidad de ninguna teoría de la justicia. Sin embargo, dado que somos finitos, necesitamos de ciertas condiciones materiales para poder identificarnos y no simplemente resignarnos a aquello que escogemos.
Una aplicación que tuviera en cuenta las condiciones bajo las cuales se aplica el principio «volenti non fit iniuria» -es decir, una aplicación no-ideológica del mismo- tendría que admitir que, mientras mayor es la necesidad o más adversas son las condiciones de un contratante, menor es la voluntariedad con la que contrata y que, por consiguiente, menos justo es el acuerdo que cierra. La voluntariedad, como la justicia de los acuerdos, tienen, pues, grados.
El anarcocapitalismo hace abstracción de la necesidad y de los grados de voluntariedad, porque, como decíamos, adopta tácitamente un supuesto utópico. Ese supuesto no es simplemente que el capitalismo aumentará la cantidad de bienes disponibles (que, por lo demás, es una verdad empírica). El supuesto es más fuerte: es que lo hará de tal modo, con tanta eficiencia y con tanta rapidez, que por sí mismo y sin la aplicación de ninguna política centralizada, erradicará de modo general la necesidad. Ésta dejará, entonces, de ser un problema (teórico, político y jurídico) para el anarcocapitalismo y para todos los demás que vivan a su alero. Los demás casos (el naufragio, los accidentes, etcétera) serán lamentables, pero lo suficientemente marginales como para remecer la convicción de la sociedad anarcocapitalista en la supremacía absoluta de la propiedad privada.
Schwember (2019)
Y recordemos nuevamente: la propiedad es un robo. 🙂
El mutualismo pone en el altar a la libertad, a la igualdad y a la reciprocidad como ideales y principios base del sistema; y no a la propiedad privada, sino que la propiedad es instrumento necesario más no suficiente para alcanzar mayores grados de libertad (e igualdad). El acabar con el droit d’aubaine implica que toda esa riqueza social producto de las operaciones empresariales pasaría a ser reinvertida no solamente en el buen funcionamiento de las cooperativas sino en el bienestar social de sus asociados, eso más la riqueza individual pagada a cada trabajador por su esfuerzo.
El goce material de salud, educación y bienestar son condiciones necesarias para la libertad y a ello debe ayudar la redistribución de la propiedad bajo criterios mutualistas es decir, de ocupación y uso o posesión de bienes inmuebles (incluso los bienes naturales, el capital y la ganancia como productos sociales de las empresas, y por ende de propiedad cooperativa) y de propiedad de bienes muebles o producto del trabajo y el capital del hombre, en un contexto de, ahora sí, un justo libre mercado sin usureros ni capitalistas.
Y allí donde no pueda llegar el libre mercado anti-capitalista, la solidaridad y la administración local o regional comunal o cooperativa de bienes públicos en sentido económico se ve como la única solución compatible con nuestros principios
¿Y que van a hacer con las empresas y servicios públicos si no hay Estado que los preste?
Pues los presta alguien más. Es una reiteración de los puntos anteriores. ¡Tanto así que tengo que citar nuevamente!:
“La policía, los servicios públicos, la salud y los servicios de bienestar deberían ser delegados íntegramente a la comunidad o al nivel de la vecindad, y controlados siempre que sea posible desde una base cooperativa con el control del ‘cliente’. Al mismo tiempo cada unidad demográfica de unos miles de personas – pequeñas ciudades y barrios urbanos – debería organizar el gobierno sobre el modelo de una democracia directa, con reuniones públicas y comisiones de consejeros municipales, para ejercer el control de tales funciones de gobierno.
(…)
Las comisiones estatales para las escuelas de las grandes ciudades deberían ser eliminadas, y cada escuela se convertiría en una cooperativa de consumidores, con el director y el personal convertidos en ‘consejeros municipales’ responsables ante los padres.
(…)
Los hospitales ‘públicos’ y municipales deberían ser hechos públicos de verdad y organizados bajo una base cooperativa, con los encargados de la administración directamente responsables ante quienes los usan.
(…)
Pero la cuestión del control es sólo un primer paso. En última instancia, tenemos que alejarnos de nuestra adoración ciega de la autoridad protectora, y nuestra creencia de que “los expertos” están en un edificio grande de cristal y acero. Como en el caso de los colegios, la descentralización a nivel vecinal causaría ahorros masivos. Y adquiriendo responsabilidades sobre nuestra propia salud se reduciría considerablemente la demanda de hospitales. Preveo una clínica en cada barrio, propiedad de sus pacientes, con un personal mínimo de MDS y muchas más enfermeras y paramédicos para dar cuidados básicos a domicilio. Sería una mezcla de la Clínica Cooperativa de Berkeley y el chino ‘doctores descalzos.’
Hasta donde es posible, se pondría más atención en la prevención, y la integración de medicina alopática, neuropática y alimentaria. Cuando tales métodos no fueran suficientes, los miembros de las clínicas locales tendrían acceso a equipos más especializados de alta tecnología, propiedad conjunta de todas las cooperativas barriales de una región. El plan de estudios de la facultad de medicina se parecería más a lo propuesto por Andrés Weil, que a lo propuesto por la industria farmacéutica.
El objetivo último en cada caso es el de organizar estos servicios de forma voluntaria, con la base del coste, financiados por honorarios de los usuarios y deudas en lugar de impuestos, y así eliminar la distinción entre el Estado y la sociedad. Pero la viabilidad de hacer esto a corto plazo varía en cada caso, y en algunos debe esperar a la liquidación final del Estado. Algunas cosas, como la educación, no pueden ser llevadas desde una base voluntaria y de costos hasta que la liquidación del privilegio cause una distribución más igualitaria de riqueza.
(…)
Un candidato para la reorganización inmediata en base a los costos son las ‘utilities’ (N. T: los servicios de gas, agua, electricidad, etc.). La mayor parte de los incentivos de la extensión urbana son falsos, en el sentido de que fuerzan a los habitantes de áreas más antiguas y centrales, a pagar tarifas más altas para subvencionar a aquellos que se instalan en nuevas áreas (con la división por zonas de códigos contra los tenderos vecinos y el desarrollo de varios otros tipos de empleos, que también deberían ser suprimidos). La eliminación de las subvenciones a los combustibles fósiles y a la energía nuclear, y a empresas de ‘utilities’ (gas, agua, electricidad, etc.), con el control por los contribuyentes en pequeñas unidades de toma de decisiones, será un incentivo poderoso a la conservación y el empleo de energías alternativas. Muchos decidirían dejar la red (de gas, agua, electricidad…) en parte o totalmente, y cavarían sus propios pozos, generarían su propia energía, o sus desperdicios orgánicos.”11
Co-op Energy es una red de cooperativas en Reino Unido que administra el servicio eléctrico a sus clientes.The Phone Co-op hace lo mismo pero con servicios telefónicos. También debemos nada más mencionar la experiencia del sector cooperativo en Emilia-Romagna que produce una tercera parte del producto interno de su región, una de las más ricas de toda Italia. La cosa parece factible… Las cooperativas no se ven como una panacea, pero parecen funcionar mejor que Corpoelec (el servicio eléctrico estatizado y centralizado de Venezuela administrado bajo criterios de total ineficiencia, politización y corrupción, famoso por el Gran Apagón de marzo de 2019 entre otras perlas). Igual pasa con la estatal telefónica venezolana CANTV que está en la total ruina.
En el caso de las carreteras, caminos y vías de toda clase, su evidente carácter de bien público de club (en sentido económico) nos hace pensar que pueden ser administradas por federaciones de cooperativas de transporte y comunicaciones que garanticen el uso público de las mismas a la vez que, recordemos, la propiedad absoluta en ausencia del propietario, de los bienes naturales nos parece un robo; por lo que un empresario capitalista impidiendo el paso en un camino o vía pública de su «propiedad» nos parece tiranía, dado que el criterio de uso de los caminos y vías es uno temporal y de transporte de personas y bienes por parte de sus usuarios entre un sitio A y un sitio B (nadie se queda a vivir, a trabajar o a dormir en un camino), en lugar de las posesiones igualmente estáticas pero destinadas a la producción o el comercio como las tierras destinadas a un centro comercial o a una finca ganadera y no al tránsito público (viendo además que los centros comerciales, igual que todo negocio del sector servicios como los supermercados, requieren lógicamente el tránsito público de personas que entren y salgan recurrentemente del negocio sin que los propietarios puedan impedirlo sino por contadas razones, como el robo o el hurto).
Probablemente para sufragar los costes de administración y mantenimiento de las vías hayan peajes de cuando en cuando; viendo que sin Estado o con uno muy mínimo, el coste de las vías sería completamente internalizado por sus usuarios (recordemos que se aboliría el monopolio de los transportes). Bajo esta misma visión, las vías libres que no pueden ser apropiadas por nadie quedarán así, libres para su tránsito.
¿Y que van a hacer con quienes no quieran trabajar o no quieran ser mutualistas?
Es su derecho. Pero quizá se autoexcluirán de la nueva vida económica y social (Poder Dual) en cuanto las formas voluntarias sean más y más practicadas, pero lo más probable es que convivan pacíficamente con las organizaciones mutualistas o de otro estilo dado que muy probablemente habría un largo periodo de transición entre el actual orden arquista y un orden anarquista, en el que ambos sistemas deben coexistir.
Nosotros valoramos el trabajo y queremos que sus frutos se gocen por doquier y éste sea lo menos molesto posible al atacar de forma radical los fallos del sistema actual. De todas formas si alguien quiere ser un vago y vivir de la caridad pues, vale… si consigue a alguien que lo mantenga.
Con respecto a trabajos que de todas formas no son demasiado atractivos, pues la remuneración por el trabajo existirá (no pensamos ni remotamente abolirla) así que estas mismas cooperativas o empresas controladas por sus trabajadores o auto-gestionadas igual harán el trabajo sucio que nadie quiere hacer en un inicio como recoger basura, el tratar aguas servidas, picar minas, o enterrar muertos.
También confiamos en que el progreso tecnológico nos alivie un poco el trabajo, en virtud de que puede ayudarnos a superar la esclavitud salarial o el desgano en estos renglones poco deseables, como muy probablemente lo hará cuando se desarrollen sistemas de Inteligencia Artificial más avanzados en una previsible economía capitalista (¿o post-capitalista?) data-driven en un futuro no muy lejano, y así se puedan reducir las horas semanales de trabajo sin afectar la productividad o el crecimiento. Es tarea entonces de los mutualistas el intentar modelar este futuro previsible a uno más cercano a nuestras ideas si no queremos una distopía automatizada…
Tampoco nos negamos a que las comunidades organizadas puedan acordar reglas como sorteos o rotaciones entre sus integrantes para hacer los trabajos sucios más localizados como gestionar la basura de la comunidad más cercana a tu hogar, que suele ser una manzana, un caserío o un condominio.
E igual, reiteramos, si alguien quiere hacer alguna otra actividad distinta a la que apoyamos los mutualistas, es libre de hacerla. No le vamos a imponer usar crédito barato ni trabajar en una cooperativa, ni a prohibir contratar trabajadores por un salario o ganar rentas de la tierra o intereses del capital. Solamente sostenemos y reiteramos que las organizaciones económicas verticales (como las grandes empresas a base de trabajo asalariado) o las organizaciones de tipo más comunista planificada, decrecerán por sí solas y serán minoritarias por efectos de la competencia, la eficiencia económica y la oferta de crédito mutuo abundante.
De todas formas la exclusión no puede convertirse en la causa de una vida desagradable, por lo que la aplicación no-ideológica de nuestros principios puede perfectamente conciliar proyectos de vida distintos al mutualista e inclusive ser solidarios con quien no lo sea.
¿Y eso del crédito mutuo no genera inflación? ¿No me están vendiendo una máquina de dinero gratis?
Los regímenes monetarios de banca central, si bien logran contener la inflación hasta cierto punto (si no son controlados políticamente y por ello tienen el mismo riesgo de las demás instituciones estatales como los tribunales) corren el riesgo de dañar el mercado del dinero al manipular artificialmente las tasas de interés. También debemos ver a las hiperinflaciones zimbabuense, alemana, húngara y venezolana como ejemplos claros del poder político inflando la moneda hasta destruirla gracias a su banca central sin independencia.
La libertad de emisión por otro lado genera competencia entre monedas y usuarios, ya que los emisores que devalúan su moneda terminan espantando a sus acreedores, mientras quienes no reevaluan su moneda, espantan a sus deudores; así garantizando que el precio de esta moneda sea equilibrado al largo plazo mediante la acción del mercado… Pero aún no es suficiente, no solamente queremos combatir la inflación, que es un robo indirecto a los productores y especialmente a quienes ganan menos (como quienes dependen de un salario, sean pensionados o los mismos asalariados), sino que queremos expandir las oportunidades de progreso y libertad para todos, lo que incluye acceder a los medios materiales necesarios para gozar la libertad, que no se reduce a una simple falta de interferencia del poder del Estado sino que requiere de poseer recursos materiales como agua, alimentación, salud o vivienda:
“Lo que proponemos, en cambio, es un banco mutuo del que los vecinos de un barrio o de una ciudad puedan proveerse de crédito a bajo coste.
Los clientes serían a su vez los propietarios, y el banco tendría el poder de emitir dinero y, como la utilidad del mismo dependería de la aceptabilidad de su moneda, esta debería estar respaldada por alguna mercancía. Por ejemplo, podría ser respaldada por metales como el cobre (el oro es demasiado caro), o incluso por libros antiguos.
Bastaría reunir unas decenas de libros anteriores a una fecha prefijada y de un valor aproximadamente homogéneo para comenzar a emitir dinero y que este, a su vez, tuviera algún valor para que la gente pudiera aceptarlo.
Estos libros antiguos, a pesar de ser perecederos, cumplirían perfectamente con su labor de reserva de valor debido a que su valor no depende tanto de su estado de conservación como del valor sentimental que el mercado asigna a los bienes antiguos.
A pesar de que los libros no son divisibles en unidades menores, su reducido tamaño les confiere una alta liquidez. Su capacidad de transporte es alta, sus costes de almacenamiento bajos y no sería fácil falsificarlos (descontando que podría asignárseles algún tipo de distintivo). La única pega es su escasa homogeneidad, aunque esto podría paliarse en buena medida comprando libros de valor potencial aproximadamente similar, como hemos dicho. [El fin último es respaldar los bancos mutualistas en oro y plata, pero hasta que estos ganan solvencia lo aquí propuesto puede ser conveniente.]
Los clientes se irían convirtiendo en propietarios conforme fueran adquiriendo y devolviendo préstamos, tal y como en el Banco Grameen de Muhammad Yunnus, y estos serían concedidos en base a la solvencia de los proyectos, quizá por grupos de prestatarios, para fomentar la responsabilidad de los mismos, tal y como proponían Proudhon y Lechevalier. [Nuevamente encontramos un ejemplo de esto en el Banco Grameen.] Kevin Carson propone, en este punto, que los bancos sean de puertas hacia fuera ‘clubes de trueque’, para evitar la invasión estatal.
El banco tendría incentivos en prestar solo la cantidad de dinero que tenga respaldada, para evitar la quiebra, como consecuencia de que sus clientes acudieran a las taquillas a recoger sus libros. Esto garantizaría a la moneda mutualista cierta confianza por parte de los actores de la economía; permitiría que filántropos como Yunnus pudieran convertir en prósperos cooperativistas a quienes hoy nadan en la pobreza; y relegaría al museo de las antigüedades las crisis económicas.”12
La banca libre y mutua propuesta por Proudhon, William Batchelder Greene y Benjamin Tucker no quiere expandir ilimitadamente el crédito (lo que causaría inflación crediticia) sino que su meta verdadera es eliminar las barreras de entrada al negocio bancario (como licencias bancarias y grandes requisitos de capitalización) que tienen encarecida artificialmente la tasa de interés permitiendo que los actuales banqueros cobren un precio artificialmente inflado por los préstamos que otorgan.
¿Y qué opinan del feminismo, los gays, el aborto, la familia y todas esas cosas?
Pues…
Aplicando el principio de igual libertad de manera correcta y constante, somos plenamente liberales socialmente. Si un hombre tiene derecho a pasear por la calle libremente sin ser acosado, a elegir su estilo de vida (tradicional o moderno), a comprar y a salir sin permiso de su pareja, hermano o hermana, o ascendientes, a elegir cuantos hijos quiere tener, a elegir con quien acostarse sea que tenga pene o vagina, a elegir la religión que le de la gana o ser ateo o agnóstico, a elegir la ropa que quiera, a fumar la hierba que quiera (sea tabaco o marihuana) y a presentarse a un trabajo en donde lo evalúen por su competencia y no por cuestiones arbitrarias; pues una mujer tiene exactamente los mismos derechos.
El Estado es el último que debe decir si tal o cual comportamiento moral es válido.
Para los inmorales la educación, la persuasión y la corrección de parte de la comunidad deben ser parte de una estrategia integral de tratamiento, siempre que afecten a terceros… Porque no hay tales cosas como crímenes sin víctima. Si alguien se comporta de una forma y se perjudica a sí mismo, sin perjudicar a otra persona, pues ese comportamiento nos podrá parecer completamente estúpido e irrazonable pero no condenable penalmente, ni tampoco debe ser perseguido, ni siquiera por la propia comunidad en anarquía. Los vicios no son crímenes.
Como nota al margen, Benjamin Tucker defendió públicamente en su periódico Liberty nada más y nada menos que a Oscar Wilde cuando fue condenado injustamente por ser homosexual, a finales del S.XIX, cuando ni siquiera los primeros psicólogos como Kraft-Ebbing habían advertido que el ser homosexual (o bisexual/pansexual) era tan normal como ser heterosexual.
No hay nada en nuestra ideología que nos haga querer privar de los bienes de la libertad a todas las personas por igual, independientemente de su raza, sexo, credo, orientación sexual, identidad de género, estado migratorio, estado de salud, etc. Por lo que ser racista, sexista, homófobo, xenófobo, transfóbo y/o serofóbico, nos parece tonto.
Las fronteras por otro lado nos parecen una estupidez fácil de pervertirse (aunque existan los pasaportes y los guardias financieros den golpes e incauten cosas, tampoco somos tan ilusos para negarlos) y en última instancia ellas impiden la migración de gentes que quieren trabajar y salir de la miseria de sus infiernos habitualmente estatistas y/o comunistas. Una región o país ordenado bajo el mutualismo aceptaría gustoso a nuevos inmigrantes gracias a la pérdida del poder del capital y al crédito mutuo y barato, dado que mayor demanda de trabajo en un entorno de muy fácil creación de empresas y emprendimientos gracias al crédito mutuo y barato y sin legislación pesada quiere decir subida de salarios. Como dicen los economistas clásicos, si dos empleados persiguen a un empleador, los salarios bajan; si dos empleadores persiguen a un empleado, los salarios suben. También pensamos que el trabajo y la inclusión en las comunidades, facilitada por las mutualidades y cooperativas en nuestro caso, terminan civilizando con cierto grado de éxito a los inmigrantes, así sea a la larga. El imperialismo y el colonialismo, como imposiciones del poder político, militar y económico de Estados extranjeros sobre sus mismas sociedades o sobre sociedades e individuos extranjeros para asegurar mercados cautivos u otros fines innobles, son inadmisibles, anti-mutualistas y contrarios a nuestros valores.
Evidentemente la libertad llega al ámbito sexual, por lo que defendemos el trabajo sexual como expresión libre y consentida de la libertad económica. Y por nuestras mismas razones anti-jerárquicas nos oponemos a la existencia de proxenetas y chulos que roban el producto del trabajo sexual de las prostitutas, independientemente de su sexo. Exactamente igual pasa con la industria pornográfica, porque lo que se vende no es “el cuerpo” sino un producto que produce nuestro cuerpo o la visión de nuestro cuerpo desnudo o en ropa interior que es el placer, a cambio de dinero. También nos indigna que en ciertos lugares la pobreza llegue a tal nivel de miseria que obligue a la gente a prostituirse de forma insegura (algo parecido a ser esclavo salarial porque no queda de otra) o al mando de un chulo o sean víctimas de traficantes de personas, justamente porque este sistema económico y político existente incentiva a que haya trata de personas y prostitución ilegal (y por ello insegura). La diversidad sexual (LGBTI+) también es respetada simplemente porque son personas con derecho a una igual libertad como la que disfrutan las personas heterosexuales y cisgénero.
Y tampoco nos gustan las violaciones. Es ideal que para evitar eso las personas carguen sprays de pimienta encima, o se entrenen en auto-defensa, o porten armas, o recurran a la policía mutualizada; además de la educación a los niños bajo el principio de igual libertad. 🙂 Una policía comunitaria y justicia más cercanas, efectivas y rápidas podrán disuadir más fácilmente a los violadores, generando más capital social en consecuencia y menos desconfianza entre los sexos.
También está mal el sexo con niños. Una comunidad mutualista cuerda (como lo son el 95 % de los seres humanos) prohibiría o castigaría tal acto. Y es algo que se deriva del principio de igual libertad: los adultos tienen sexo entre sí porque son libres e iguales y pueden consentir hacerlo. Cuando involucramos sexualmente niños y adultos hay una medida natural, mental de desigualdad, además que los cuerpos de los niños no son aptos para la sexualidad adulta, y como deberían descubrir por sí mismos con sus pares (otros niños) su sexualidad (por eso el sexo entre adolescentes nos da igual siempre que sea consentido), la intromisión de adultos en este aspecto nos parece aberrante.
Tan aberrante como la idea de venderse voluntariamente como esclavo. Eso sería tratarnos como propiedad absoluta, capaces de vendernos o comprar o vender a otros seres humanos, así como de usarlos y abusarlos como objetos, y recordemos que esa propiedad (absoluta sobre bienes naturales que no son producto del trabajo) es un robo. Nadie nos trabajó, sino que somos producto de un proceso biológico. Concretamente admitir esa clase de contratos sería un robo contra nuestra propia liberad, nuestros cuerpos y los ajenos. 🙂 Recordemos que la libertad es inalienable y no se puede alienar ni siquiera por acuerdo de individuos libres, que quieran seguir siendo libres, solamente ceder mutua y recíprocamente.
Los hijos tampoco son propiedad absoluta de sus padres, así como tampoco son propietarios absolutos suyos (que sean “soberanos individualmente” es otra cosa). No nos parecen válidos los abusos paternales pero tampoco vamos a evitar que los padres críen a sus hijos como ellos prefieran siempre que respeten el potencial de autonomía o soberanía individual que tiene todo niño, y especialmente todo adolescente, hasta que los niños crezcan lo suficiente y dejen de estar bajo la soberanía de sus padres para ser soberanos ellos mismos como adultos. Bajo esto, tampoco nos oponemos necesariamente al trabajo infantil (expresión de libertad económica e individual) siempre y cuando sea como aprendices y en trabajos aptos para sus esfuerzos y que no limiten sus oportunidades de juego y estudio, para que no se les explote (y así de paso se vincula la educación con el oficio práctico) y además que como no nos gustan las jerarquías, la natural (y casi imposible de eliminar) jerarquía paterno-filial puede ser llegar a ser abusiva, además que los niños no son exactamente libres e iguales como los adultos sino que por su falta de madurez física e intelectual pueden ser reducidos a explotación o servidumbre más fácilmente y eso es algo que definitivamente no queremos… Evitar comprar productos hechos con el trabajo de niños esclavos, sea en tu comunidad o sea en Tailandia además de denunciar las compañías que se lucran con la esclavitud infantil, es una buena manera de luchar contra la explotación laboral infantil.
La educación, evidentemente, debe ser algo voluntario y solidario. Ya dijimos que preferimos mutualizar escuelas y universidades como cooperativas de profesores al servicio de sus estudiantes, pagadas al precio de costo. La descentralización propuesta ayudaría a la diversidad y la competencia entre modelos educativos para la adecuada formación de los niños, adolescentes y adultos.
Tras haber sido asegurado el pan diario (prosperidad económica) según Piotr Kropotkin, el ocio debe ser entonces el bien supremo, por lo cual esta prosperidad económica recrecida gracias a la anarquía o a la mutualidad federal daría pie a menores horas de trabajo con la misma productividad; y más tiempo libre, y con ello mayores facilidades para tener herramientas, tiempo y espacio para crear arte, ciencia y tecnología que complazca a las personas o a uno mismo, porque las necesidades subjetivas o ideales son tan importantes como las necesidades objetivas o materiales.
Esto incluye el ocio y la diversión, o sea las multiformes maneras con las cuales los seres humanos gozan del placer, lo que para un mutualista debe ser algo al alcance de todos, a un precio módico o hasta gratis (ver como el internet –redes– y las computadoras han rebajado el coste del ocio y las artes a niveles ridículos, como con las herramientas de edición de imágenes y vídeo en Software Libre u Open Source).
Y aquí el sistema económico mutualista facilitaría mucho las cosas con salarios más altos en los cuales se reciba el producto entero del trabajo, con más tiempo libre, y sin los lujos de los ultrarricos producto de la explotación de los trabajadores de sus emporios sino que ahora habrían más oportunidades inclusive de lujo y diversión mejor distribuidas entre todos por el mercado liberado (bienes más baratos) y la solidaridad mutua en grupos afines o cooperativas de deportistas, artistas, ciclistas, lectores, gamers, fotógrafos, automovilistas, músicos, heraldistas, aviadores, marineros en yates (!), nudistas… y así, asociaciones regidas por quienes son sus usuarios. Una sociedad socialista que no entienda que los bienes de lujo y de diversión son necesarios para gozar libremente del placer, el bien supremo de la vida tras la vida misma, es una sociedad enferma, espartana, imbécil y presta a fracasar. Hasta los anarcocomunistas entienden esto, y de hecho el mismo Kropotkin en La Conquista del Pan aboga por ello.
Los padres tienen el evidente derecho de elegir la educación de sus niños hasta que estos tengan capacidad mental y cordura para elegir su futuro y su educación; y nosotros preferimos educar bajo el principio de igual libertad para que poco a poco este principio se extienda en toda la sociedad y sea parte de las creencias políticas esenciales sostenidas por nuestra comunidad política. Probablemente la sociedad mutualista no será tan ideologizada (como tampoco lo es la actual) y tampoco tendrá que serlo, así que preferimos que dos o tres ideas claves sean interiorizadas por todo el mundo para que el sistema libertario arranque y funcione de manera sostenida en el tiempo; al igual que las democracias liberales de hoy funcionan porque la gente «se las cree» a pesar de que muchos desconocen el funcionamiento real de las mismas. No exigimos sacrificios especiales, lavados de cerebro, ni «hombres nuevos». 🙂
Hombres y mujeres son libres de formar familias, es un hecho natural que nosotros apoyamos y celebramos, sobre todo si nos invitan a la boda. 😉
El matrimonio y divorcio legal sancionado por el Estado es algo bastante reciente en la historia, cuando antes era competencia de las iglesias y por eso nuestra relación con él es neutral, cuanto menos. Con matrimonio o sin matrimonio legal o religioso, las personas tienen derecho a estar juntas, a separarse y a criar sus hijos sin interferencias indebidas y eso incluye a las parejas del mismo sexo, o cualquier otra combinación siempre que sea entre personas libres e iguales. Por eso dudamos del matrimonio entre humanos e iguanas (p.ej.) porque ningún otro animal razona coherentemente como nosotros para considerarse nuestro igual…
El apoyo mutuo/recíproco y cooperativo lo vemos esencial para apoyar a las familias disfuncionales o que no puedan criar bien a sus hijos. La libertad económica y el crédito barato incentivarán a que las personas puedan trabajar, sea autoemplearse o asociarse en cooperativas o empresas auto-gestionadas, sin sacrificar su vida familiar y su ocio; así como fomentará la adquisición o alquiler de vivienda barata gracias a la abolición del monopolio del dinero y el florecimiento de la banca mutua y sus créditos a interés casi cero; así como se puede prever que la democratización del capital y las ganancias posibilitarán menos horas de trabajo con la misma productividad actual (facilitando el tiempo libre), o lo que es lo mismo, más horas de trabajo se traducirán (en promedio) en mayor productividad.
Las mujeres son soberanas de su vida y, por ello, tienen el derecho de decidir si quieren continuar su embarazo o no, y si usan anticonceptivos o no. El feto se forma en su organismo (no en el del hombre) y no tiene capacidad de vida independiente sino hasta unas semanas o meses luego de la concepción. Esa percepción evolutiva del desarrollo embrionario y del embarazo, junto a los potenciales derechos que tiene el padre para desconocer el embarazo (que opinamos que los tienen), y que a partir de ciertas semanas el feto puede empezar a sentir dolor, nos hacen pensar que lo mejor es que las mujeres tengan la opción de un aborto clínico y más seguro, en instalaciones adecuadas, y que la ley (sea la del Estado o sea la originada por acuerdos voluntarios) permita el aborto en las primeras semanas o dentro del primer trimestre y lo impida en trimestres avanzados; para equilibrar la defensa de los derechos de la madre como persona viva, independiente, libre e igual, y la defensa de los derechos del feto como potencial persona libre e igual, vivo más no independiente de su madre. Esto implica que la madre tiene prioridad sobre el feto en casos de malformaciones, violaciones, desarrollo socioeconómico o enfermedades mortales para la madre ocasionadas por un mal embarazo; y el feto la tendría en caso de capacidad de sufrimiento del mismo y no hayan violaciones, malformaciones, haya un adecuado contexto socioeconómico para la madre y no hayan enfermedades potencialmente mortales para la madre producto del embarazo. En resumen: una ley de plazos es conforme con los ideales mutualistas.
El trabajo transforma el ambiente y somos afectados por el ambiente. Estamos a favor de medidas ecologistas de mercado, la localización y disminución del tamaño de las empresas (como resultado de nuestras políticas mutualistas), la cooperación comunitaria a nivel local para la ordenación sostenible del territorio, la eliminación de la obsolesencia programada, el promover el cambio personal de estilos de alimentación más diversos y sostenibles, la restauración de cosas al estilo DIY (Do It Yourself o Hazlo Tú Mismo), la generación autónoma y comunitaria de energías renovables y de aguas potables además del tratamiento de las aguas servidas, el usar bicicletas y/o transporte público administrado por la comunidad o cooperativamente, el gestionar individual o comunitariamente el reciclaje o con asociaciones mutualistas, y la colaboración entre redes regionales, nacionales e internacionales de expertos y trabajadores para combatir el cambio climático o (al menos) mitigar sus peores efectos. La lucha contra el capitalismo y en pro del mercado es también ambientalista y ecológica.
Algunos mutualistas (los anarquistas sobre todo) tienen reservas con la energía nuclear por ser justamente un nicho dependiente de su existencia y crecimiento del Estado desde su explotación (¡BOOM!) en los años 40 del S.XX; prefieren en cambio otras formas alternativas, localizadas o regionalizadas y más baratas de generación y distribución de energía, así como insistir en el ahorro energético (voluntario).
Los mutualistas federalistas pueden aceptar que la energía nuclear sea explotada de forma temporal mediante el fomento del Estado mínimo proudhoniano hasta que estas empresas logren sostenibilidad y sean administradas por sus trabajadores y recuperen su inversión gracias al pago de tarifas de energía eléctrica; en ejercicio de la iniciativa y coordinación administrativa mínima propuesta por Proudhon; todo con el fin de ayudar a la transición energética para mitigar o luchar contra el cambio climático, viendo que la energía nuclear es la más útil y eficiente de todas las hoy existentes… Es altamente posible que se externalice en este Estado mínimo la gestión de los desechos nucleares, y que a posteriori sea entregada a las comunidades y mutualidades de gestión de basura nuclear. El debate en todo caso está servido…
Además sabemos que los animales son seres sintientes y podemos estar perfectamente de acuerdo en implementar local y voluntariamente medidas en contra del maltrato y sufrimiento animal y en contra del uso excesivo de ciertas especies (vacas y pollos p.ej.) como alimentos para las personas gracias a ciertas subvenciones del Estado en ciertos países como EEUU y sus famosos subsidios al cultivo del maíz que le sirve de alimento al ganado vacuno y avícola, así como al jarabe de maíz que sirve de aditivo dulce a muchos alimentos (y de allí parte de la epidemia de obesidad en EEUU). También nos ahorraríamos con eso el echarle montones de antibióticos a las vacas y pollos, y con ello disminuimos el riesgo de aparición de pandemias de bacterias superresistentes.
Hablando de bacterias y enfermedades, podemos tener dudas acerca de si es innecesaria una autoridad que fuerce normas de cuarentena para evitar la propagación de enfermedades desconocidas, o la vacunación masiva para evitar, igual, las epidemias de enfermedades ya conocidas. Los mutualistas federalistas ven en esto una limitada función del Estado proudhoniano en una limitada coordinación de los servicios privados y cooperativos existentes.
Los mutualistas anarquistas insistirán en la coordinación (exigida por los miembros de las cooperativas de salud y bienestar social) necesaria de las asociaciones voluntarias a través de una suspensión total o parcial (establecida previamente por contrato) de la prestación de servicios sanitarios y de seguridad social si los usuarios enfermos o sus hijos sin vacunar se niegan a cumplir con las normas de cuarentena y vacunación. Esta es la misma lógica que vimos anteriormente para la defensa nacional de vincular o empaquetar un bien público con un bien privado.
La fórmula para ser aplicada en caso de pandemias y demás circunstancias en donde estén en conflicto la libertad individual y el bien colectivo se puede resumir en: democracia directa para las decisiones colectivas y libertad individual para las decisiones individuales. Dado que una epidemia es un caso obvio de disrupción económica, y la salud pública es un bien público, un clásico ejemplo de manual económico, lo más sensato es que una comunidad a nivel del municipio o parroquia determine democráticamente las reglas a seguir para implementar medidas de cuarentena o saneamiento de espacios, probablemente aplicadas a través de la persuasión y la información; y además al ser legitimadas por la participación de toda la comunidad, esta podría aplicar medidas de boicot, ostracismo o sanción a quienes desobedezcan.
La democracia y libertad económica coordinada en redes de apoyo mutuo (federalismo radical) también llegaría a nivel del sistema sanitario y los seguros cooperativos o mutuos que tomarían sus decisiones entre todos los asociados y los trabajadores de la salud (médicos incluidos). El apoyo mutuo a través de organizaciones al estilo de la Cruz Roja se ve vital para apoyar alimenticia, sanitaria y psicológicamente a las personas dependientes o que estén aisladas. Un sistema de salud basado en bonos y subsidios para quien no pueda permitirse pagar su salud contribuiría a la universalización de la sanidad (siendo de hecho un subsidio a la oferta de servicios sanitarios privados y/o cooperativos). La abolición de las patentes y de barreras comerciales de entrada a los mercados de medicamentos y material médico terminaría también por bajar los precios de las medicinas hasta volverlas más asequibles que hoy (otro problema a resolver es la investigación de nuevos medicamentos lo cual puede gestionarse mediante otro tipo de licencias libres o abiertas, reinversión social de utilidades y recursos de mecenazgo).
La ventaja de un sistema libre radica en la información. Y el uso rápido que se le de a la misma para gestionar cualquier problema; entendiendo que ninguna sociedad o sistema económico resolverá todos los problemas ni tampoco alcanzará la eficiencia absoluta (Pareto nos está mirando…).
Las redes de comunicación e información descentralizadas, la ausencia de instituciones coercitivas y monopólicas permitirían gestionar las pandemias de mejor forma sin riesgos de censura o cuellos de botella artificiales. La libertad también hace que los procesos de innovación y creación intelectual y tecnológica (como la creación de vacunas) sean más rápidos; la desaparición de la centralización rígida de las cadenas de producción harían más factibles y rápidos los cambios de producción necesarios para producir mascarillas, alcoholes, etc.
El sistema social de vergüenza/culpabilidad/irresponsabilidad bien desarrollado en sociedades no-estatales también ayudaría en este contexto, para señalar a quienes comentan comportamientos irresponsables (como una orgía de veinte personas en una cuarentena…) y proceder a presionarlos socialmente para que dejen de hacer eso. La información es útil entonces para colaborar con esta dinámica de control orgánico y gestión libertaria de pandemias. Mejor vigilante de una cuarentena es la vieja chismosa del barrio que un policía.
Por otro lado, la guerra contra las drogas y la prohibición de las mismas es otra tontería que lamentablemente se vuelve sangrienta cada año. Cada quien tiene derecho a meterse lo que sea siempre que no dañe a otra persona con eso, y las comunidades pueden atender a sus adictos mejor y más rápido que redes centralizadas y sin recursos (porque no es prioridad para muchos Estados). Despenalizar el consumo de drogas acabaría con los cárteles actuales y desincentivaría sus ganas de imponerse violentamente a las comunidades. La educación igual es importante para desincentivar el consumo de las mismas, porque no somos tontos y sabemos que las adicciones suelen ser destructivas… pero la alternativa prohibicionista ha resultado ser peor que la liberalización.
También opinamos que deben abolirse las leyes de salario mínimo. La experiencia empírica en países tan pobres, inadaptados, miserables, convulsos, asquerosos y subdesarrollados como Austria, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia y Suiza, indica que por lo general los trabajadores disfrutan de salarios promedio más altos que sus pares con leyes de salario mínimo… Pero esto es posible, además, porque aparte de no tener un salario mínimo obligatorio que hace que la economía sea más flexible para la gestión espontánea de la fuerza de trabajo mediante la oferta y la demanda, los trabajadores en todos estos países se organizan masivamente en sindicatos que terminan negociando junto a las empresas y patronales, el salario que debe pagarse. Todos los trabajadores o una gran mayoría están cubiertos por contratos colectivos. Y ese es también nuestro ideal.
La religión nos da igual, en el sentido anterior de igual libertad. Creemos que todos tienen derecho a adorar a quien quieran y a enseñar su culto de forma pública siempre que respeten los iguales derechos de los demás, y dicho respeto sea recíproco. Históricamente los mutualistas han sido ateos o algo parecido porque las iglesias hace 200 y 100 años solían ser instituciones opresoras de la libertad y dominantes en toda la vida social, además que los mutualistas aplican sus principios anti-jerárquicos y libertarios hasta las últimas consecuencias, sea Dios, el Estado o el patrono. Hoy pues, da igual lo que creas. Eso sí, el dominio de la Iglesia (la que sea) sobre la vida social, usando el poder del Estado para volver delitos los pecados, implementar una teocracia o eclesiocracia, o para sufragar la vida cómoda de sacerdotes es una inmensa tontería. Quien quiera su cura (como su médico o su maestro) que se lo pague. Total libertad de credo y culto.
Y para ponerlo simple dado que me estoy alargando demasiado en esta sección… La libertad de expresión la defendemos a morir, tanto para hacer chistes como para ofender y mentir, así como para reírnos, para reaccionar a las ofensas y desmontar las mentiras con la verdad, porque sabemos perfectamente que la injuria y la calumnia son males (se castiguen o no). Penalizar la opinión sincera no sirve de nada y pude ser peligroso en caso de dictaduras y Estados totalitarios, y hasta en democracias representativas. E igual es posible que, por su conveniencia social, los tribunales cooperativos o comunitarios terminen juzgando la difamación y la calumnia tal cual como hoy lo hacen los tribunales estatistas.
Simplemente aplicamos los principios mutualistas de igual libertad, auto-gestión y apoyo mutuo/recíproco a los problemas y distintas posturas sociales.
Además, el mutualismo hace más énfasis en la abolición de las barreras que impiden relaciones sociales equitativas, relaciones como el comercio; y menos en que si tal acto es consentido voluntariamente o no, como pasa con muchos «voluntaristas»/voluntaryists, que suelen ser ancaps… Nuestro desprecio a la desigualdad, la esclavitud, la supremacía, la injusticia, aún siendo «voluntariamente consentidas» es porque nosotros pensamos en 1) que tan voluntarias de verdad son esas relaciones sociales (si no están afectadas por amenazas, presiones, inequidades, asimetrías) y 2) si de verdad son voluntarias y justas esas relaciones o son solamente los individuos interactuando entre sí lo mejor que pueden bajo circunstancias realmente injustas. Pensamos los mutualistas que toda concentración de poder (político o económico) es potencialmente peligrosa, aún siendo producto de acuerdos voluntarios.
Y como otra nota al márgen:esta exposición de temas morales podrá gustar a un mutualista pero no a otro… Por lo general el mutualismo moderno se identifica en su mayoría con el “left-libertarianism”, que son simplemente libertarios (anarquistas más que todo, pero también liberales radicales) que tienen preocupaciones culturales y sociales de izquierda; pero hay que recordar que en el mutualismo (o cualquier otra forma de anarquía) ocurrirá TODO. Y todo lo que sea mutuamente consentido entre personas libres e iguales lo aprobamos sin reservas.
El mutualismo es antes que nada un sistema político-económico basado en el principio de igual-libertad; no tiene nada que sancionar o condenar en un inicio en temas culturales o sociales si te quieres quedar con su descripción económica nada más. Proudhon, por ejemplo, creía que la familia tradicional era necesaria. Si hay personas que creen que la monogamia estricta y la limitación del sexo antes del matrimonio son la mejor opción pues vale. Y así puede creerlo cualquiera siempre que al ejecutar sus ideas no dañe a otras personas o a sus propiedades ni imponga sus convicciones a personas ajenas.
¿De donde viene esta ideología?
Tiene dos orígenes básicos: en EEUU y en Francia durante la primera mitad del S.XIX.
Josiah Warren (1798-1874), un inventor, músico y autor nacido en Boston, compartió un rato con el famoso reformador social Robert Owen, para luego criticar sus propuestas fallidas como “comunismo”.
Warren aprendiendo de los desaciertos de Owen, abriría entre 1827 y 1830 una “Time Store” o Tienda de Tiempo en la cual intercambiaba bienes mediante vales que simbolizaban un tiempo de trabajo que tenía que ejecutar el comprador para poder acceder a dichas mercancías. Básicamente comprabas cosas en una bodega con tu trabajo. Su idea era reemplazar el dinero en metálico (o en papel moneda) con trabajo, para probar a su vez la validez de la TLV. La cosa curiosamente ¡funcionó!
Él, por cierto, acuñó la frase del principio del costo que vimos anteriormente como “El costo como límite del precio”. Su experimento daría pie al sistema LETS (Local Exchange Trading System) o sistema local de intercambio en 1983, y aún sería influyente con el tema de las criptomonedas tan de moda hoy.
El origen francés del mutualismo se lo debemos a Pierre-Joseph Proudhon, un trabajador nacido en Besanzón, Francia; luego convertido en escritor, filósofo autodidacta y político parlamentario de su país quien con su provocativo libro “¿Qué es la Propiedad?” (1840) no solamente se ganó una temporada en prisión (bueno, en realidad fue a la cárcel por insultar a Napoleón III), sino que dio el pistoletazo de salida para la ideología anarquista como hoy la conocemos, dado que fue la primera persona en declararse como “anarquista” que tengamos constancia. Así mismo fue el primero en usar la palabra «capitalismo» como sinónimo de quien es dueño de capital y quien gana y vive de las rentas.
Proudhon defendía en Qu’est-ce que la propriété ? que el abuso de los derechos de propiedad por parte de los terratenientes y capitalistas, amparados por el Estado a través de sus títulos de propiedad absoluta, terminaba por destruir los otros grandes ideales del sistema liberal francés (liberté, egalité y sureté), y que lo justo era que cada quien fuera propietario de los bienes que lograre producir o adquirir con su trabajo; que lo demás era un robo. De allí el sentido de su primera frase, la propiedad es un robo, y el sentido de la segunda, la propiedad es libertad; ambas dichas por el mismo señor.
Para solucionar esto Proudhon proponía la creación de bancos populares que contarían con el capital de todos sus asociados y que prestarían créditos a tasas bajísimas o casi gratuitas a quien lo necesitase (y demostrase) para que los trabajadores pudieran autoemplearse o adquirir mediante su compra los medios de producción que estaban en manos de los capitalistas, y así ser dueños en equidad de sus empresas. A su vez, estaba en desacuerdo con la propiedad absoluta de la tierra dado que era un bien común, al igual que las empresas (porque que el capital que estas generaban pertenecía a todos quienes lo generaron y no a una sola persona) por lo que proponía la posesión de la tierra y el control democrático de las empresas en manos de sus trabajadores. Todo ello reconociendo plenamente las fuerzas del mercado libre; dado que Proudhon era un virulento anticomunista y antiautoritario (gracias a su libro Filosofía de la Miseria, rompió con Marx quien criticó duramente al francés, y desde allí anarquistas y marxistas se separaron del tronco común socialista).
Y como el Estado impedía este cambio democrático y social, lo mejor que se podía hacer con él, lo que funcionaba como medio y como un fin, era eliminarlo, disolverlo, que se confundiera la dirección política con la dirección económica y que al final todos los bienes y servicios fueran provistos por las federaciones y confederaciones libres de productores y consumidores. He allí el toque antiestatista de Proudhon y por eso se considera, si no el primero, uno de los primeros anarquistas modernos de la historia. Proudhon también se opondría al militarismo, a las dictaduras y a las guerras. Eso sí, Pierre-Joseph era además un machista y antisemita de cuidado, por lo que, como todo en la vida, nadie es perfecto, al menos para quien esto escribe.
Benjamin R. Tucker (1854-1939), editor y divulgador del mutualismo e individualismo anarquista por excelencia de Estados Unidos, también bostoniano como Warren, traductor de Proudhon del original francés al inglés, sería el que amagalmaría el primer mutualismo americano de Warren con el mutualismo europeo de Proudhon y los expondría de manera rutilante y decidida en su periódico Liberty (1881-1908).
Por cierto… Hay quien diferencia estrictamente entre el anarquismo individualista propiamente dicho del mutualismo. A nosotros nos da (un poquito) igual porque en su tradición americana se mezcla (lo bebemos de Tucker, principalmente) y porque el mutualismo europeo también es anarquista en su mayor parte y sus diferencias con los anarcoindividualistas como Warren son mínimas, casi imperceptibles. Los anarcomutualistas también se la llevan bien con agoristas y rothbardianos de izquierda (ancaps, básicamente), todos ellos también anarquistas según nuestro juicio aunque su definición de “capitalismo” pueda variar. También nos llevamos bien con anarcocomunistas y anarcocolectivistas por tener una raíz socialista y proudhoniana común (aunque muchos ancoms y ancols están de acuerdo en que sus anarquismos son una suerte de evoluciones superiores al mutualismo proudhoniano propio de “pequeños burgueses” artesanos y profesionales).
Coincidimos los mutualistas, en todo caso, en una raíz práctica para nuestras consideraciones, y cito a Kevin Carson, identificado primero con el mutualismo y luego con el más amplio movimiento libertario de izquierdas sin adjetivos:
«Es por esto que hay buenas razones para el mutualismo, ya que como práctica, el mutualismo primitivo ha actuado por muchas décadas. La clase obrera siempre ha tenido la tendencia de formar sociedades amistosas, uniones, y otras instituciones de apoyo mutuo y solidaridad por muchas generaciones. Todo esto antes de que Owen y Proudhon llegaran a escena para explicar porqué veían lo que veían».
(…)
«[El mutualismo] no es algo que se le ocurrió a algún ‘gran pensador’ y que debería ser impuesto a las masas. El mutualismo es práctico, crece en, y es parte de la experiencia de la vida real».
¿Cuales son sus principios?
Básicamente los mismos de toda ideología anarquista, con el sabor particular del mutualismo en lo que a economía respecta. Nuestra meta es, a fin de cuentas, garantizar como valores supremos en la sociedad la libertad, igualdad y solidaridad, proclamados a todos los seres humanos por la Revolución Francesa; pero de verdad y para todos por igual.
Nuestros principios claves son:
-Soberanía individual e igual libertad(relativo a la persona como individuo): La libertad del individuo es inviolable, este tiene pleno derecho de conducir su vida como le plazca, y esta no solamente tiene como límite el derecho ajeno, sino que es igual para todos; por eso todos tienen derecho de hacer lo que quieran siempre que no nieguen (mediante la violencia, la esclavitud, el robo o el asesinato) ese mismo derecho a las demás personas. Por ello nadie es libre de esclavizar, explotar o maltratar o disminuir la libertad de nadie, ni siquiera de manera voluntaria ya que eso es negar la libertad ajena (e indirectamente la propia) y la misma base del sistema libertario.
Entonces se sigue que toda abdicación mutua de la libertad entre dos o más personas y grupos debe ser recíproca y al mismo nivel; como una regla mutuamente acordada que modere el volumen de la voz de todas las personas que estén en una habitación cerrada.
Este término de “soberanía individual” lo usó primero Josiah Warren, el primer prócer americano del mutualismo, mientras que el principio de “igual libertad” lo popularizó Benjamin Tucker, nuestro divulgador favorito.
Los mutualistas también interpretan la soberanía individual en sentido de permitir y fomentar el libre mercado y el libre comercio.
-Asociación voluntaria (relativo a las personas en relación con otras personas y en relación con los grupos de personas): Por ello, los individuos igualmente libres y soberanos tienen pleno derecho de asociarse entre sí para lograr fines comunes, a su vez que son libres de irse de las asociaciones, y no pueden ser obligados a entrar en una asociación.
-Apoyo mutuo/recíproco y cooperación(relativo a las personas en relación con otras personas y en los grupos de personas relacionados con otros grupos): vemos que casi nunca hay actos puramente egoístas o puramente altruistas sino casi todos tienen que ver con satisfacer necesidades propias Y ajenas. Por lo que el mutualista procura ser recíproco y apoyar a los demás de forma solidaria tal como otros se solidarizan con él. Este apoyo mutuo presupone que todos nos beneficiamos mutuamente y que ninguna de las partes es superior a la otra sino iguales en poderes, derechos y deberes mínimos. Esta parte es importantísima para la ética proudhoniana y es pilar de la ideología que se repite en todas partes.
Tanto así que en esta FAQ nosotros dividimos con un «slash» (/) la palabra «apoyo mutuo/recíproco» indicando expresamente tanto la ética de la reciprocidad como algo propio del sabor mutualista (yo te doy, tu me das, quid pro quo) como la relación existente entre la «reciprocidad» y el «apoyo mutuo» (a secas) más propio de formas comunistas de anarquismo. El acento proudhoniano en «recíproco» tiene que ver con que el apoyo mutuo idealmente entre las partes debe ser equivalente, tanto en esfuerzo como en calidad, no debiendo ser unilateral.
-Auto-organización o auto-gestión(relativo a las personas en relación a cada una dentro de los grupos de personas): las personas dentro de las organizaciones deben tener el poder por el solo hecho de ser miembros de la misma, de tener voz y voto en sus decisiones, sea para decidir de forma mayoritaria (hay quienes piensan que la anarquía no tiene que ver con la regla de la mayoría) como por consenso de todos los miembros. De allí que caiga bien la llamada democracia participativa o democracia directa, siempre respetando la voluntad individual.
La diferencia con otros sabores anarquistas es que la auto-gestión mutualista es de tipo asociativa, mientras que los colectivistas y comunistas apoyan una auto-gestión más comunitaria. La auto-gestión asociativa hace hincapié en individuos asociándose libremente en una organización cualquiera (no necesariamente identificada con la misma comunidad de habitantes de la localidad) de la cual pueden retirarse. La auto-gestión comunitaria por otro lado tiene su acento en la comunidad organizada como un todo, también de manera voluntaria y libre, gestionando sus asuntos socioeconómicos.
El mutualismo, al igual que otras corrientes anarquistas, no está en contra de la organización per se. Solamente lo está en contra de organizaciones jerárquicas y violentas. Por lo que estas organizaciones pueden tomar medidas de autodisciplina o de presión social para incentivar a sus miembros a cumplir con los planes establecidos por la comunidad de personas; los mutualistas hacemos hincapié en la auto-gestión asociativa dado que si bien una comunidad anarquista puede expulsarme de la comunidad, aplicarme el ostracismo o tal o equis trato, lo mejor es participar bajo buenos incentivos más allá de que la comunidad me mire feo, lo que requiere un poquito de satisfacción egoísta como la recompensa por la prestación de un servicio (y por eso mismo los mutualistas no abandonamos la economía de mercado).
La auto-gestión, por último, significa especialmente no depender del Estado ni de fondos o subsidios públicos. Los miembros de las asociaciones deberán sufragar sus gastos con los aportes de sus miembros y administrar sus presupuestos de forma autónoma. Sólo allí habrá verdadera independencia en el actuar de las organizaciones; tal cual como un individuo es verdaderamente independiente si sufraga sus gastos con su propia renta y trabajo.
-Federación libre (relativo a los grupos de personas en relación a otros grupos): para cuestiones de economías de escala verdaderas (emergentes de acuerdo a las necesidades de los habitantes y no por las necesidades de una transnacional inflada por privilegios) y de atender cuestiones que trasciendan a la localidad, como el servicio de transporte en una ciudad entera, las redes de combustible o telefónicas regionales, o acciones a nivel del océano, las costas, la atmósfera o la defensa nacional, las organizaciones voluntarias, democráticas y horizontales tienen derecho a organizarse en federaciones y confederaciones para abarcar ámbitos territoriales más amplios. Frecuentemente el sistema se describe como uno con delegados revocables inmediatamente por las asociaciones y con menos poder que la organización que los nombra.
Proudhon escribió un libro, El Principio Federativo, en donde expuso su teoría federalista y de la cual abrevaron los anarquistas de todos los tiempos para fundamentar sus propuestas de profunda descentralización política y económica.
-Poder Dual (relativo a las personas, los grupos de personas y todas las formas en las que se relacionan unos con otros): es decir, “construir la sociedad nueva sobre la cáscara de la vieja”. No tenemos que esperar a que venga un partido, un dirigente o un gobernante salvador, sino que nosotros tenemos que organizarnos para construir con nuestra propia iniciativa las instituciones que queremos. Y que estas tengan en un futuro el poder político y económico necesario para sobreponerse a las viejas instituciones capitalistas y estatistas, sin acto violento (es de esperar) sino volviéndolas irrelevantes y caducas.
Si bien Lenin mencionó literalmente el «poder dual» como estrategia de cambio socio-político, Proudhon lo teorizó por vez primera en 1848 como el desarrollo autónomo y vital de las instituciones nuevas que (coexistiendo en paralelo con el viejo orden) terminen reemplazando a las viejas instituciones que perecerán por caducas, no por acto violento; en vez del concepto leninista de preservar las viejas instituciones el tiempo necesario hasta que sean debilitadas y puedan ser reemplazadas con las nuevas.
Consideraciones éticas aparte:
Debemos agregar que entre los mutualistas pueden haber múltiples desacuerdos por considerar el papel de la reciprocidad en el sistema, e incluso si el «mutualismo» con M mayúscula existe, pudiendo ser interpretado como una teoría integral y sistematizada, y no como una red de valores y propuestas más o menos ligadas por una actitud común.
Shawn Wilbur sostiene que el mutualismo es una corriente anarquista que tiene como basamento un principio ético elemental (que ni siquiera es una pura teoría económica o política) y es el de la reciprocidad del trato.El encuentro anarquístico (entiéndase, sin autoridad) entre personas únicas y sin sacrificar su individualidad, basado en la reciprocidad:
«La humanidad opera mediante las aproximaciones.» – P-J Proudhon
En el reino de las ideas:
El mutualismo busca el abandono total del principio de autoridad como guía social y su reemplazo por el principio anárquico (léase, sin autoridad).
El mutualismo es un «anarquismo anárquico» que busca aplicar este principio anárquico, inclusive en donde la ideología anarquista se ha quedado ligada a «ciertas verdades eternas»
El mutualismo reconoce la importancia de la reciprocidad, entendida como el reconocimiento de la interdependencia y el conflicto como inevitables, pero también como ideal de balance.
El mutualismo busca aplicar su análisis en todas las escalas aplicables y en todos los contextos relevantes.
En el reino de la práctica:
El mutualismo es experimental.
El mutualismo es progresista, en el sentido de que busca sin cesar nuevas aplicaciones y mejores aproximaciones, pero también es conservador en el sentido de que busca mecanismos mediante los cuales las lecciones obtenidas por la experimentación se vuelvan parte del escenario social compartido.
El mutualismo es más un método para ser aplicado -y refinado en el transcurso del tiempo- que una propuesta para medidas institucionales específicas, debido a que los problemas que enfrentamos no necesariamente serán los mismos y por ello no podemos esperar que se requieran las mismas soluciones.
Como resultado, el mutualismo es necesariamente un «anarquismo de aproximaciones».
¿Y qué van a hacer con los otros anarquistas? ¿Y con la gente que no quiera la anarquía?
Pues nada. ¿Qué le vamos a hacer?
No tenemos ningún problema con los anarquistas de orientación más socialista. La garantía mutua de todo el sistema libertario es que nadie impondrá ninguna forma de organización a nadie y nadie deberá forzar a nadie a entrar en una asociación. Violar esa garantía es violar las bases del sistema libertario.
Quien esto escribe opina que el mutualismo considerado de forma global como ideología interpretada y reinterpretada varias veces en varios lugares del planeta, contiene elementos individualistas y colectivistas a la vez; por lo tanto debe considerársele como un punto intermedio entre las tendencias puramente individualistas, filosóficas o egoístas del anarquismo, y sus tendencias de orientación más social o comunista. Y esto nuevamente considerando que no todos los mutualistas son ácratas o anarquistas en sentido de apoyar la abolición total del Estado, sino en el sentido federalista radical que dijimos anteriormente. De allí que estas diferencias sean solamente de matices, dentro de los mutualistas y fuera del campo mutualista.
Con los demás Estados pues, hemos de reconocer que en la actualidad todos los anarquistas del mundo somos una minoría y sin demasiado poder como para implementar de cuajo nuestras ideas. Tampoco es algo que querramos hacer, dado que lo mejor es, según nuestro juicio, construir la sociedad nueva de manera alternativa sin violencia ni imposición al estilo marxista-leninista. Esto implicaría la coexistencia de los regímenes anarquista y arquista (o estatal) durante un tiempo hasta que la mayoría de ciudadanos (o al menos una masa crítica de ellos) estuvieren ligados a redes y asociaciones libertarias con la capacidad suficiente para desafiar al Estado en su función más primitiva (que es la función tributaria o de exigir el pago de impuestos) y desestabilizarlo o dejarlo seco y sin recursos, así retrocediendo hasta extinguirse o limitarse de manera digamos, aceptable.
Una forma alternativa de ver este futuro es con una palabra no muy sexy, que es panarquía, o la convivencia de distintos sistemas políticos en un mismo territorio, sean arquistas o anarquistas. Las reglas de convivencia deberán acordarse mediante tratados o contratos.
¿Están de acuerdo con asaltar viejas, quemar edificios o poner bombas acaso?
No. ¬¬
¿La gente no es demasiado estúpida como para poner en práctica esto? ¿No es demasiado bueno para ser verdad?
Básicamente estás diciendo con eso de “la gente”, que tú eres demasiado estúpido para poner en práctica esto. 🙂
Ahora en serio, las críticas acerca de la imbecilidad de “la gente” son básicamente las mismas quejas respecto a si la naturaleza humana nos permitirá ser mutualistas o simplemente libertarios.
Para empezar, “la gente” “no existe”, existen personas de carne y hueso, cada una como es con deseos, sentimientos, quejas, ambiciones, instintos e inteligencia; incluyéndote. Apelamos a cada persona para que se analice y vea si es capaz de perseguir lo que quiere y trabajar por ello; pensamos que una buena parte de esas mismas personas estarán de acuerdo en creerse capaces de hacer eso. No creemos que “la gente” es idiota, al contrario; tampoco creemos que son unos genios. Solamente son humanos, son personas comunes y corrientes.
Segundo, apelamos a una fuerza social tan natural como lo es la gravedad en el mundo físico y es el mercado. Las personas han estado comerciando por miles de años, con dinero, sin dinero, con y sin Estados, con capitalismo y sin capitalismo, y han satisfecho mutuamente sus necesidades. El mutualismo es simplemente reconocer esta fuerza y liberarla para el beneficio colectivo, no el de cuatro políticos o dueños de grandes empresas.
Pero la gravedad mantiene un equilibrio entre los planetas para que no choquen, así mismo podemos postular que el mercado solo no basta; porque hay cosas que no se pueden vender como la paz, la justicia y la igualdad, y por ello la práctica de los valores mutualistas la vemos imprescindible para hacer que este mercado liberado sea no solamente un encuentro circunstancial entre seres humanos que se compren y vendan cosas, sino que sea a su vez un encuentro humanizado. No consideramos ética la explotación, la esclavitud, la miseria, la extrema desigualdad, el robo, ni la exclusión, ni los privilegios porque todas son acciones y hechos que acaban con la igual libertad de todos nosotros, y buena parte de esos males los asociamos a la presencia tanto del capitalismo como del Estado.
De allí que hagamos un fuerte énfasis en educar a las personas para la libertad en igualdad, en educar con nuestro ejemplo, en mutualizar y volver universal el acceso a los servicios educativos, y a veces hacemos blogs (recomiendo a mutualismo.org), asociaciones regidas bajo principios mutualistas, participar en think-tanks como el C4SS, y FAQ’s como esta. 😀
Tampoco creemos que todos los males del mundo van a desaparecer, la sociedad mutualista será una sociedad humana con todas las preocupaciones y males que han aquejado y siempre aquejarán a los humanos; solamente que el mutualismo retira alguna que otra barrera que impide una gestión más fácil y directa de dichos problemas. Y digo “gestión” y no “solución” porque muchos de esos problemas seguirán, siempre habrán descontentos, y nos tendremos que encargar de eso nosotros solitos y no dependiendo de papá Estado.
Hay críticas bastante considerables a cualquier forma de anarquismo, como la acusación de ser una corriente utópica, la imposibilidad del ser humano de funcionar sin una agencia que controle a los criminales, la inefectividad del anarquismo filosófico o teórico en destruir al Estado, la auto-contradicción de pregonar la no-dominación y al final aspirar a ser la teoría política dominante; etc. Críticas que, leyendo todo lo anterior, pueden matizarse, refutarse, en ciertos casos hasta aceptarse o simplemente callándonos las bocas y esperar a que la futura experimentación y la práctica termine por resolver y responder a estas críticas.
De todas formas el mutualismo no va a hacer que tu crush te haga caso o te va a dar respuestas sobre el sentido de la vida y del universo; eso sí lo podemos garantizar. 😉
Dejémosle la descripción del cielo en la tierra a los leninistas. Nos es innecesaria.
¿Tienen símbolos? ¿Cómo los identifico?
Los mutualistas no somos fáciles de ver. 🙂
Eso es porque históricamente los símbolos guardan un papel secundario (aunque no ausente) en el movimiento anarquista. Usamos por lo general los símbolos asociados al movimiento anarquista, símbolos que surgieron como todo lo demás, sin un Papa, Kremlin o comité central que lo impusiera sino que se han desarrollado solos y han tenido cierta continuidad que da la costumbre.
La A circulada es uno de ellos: Ⓐ
La A circulada evidentemente es usada más por los anarquistas mutualistas, aunque a los federalistas puede darles igual. Las flechas circulares en la otra muestra quieren simbolizar reciprocidad y apoyo mutuo, y para saber el significado de los colores, lea más adelante.
Citamos la A circulada porque tiene que ver directamente con el “padre fundador” del mutualismo, Pierre-Joseph Proudhon, dado que la letra “A” quiere decir claramente “anarquía” o “anarquismo” en muchos idiomas. El círculo da a entender la unidad y el equilibrio productos del orden natural sin autoridad central. Ese mismo círculo rodea la A en señal de determinación, como subrayando algo. Todo hace referencia a la frase de Proudhon en su “¿Qué es la Propiedad?”: la société cherche l’ordre dans l’anarchie, que es lo mismo: la sociedad busca el orden a través de la anarquía. O traducida por Benjamin Tucker y que sirvió como cabecera de su periódico Liberty, “La libertad no es la hija sino la madre del orden”. Este símbolo es común a todas las variedades de anarquismo así que… tampoco es exclusivamente mutualista.
A veces usamos la letra m: M
Esa “m” puede ir dentro de un círculo, igual que la A circulada.
Autor de la imagen: Qui Be
Y es que si la ves de cerca son como dos brazos de dos personas dándose la mano y bueno, eso es bonito. 🙂 Da a entender el apoyo y el crédito mutuo, además de que “mutualismo” también empieza por la letra “m” en casi todos los idiomas.
Otro símbolo clásico es la bandera negra, aquí estilizada:
El negro es una antibandera en la práctica (las banderas nacionales suelen ser coloridas), el negro tiene que ver con la fertilidad y la vida (por la tierra negra) además de la pureza del ideal anarquista (el negro no se mancha), por la sangre derramada y reseca (negra) de quienes han luchado por la libre-igualdad de todas las personas, y al contrario de una bandera blanca de rendición, la bandera negra es señal de insumisión y de siempre combatir. ⚑
El color negro nos diferencia del rojo ya vinculado a partidos comunistas y socialdemócratas; las otras ramas hermanas del mismo tronco socialista original. Evidentemente, también tenemos una estrella negra, con el mismo significado. ★
Últimamente, y más que todo en entornos anglosajones, los mutualistas han usado en internet una bandera biseccionada naranja y negra. El color naranja viene de la combinación del rojo (por el socialismo) y el amarillo u oro (por el mercado), y el negro es, ya sabemos, la bandera anarquista en sí.
Hay quienes no les gusta esta bandera por creerla una simple mezcla entre una bandera anarcocapitalista y una bandera anarcocomunista. Otros, siguiendo lo anterior, piensan que esta bandera es innecesaria y equívoca, dado que ello implicaría que el mutualismo es el hijo bastardo de los ancaps y los ancoms… cosa que ya sabes que no es así (de hecho, el mutualismo es más un antecesor del comunismo y el capitalismo libertarios). Y, al revés, hay quienes les encanta el naranja justamente por evidenciar el origen mutualista como pensamiento base de todo el tronco anarquista, que luego se dividiría justamente en anarquismo comunista y anarquismo capitalista. De todas formas ya sabes que el naranja tiene cierta justificación de ser y puede que la costumbre certifique a esta banderita cobriza y sable como otra más dentro de la rica vexilología libertaria.
Históricamente los mutualistas también han usado también la bandera bisectada roja y negra sin reparos, esto porque la bandera naranja y negra es un desarrollo muy reciente. Siendo el mutualismo una variante de la gran familia del socialismo libertario, no es nada contradictorio su uso.
Al final la unión del naranja y del negro, una bandera cobri-negra, del dorado del mercado y el rojo socialista da a entender un libre mercado anticapitalista sin Estado. Suena a un buen resumen de la idea.
Guevara-Rivas (2011) “Las relaciones entre el Estado y el Individuo en el mutualismo anarquista”.
Warren (1853) «Equitable Commerce».
Schwember Augier (2019) «Las vicisitudes de la esperanza liberal: de la utopía minarquista a la distopía anarcocapitalista».
Harten (1978) «La Economía sin Secretos», Editorial Herder S.A.
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Notas:
1El gobierno de los bienes comunes por Elinor Ostrom, por Kevin Carson.
2Proudhon o los principios de autoridad y libertad. Breve introducción a la teoría del sistema federal, por Mario González Abrajan en Andamios, Vol. 8 N.º 17 (2011)
3Sobre la democracia como valor anarquista necesario, por Kevin Carson, traducido por Mario Murillo en c4ss.org
4La guerra y el futuro de la ley policéntrica, por Víctor Olcina en mutualismo.org
5Descentralización y mutualización de los servicios públicos, por Kevin Carson, traducido por Víctor Olcina en mutualismo.org
6La policía comunitaria de Guerero, por Víctor Olcina en mutualismo.org
7Policía Comunitaria de Guerrero: una institución de los pueblos para la seguridad y justicia desde abajo, por Daniele Fini para regeneracionlibertaria.org
8Defensa nacional y bienes públicos, por Víctor Olcina en mutualismo.org
9Defensa nacional, free-riders e historia, por Víctor Olcina en mutualismo.org
10La sanidad mutualizada (en condiciones extremas), por Víctor Olcina en mutualismo.org
11Descentralización y mutualización de los servicios públicos, por Kevin Carson, traducido por Víctor Olcina en mutualismo.org
12Los mutualistas ante la crisis, por Víctor Olcina en mutualismo.org
Bien. Toca desempolvar este viejo blog activo desde, creo, 2009; cuando el Chigüire Bipolar era apenas un sitio gracioso de esta misma blogósfera y todo el mundo estaba embobado con los Blackberrys.
Hace diez años aproximadamente y durante un buen tiempo, para quien no lo sepa o no lo quiera creer, era un intenso anarquista con ganas de ver exiliados luego de ser bañados en brea y plumas a todos quienes han maltratado este bonito país, cuanto menos.
Hoy; luego de un paso por un partido socialdemócrata, viendo los intríngulis de la arena política por dentro y por fuera, constatar los esfuerzos de tanta gente en muchos partidos y fuera de ellos que quiere construir un país mejor y no se deja ante el dramático empobrecimiento que hemos sufrido desde 2010 hasta hoy 2020; he de decidir que lo mejor para uno es (una mera reflexión ideológica, nada más) es reformular mis concepciones (otra vez) en pro de una mejor alternativa para la acción política social e individual, aún teniendo mis viejos principios de libertad, igualdad y solidaridad bien claros e inamovibles como siempre.
Esto tampoco es de un día para otro, son meses y años de progresivo decantamiento y reflexión.
En conclusión: soy un mutualista federal. Y ya, eso es todo. Tampoco es la gran cosa. Dí la vuelta en «u», porque tampoco soy un idiota que carece de pasado que ha olvidado de donde viene. Tampoco voy a botar todo a la basura y mandarlo a la mierda.
Ahora, ¿qué es eso del mutualismo?
Pues resulta que mucha gente no tiene claro eso. Así que he redactado una colección de preguntas frecuentemente hechas con sus respuestas; para que se sepa bien claro qué es lo que pensamos los mutualistas y que acciones podemos tomar aquí y en el resto del mundo para prepararnos para el futuro que se nos viene encima con la revolución digital, la automatización, las crisis económicas recurrentes y demás maravillas que ya no puede responder satisfactoriamente ni la socialdemocracia, ni el conservadurismo, ni mucho menos extremos ubicados en el basurero de la historia como lo son el fascismo y el comunismo marxista más tradicional.
Ese documento lo encuentran haciendo clic en estas palabras de aquí. Cualquier duda estoy presto a resolverlas, porque al abogado que yace en mi corazón le encantan los debates terminológicos, abstractos y de principios profundos. 🙂
Debo agradecer de todo corazón a los muchachos detrás de mutualismo.org; espero haber sido un intérprete más o menos fiel a las palabras y argumentos propios de este sistema, a la vez que sirva como el pistoletazo de salida una suerte de discreta segunda (¿tercera?) venida de la blogósfera mutualista. xD
También espero colaborar con este documento con la difusión de estos temas tan interesantes y, opino, tan pertinentes en el mundo de hoy donde la revolución digital no ha significado la inmediata alzada de salarios, donde la preocupación por la transición demográfica, el cambio climático y la mala gestión de la migración amenazan el camino de la libertad, donde la concentración de riqueza en pocas manos ya pasa a ser nuevamente un tema de interés político, donde el retroceso de la desvencijada socialdemocracia y los partidos populares da paso al nativismo reaccionario y fascista en Europa junto a las nostalgias de la izquierda autoritaria rememorando consignas convertidas en sangre y miseria; con tantos bienes logrados pero con amenazas presentes… Este es un tiempo en donde las gentes están hambrientas de ideales y de una nueva seguridad a la que aferrarse.
La cosa se complica cuando tenemos como alternativas son, de nuevo, los anacrónicos fascismos y comunismos (libertarios o no), las esclerotizadas socialdemocracia y socialcristianismo, y los innecesariamente reaccionarios y conservadores liberales y anarcocapitalistas…
Hay que tener bien claro que no hay seguridad más grande que la que uno pueda tener consigo mismo junto al apoyo de nuestros pares. Y, apenas parafraseo, si el comunismo o el socialismo de Estado fue el ideal del pasado industrial y centralizado, no dudo en afirmar que, ante la sociedad de la información y la organización en red, el mutualismo es y será el ideal del futuro.
Unas breves notas luego del guayabo post-electoral.
Aún si la prostituyente fuera una real Asamblea Nacional Constituyente (ANC) debida y regularmente convocada, compuesta e instalada; ningún gobernador debería jurar ante ella. ¿Porqué? Porque la ANC reforma en su totalidad la Constitución Federal; mal podría meterse con las constituciones de cada Estado, y en general con todo lo que no sea contemplado como competencia nacional (separación vertical de poderes o «federalismo»).
De hecho, y es lo más grave, que una vez ha sido contemplada dentro de la Constitución (del 347 al 350 CRBV), la ANC está sujeta a sus límites y mal podría desbaratar la arquitectura del Estado establecida en 1999. Su única función es hacer una nueva Constitución; no gobernar, legislar, juzgar, auditar órganos del Estado, o administrar elecciones. La ANC no podría matar a su madre, la CRBV, sin deslegitimarse a ella misma y sin perder su sentido.
Hay que recordar que en el Estado liberaldemocrático, en realidad el pueblo no es el soberano en la práctica porque esa soberanía ha sido trasladada a la Constitución, por el hecho de que en una República el gobierno de leyes prima sobre el gobierno de los hombres, y el pueblo ha abdicado el ejercicio de su soberanía en una ley suprema que indica como este poder mediatizado debe usarse y perderse por los representantes electos periódicamente por este mismo pueblo que, recordemos, es la totalidad de todos los ciudadanos con derecho a sufragio. Esto se inventó así hace doscientos años porque hay vainas que no pueden someterse al voto de las mayorías o al puro arbitrio de los hombres como lo son nuestros derechos y libertades públicas y privadas.
Y, además, como esa porquería es un bodrio de congreso psuvista disfrazado de asamblea constituyente, no debe plantearse siquiera el pensar dirigirles el saludo; mucho menos jurar o prometerles algo…
Como esta tontería de asamblea partisana no tuvo un origen legal, no solamente porque la gran mayoría de la doctrina y la tradición constitucional más reciente (la ANC de 1999) están de acuerdo en que debió haberse convocado por referendo nacional; sino por las bases comiciales que atentan contra el 63 CRBV y la mera noción del Estado liberaldemocrático compuesto de ciudadanos iguales con los mismos derechos y el mismo poder de voto; NADA, absolutamente NADA puede darle legitimidad a algo que nunca la tuvo. Nadie puede revivir a alguien ya fallecido.
Pero de allí a suponer que no pase absolutamente nada precisamente por esta ilegalidad es tonto; y allí la palabra clave: ilegalidad. Estos actos existen, la prostituyente existe, hay prostituyentistas sentados en el Palacio Federal Legislativo y es idiota no reconocerlo, pero esa asamblea existe de facto, ilegalmente, y por lo tanto sus miembros, quienes la convocaron, quienes permitieron su convocatoria y quienes avalen sus actos sean cuales sean, son delincuentes y como tal tienen que ser tratados. Reos por usurpar el poder supremo del pueblo soberano de darse una constitución.
Quedaría muy mal que nuestros gobernadores electos se conviertan en delincuentes…
De todas formas, y el ejemplo de la prostituyente es válido a estos menesteres, el problema es de puro poder coactivo. Las reglas no son respetadas ni hay posibilidad de hacerlas respetar si no hay poder y fuerza detrás de ellas quienes las hagan respetar. El quid del asunto es, ¿cómo hacer que se respeten las más elementales normas constitucionales si prácticamente todos los órganos y personas que deben hacerlas valer no lo hacen? La prostituyente manda, jode y descabeza gente porque no hay nadie quien se lo impida. Igual podemos decir del bigotes y de su cártel-banda organizada de ladrones disfrazada de partido político.
¿Será cierto que la caja se cerró y hay que abrirla desde afuera? ¿De que forma?
Tremendo dilema. Y más ominosas respuestas que flotan en el ambiente.
La esperanza en todo caso no debe perderse. La mayoría no puede (podemos) emigrar; y sería muy injusto que gente con talento, constancia y probidad padezca hasta su mala muerte las consecuencias de la dictadura venezolana. Y en cualquier caso, los votos, no importan que tan numerosos sean, no pueden validar la maldad o la injusticia… Pero la respuesta a este gran mal ya no puede ser la misma. La vía electoral ha sido cerrada; a mi entender y a mi pesar.
Que el voto sea útil como herramienta de lucha depende ahora más que nunca de que sus garantías más elementales se respeten. Que los ganadores ganen justamente, que los perdedores pierdan justamente, y que todos asuman su papel y su responsabilidad.
Nicolás Maduro, sujeto que hace de Presidente de la República acaba de ejercer la iniciativa constituyente contenida en el Artículo 348 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (en adelante, CRBV) para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (en adelante, ANC). Es perfectamente legal lo que hizo. Hasta allí.
Describió someramente el sistema electoral usado por la futura ANC, y es un sistema mixto entre un sistema corporativo y uno no muy bien especificado, pero que al parecer se trata de elecciones directas usando circunscripciones municipales.
Es importante definir el sistema electoral porque a) los sistemas electorales no son un filtro neutro sino que determinan como se convierten los votos populares en escaños y b) quien convoca, puede determinar las bases electorales para conformar a la ANC.
Y es importante esto porque la misión de una ANC es crear una nueva Constitución. Reformarla por completo. Por lo cual no entendemos las declaraciones de Hermann Escarrá de que esta vaina solamente servirá como una reforma no sustancial… Probablemente sea para quitar miedo.
Lo que significa que si el chavismo gana (y el sistema está diseñado aposta para que así sea) podrán introducir multitudes de locuras a la Constitución nacional, declarando así el Estado Soviético, el Estado Comunal.
Hablando de Soviets… Soviet en ruso significa «comuna» y es una de las formas como se conformaría esta ANC. La mitad de sus diputados serían electos por estas organizaciones chavistas (comunas, consejos comunales, CLAP, consejos de mujeres, sexodiversidad, clase obrera, etc.) de manera que sería una elección de segundo grado, o sea, que estas organizaciones elegirían a los diputados constituyentes. De chavistas entre chavistas…
El detalle de usar circunscripciones municipales es una manera de asegurar el voto ganador del chavismo, dado que hay muchos más municipios chavistas que pueden desequilibrar la balanza. Si usan el voto lista de los Estados, pierden. Si usan el voto nacional, igualmente pierden y masivamente (por distancias de entre veinte a cuarenta puntos).
Lo de Nicolás Maduro puede interpretarse como una manera de huir hacia adelante; jugarse a Rosalinda, el todo por el todo. Esto tiene sus ventajas: permite eliminar la necesidad de elecciones presidenciales y de otros poderes porque la Constitución nueva exigiría nuevas elecciones determinadas por ella misma o la ANC. Las desventajas pueden ser MUCHAS -es algo radical, que puede desatar una poderosa reacción nacional- y sería el paso final previo al desalojo del chavismo en el poder si la MUD y grupos afines lo aprovechan inteligentemente; por ejemplo promoviendo una ANC con las mismas reglas y procesos de la de 1999… Lo que daría una victoria aplastante a la coalición opositora. O simplemente desconociendo el engendro de ANC en la calle… Ambas acciones pueden ser concomitantes; no son excluyentes.
Según varias interpretaciones, la ANC, a pesar de ser una Asamblea Constituyente derivada (es decir, contemplada por la misma Constitución previa), tendría todos los poderes políticos. Podría, al decir de Oscar Yanes en 1999, cambiar la República y volvernos una monarquía, cambiar el Ejecutivo unipersonal y volverlo colegiado, cambiar la forma federal del Estado y consagrar el Estado Soviético o un Estado Fascista. Lo que sea… Incluyendo el eliminar, restringir, suspender o acotar a lo mínimo a los restantes cinco poderes del Estado, incluyendo a la actual Asamblea Nacional, al Poder Ciudadano (incluyendo al Ministerio Público), etc. Mientras tanto gobernarían los 500 constituyentes decretando lo que sea porque la ANC, según la teoría política estándar, goza de poderes casi absolutos… A única excepción de los límites dados por el Artículo 350 de la CRBV, que de seguidas se explicará…
Ahora, tenemos que fijarnos que el Artículo 350 de la Constitución vigente no está en ese lugar por casualidad. Fíjense que está en en el mismo capítulo de la ANC, por lo que directamente el 350 le ordena al pueblo de Venezuela (o sea, a todos los ciudadanos y ciudadanas) a rebelarse en contra de una ANC que viole las garantías democráticas, los derechos humanos y la tradición republicana. Es la consagración de la insurrección civil, del derecho de desobediencia civil o de rebelión.
Y justamente el sistema electoral indirecto, corporativo (de impronta fascista), que viola el más elemental principio democrático de un hombre, un voto; junto a la intención declarada de consagrar el Estado Comunal, que viola directamente nuestra tradición republicana (separación de poderes, imperio de la Ley, republicanismo federal), son prueba patente que le ha llegado la hora al último artículo permanente de la CRBV.
Ello viola las garantías democráticas, porque una ANC idealmente es representativa de todo el pueblo, y todo el pueblo son todos los ciudadanos del país; por lo que lo más justo es que cada persona tenga la misma oportunidad de decidir participar en la conformación de la ANC, y eso solo lo ofrece el sistema de voto popular universal, directo y secreto e igual. Igual quiere decir que cada elector es tratado como una sola persona, y por ello solamente tiene un solo voto independientemente de su sexo, edad (siempre que sea mayor de 18 años cumplidos) o lo rico, inteligente o sano que sea. En este sentido va la denuncia de José Ignacio Hernández de que este engendro no es una ANC en sentido estricto, sino un cuerpo mal formado usurpador de la representación constituyente… Algo gravísimo. El golpe de Estado supremo.
El sistema electoral indirecto corporativo es idea fascista, y no lo digo por desprestigiar, sino que los fascistas italianos para diferenciarse del Estado liberal (que es básicamente la República Bolivariana de Venezuela, por ejemplo) que exige que todos los ciudadanos (We the People, el pueblo de Venezuela en ejercicio de sus poderes creadores…) sean tomados en cuenta igual y equitativamente mediante elecciones libres de representantes a una Asamblea; y para diferenciarse del Estado socialista que exige que las personas que tomen las decisiones sean de una sola clase (es decir, la clase obrera, los proletarios o trabajadores industriales) a través de su vanguardia revolucionaria organizada en Partido Único, y de allí viene la Dictadura del Proletariado; usaban la representación corporativa que exige que los que tomen las decisiones sean las corporaciones, o sea las distintas divisiones naturales de la sociedad, como lo son las familias, el sindicato (único), los municipios (esta era la fórmula de Falange Española), los gremios, la Iglesia, los militares y demás… Esa era la idea original de Chávez en 1999 pero fue evitada. Hasta ahora.
El Estado Comunal viola la tradición democrática porque significa que unas entidades que no son electas por sufragio universal, directo y secreto (sino a mano alzada y sin garantías de pluralismo político -o sea, todos chavistas e infiltrados por el Partido Socialista Unido de Venezuela o PSUV-) ahora sean las entidades soberanas para poder nombrar representantes comunales regionales, y estos a su vez nombren a los representantes del parlamento comunal nacional, que elegiría al gobierno colegiado soviético nacional (o Politburó). Esta estructura replica grosso modo la estructura de gobierno de la Unión Soviética (1922-1991) y de otros países inspirados en el socialismo marxista leninista o socialismo real, como la actual República de Cuba. Venezuela desde 1864, con antecedentes en 1811 y destellos en 1830, es formalmente una República Federal, basada en principios completamente distintos a los del Estado Soviético o Comunal.
Además, constitucionalizar los CLAP significa instaurar plenamente el totalitarismo, al legalizar la unión del PSUV con el Estado, igual que el Partido Nazi en Alemania (1933-1945) o en la misma URSS y países satélites, Cuba incluida. El sistema totalitario es aquél que, entre otras cosas, dispone la unión y no diferencia entre Estado, Gobierno, Partido y Sociedad. El control es total, hasta en la vida privada de las personas. Todo dirigido hacia un ideal supremo (en este caso, el ideal socialista) y la vida humana importará más bien poco.
De todas formas este anuncio significa la muerte próxima de la CRBV. Si logran concretar a una ANC enferma, podrán inclusive aprobar y promulgar la nueva Constitución Soviética de Venezuela sin requerir de un referendo aprobatorio (no como el referendo del 15/12/1999 que aprobó la CRBV) dado que el Artículo 349 CRBV no contempla técnicamente que se requiera un referendo final. La decisión de estos detalles es entre quien convocó a la ANC (Nicolás Maduro) y el Consejo Nacional Electoral, que es la suprema autoridad electoral que deberá verificar las bases electorales y llamar a los «electores» (no todos, como ya se explicó) a «sufragar» (porque eso no es sufragio, son votaciones controladas que no cumplen con lo mínimo que está establecido en el Art. 63 constitucional).
Piénsenlo racionalmente. ¿Acaso van a cumplir una nueva Constitución cuando han violado y terminado de matar a la Constitución que ellos mismos promovieron? Está clarísimo que los objetivos son otros.
¿Hay salida de esto? Bueno… Puede haberla, si se hace bien. Busque al final de su Constitución y organícese con sus amigos, vecinos, compañeros, colegas y demás personas cercanas para que al menos ese último articulito de la Ley Fundamental se cumpla en toda su extensión y profundidad…
Motivado por las preguntas de mis habituales 🙂 que me hacen cuando ando sin demasiado oficio, paso a responder, todo ello basándome en una somera lectura de la cosa que funge como Constitución vigente pero que en realidad nació muerta:
La Constitución señala que el Presidente de la República es responsable de entre otras cosas garantizar las libertades y derechos de los venezolanos. (Art. 232 CRBV)
La Constitución también señala que una falta absoluta del Presidente es «el abandono del cargo, declarado éste por la Asamblea Nacional». (Art. 233)
Cuando eres responsable, estás «obligado a responder de algo o por alguien» (DLE)
Entonces tenemos que el tipo es responsable, pero, ¿ante quién?
La responsabilidad en una República constitucional (y en general en un país serio) es de varios tipos (política, civil, penal y administrativa).
El Presidente de la República es responsable por todos esos supuestos, pero a cada supuesto le corresponde un tratamiento distinto.
La responsabilidad civil se exige ante tribunales por violación de un contrato o por daños causados sin haber contrato de por medio. La responsabilidad administrativa se exige ante tribunales por violación de las normas administrativas o por malversación. La responsabilidad penal se exige ante tribunales por la comisión de una falta o delito punible (robo, asesinato, etc.).
La responsabilidad política en cambio no tiene ninguna ley que la tipifique y no se exige ante tribunales. Se hace valer principalmente en las elecciones: Si eres bueno, te elegimos; si eres malo, te no te elegimos.
La Constitución también dice que el único tribunal en el cual puede ser procesado el Presidente es el Tribunal Supremo de Justicia, que tiene que declarar previamente que «hay mérito» (es decir, si es aceptable hacerlo, si vale la pena hacerlo, si es conveniente hacerlo) para juzgarlo y sentenciarlo.
Y como la Constitución reintrodujo el Referendo Revocatorio de mandato (estaba en la primera Constitución, la de 1811 y más nunca había revivido hasta 1999, así que eso no es precisamente un logro de chiabeee), lo más probable es que el Presidente sea responsable, antes que nada, ante el pueblo que lo eligió. Y que el referendo sea el mecanismo básico para exigir responsabilidad política, más la reelección presidencial.
La otra vía es el Antejuicio de Mérito, que exige la participación del Supremo como antes mencioné. Esta vía no está descrita de forma directa en la Constitución y se saca tanto de su fraseología (El Art. 266 habla que «…previa autorización de la Asamblea Nacional» el TSJ determinará si hay mérito o no para el enjuiciamiento) como de la tradición constitucional más reciente, que fue el juicio a Carlos Andrés Pérez en 1993.
Ahora, el abandono del cargo se entiende en general en la opinión opositora como uno que implica que «el Presidente no ha cumplido con sus deberes, ergo, por ello ha abandonado su puesto». Lo que implica un juicio antes que nada, político. No importa que tengamos razón y que esta dictadura asesina viva implantando un sistema ridículo de dominación social empobreciéndonos y dejándonos sin medicamentos. Igual hay una minoría de equivocados (25% de los electores más o menos) que creen sinceramente que el comunismo lo hace bien y que debe seguir donde está.
A mi entender, el abandono del cargo tiene varios sentidos (polisémico, diría). Cuando tu abandonas tu cargo, literalmente te vas. Dejas de hacer lo que se supone que se te ha encomendado. Si has sido contratado en una empresa y te vas sin ninguna justificación, puede ser una causal de despido. Por lo tanto si Maduro de repente se fuera a las Islas Caimán o a Cuba sin explicación alguna y sin ningún permiso de la Asamblea Nacional, podría considerarse que efectivamente ha dejado su cargo, y una vez producido el hecho, la Asamblea declare que hay falta absoluta y se proceda de acuerdo a la Constitución.
El otro sentido es el que la oposición estándar ha señalado y que yo mismo describí en párrafo anterior. Insisto. A mi parecer eso es un juicio de naturaleza política, una descripción totalmente acertada de irresponsabilidad política por el tamaño desastre que estamos padeciendo. Pero para ello hay otros medios: principalmente el referendo revocatorio (2016-2016 Q.E.P.D.) y las elecciones presidenciales de diciembre de 2018 para el periodo presidencial 2019-2025.
Además habría que notar la inconveniencia de que la Constitución permitiere hacer efectiva la responsabilidad política del Presidente de la República por el voto mayoritario de la Asamblea Nacional, al estilo de una República parlamentaria. Eso significa que por el solo hecho de tener la oposición mayoría, o que el partido de gobierno le de una puñalada trapera al Presidente, éste pueda salir despedido como un corcho gracias al voto de una mayoría simple de diputados que de la noche a la mañana opinan que el Presidente es Hitler.
La Constitución venezolana, muy mal hecha ella, también tiene la particularidad de ser una (o la única…) de las Constituciones de la América Española que NO tiene dentro de su texto un mecanismo de Impeachment, o de Juicio Político hecho por el Congreso o Parlamento. Ejemplos de eso están en los juicios a Bill Clinton (1997, fallido), a Fernando Lugo (2012, exitoso), a Dilma Rousseff (2015, exitoso). La nuestra en cambio tiene el «Antejuicio de Mérito» que se supone más serio que un simple Impeachment dado que para juzgar al Presidente de Venezuela, las pruebas tienen que ser aprobadas no solamente por el Parlamento (hoy Asamblea Nacional, antes era solamente la Cámara del Senado) sino por el Tribunal o Corte Suprema de Justicia. Como el TSJ está infectado de comunistas y activistas políticos que usurpan el nombre, cargo y dignidad de magistrados, podrán adivinar que tan efectivo será dicha cosa…
Este mecanismo NO puede confundirse con el «Abandono del Cargo» o con nuestro «Antejuicio de Mérito». El Impeachment es simplemente que una mayoría calificada del Congreso bicameral se constituye en testigo y jurado del Presidente de la República ante violaciones de la ley, como si fuere un tribunal. La Cámara baja recolecta las pruebas y el Senado o Cámara alta juzga y dicta la sentencia que se reduce a la salida del cargo del Presidente. La aprobación de las pruebas y la aprobación de la sentencia requiere una mayoría especial de ambas cámaras (generalmente las dos terceras partes de cada una), ello para darle estabilidad al cargo de Presidente sin que una mayoría simple recolecte cualquier infamia escrita en un papel y expulse al Presidente en base a rumores maliciosos. El Impechament o Juicio Político fue hecho por los gringos en su Constitución (1787) como una manera, según Benjamin Franklin, de zafarse de encima a un Presidente indeseable sin tener que matarlo. Se le llama también «Juicio Político» porque a pesar de que el Congreso actúa como una especie de tribunal de justicia, y por ende se le supondría independiente como lo es el Poder Judicial, al final la aceptación de las pruebas y los votos los hacen los políticos y su justificación es antes que nada política.
Ello supondría un apoyo a mi teoría respecto a la utilidad del mecanismo del «Abandono del Cargo». A mi juicio solo sería una declaración política más sin efectos jurídicos vinculantes. O sea, un saludo a la bandera más sin efectos reales. Un Presidente honesto y de convicciones democráticas probablemente renunciaría al día siguiente. Un dictador comunista como Maduro y como los que les rodean pues…
Nótese que si eso llegare a efectuarse pasado mañana, o si por alguna razón Maduro se muere o renunciare luego del 10 de enero del 2017, tu próximo presidente será un sospechoso de narcotráfico y de apoyo al terrorismo internacional, ex-gobernador de uno de los Estados más violentos de la Unión e identificado según analistas políticos con el ala dura pro-comunista del chavismo. :s
Motivado por mi respuesta a las patadas (un simple y medio visceral NO) y por tildar de cretinos a quienes así piensan, paso a explicarme, e intentaré hacerlo simple y corto para no aburrir, por más que esto sea un blog y, bueno, un blog es demasiado 2009, pero allí voy de todas formas.
La defensa nacional se tiene tradicionalmente como un bien público, esto en sentido económico. Algo que no puede dividir su uso entre varias personas (criterio de no rivalidad) y que no puede, por definición, ser provisto por iniciativas privadas, la más conocida de todas es el mercado. No se puede dividir porque uno no puede garantizar por sus propios medios que una bomba inteligente no le vuele la casa al vecino, así como tampoco podemos evitar que haya gente que no quiera colaborar en la prestación del servicio aún usándolo. Es el clásico problema de los free riders o gorrones o vivos, en jerga venezolana. De allí que usemos la acción colectiva y, principalmente, la coerción (o sea, usar la fuerza para que alguien haga algo que queramos) para asegurarnos del servicio. De allí la existencia de las Fuerzas Armadas (FFAA).
El mercado, idealmente no puede proveer del servicio de defensa nacional porque los incentivos de agentes racionales (más o menos) buscando su propio interés, va a hacer que el sistema de defensa privada rápidamente degenere en una orgía hobbesiana de violencia todos-contra-todos, dado que el tercero neutral para arbitrar conflictos entre gente loca que quiere vengarse de una posible venganza antes de la posible represalia… no existiría y la vida sería una perpetua trampa de violencia. Trampa hobessiana se dice en términos técnicos. A menos que se invente algo para que un orden policéntrico pueda mantenerse sin requerir de coerción (tal como lo requeriría el libertario promedio, sinónimo en español de «anarquista») pues, la cosa no va para ningún lado.
Bien, ahora viene el rollo de justificar éticamente a las FFAA. Esta argumentación no va obviamente para quienes crean que toda violencia es mala. Yo soy de los que creo que es moralmente admisible darle un golpe de Estado a Fidel Castro para instaurar una democracia liberal, o es moralmente acertado matar a Hitler de un tiro, o de defender tu vida a balazos si a balazos se pone en riesgo. El asunto moral para mí no reside tanto en «La Violencia» sino en que cantidad de violencia usamos en que momento y para que fines. La cantidad idealmente debe ser la justa, el momento debe ser apropiado y el fin debe ser noble o bueno.
Afuera hay mucha gente que quiere tomar cualquier recurso, humano o material, a la fuerza si es necesario. Sin entrar en conspiranoias chavistas; la falta estricta de «Derecho Internacional» (este siendo una ficción que debe presuponer el monopolio coactivo de su ejecución para hacer que esas normas dejen de ser meros consejos pegados en una pared para volverse ley efectiva) hace que no haya un tercer actor neutral que arbitre entre dos naciones que recurren a la violencia o a la amenaza de ella. La historia y la ciencia política demuestran que las naciones-Estado no lo van a pensar dos veces si van a tomar algo por la fuerza y tienen buenas posibilidades de triunfar en sus objetivos.
Eso a pesar de que comparto en buen grado los hallazgos publicitados por el académico Steven Pinker sobre la reducción general e histórica de la violencia; tenemos que reconocer que el fantasma del guerrero siempre va a estar allí y requeriríamos de algo que lo conjure o que haga que sus apariciones no pasen de ser meros sustos. Y ese algo imperfecto que tenemos por los momentos son las FFAA. Unas buenas, eficientes y eficaces Fuerzas Armadas. «Espadas desenvainadas que tienen a las demás en su vaina» decía Federico el Grande, del papel de los ejércitos como cooperadores (involuntarios) de la paz. Igual un militar experimentado sabe el daño terrible que hace un arma de guerra. Dulce bello inexpertis, decía Erasmo.
Aunque, para bienestar nuestro, América es un continente bastante pacífico en lo que respecta a guerras tradicionales entre Estados-naciones; dado que la última guerra se realizó a mediados del siglo XX entre Ecuador y Perú, y no pasó de ser un simple chascarrillo en comparación a la movilización y sangría épica de las guerras de independencia hispanoamericanas.
Otra cosa por la que considero que abolir a las FFAA sería una mala idea, es que en la ciencia política se nota que los grupos pequeños y organizados sacan más jugo y mas provecho a las cosas y a las situaciones que los grupos grandes y desorganizados. Estos en política internacional pueden ser los países pequeños, que gracias a esto pueden tener condiciones ventajosas gracias a que no tienen que estar perdiendo el tiempo administrando asuntos propios de una enorme poliarquía llena de carajos viendo que vamos a hacer para que este cohete llegue a Marte y tal.
Los países que se toman como el ideal en este asunto, como lo son Costa Rica y Andorra, en realidad no son países completamente desarmados… Y no sólo porque en Costa Rica haya una policía civil encargada del orden público a lo interno, al igual que en Andorra… Sino porque ambas naciones tienen tratados de defensa con naciones más grandes que se comprometen a defenderlas en caso de vulneración de su soberanía. Costa Rica lo tiene con EEUU y Andorra lo tiene con Francia y España en conjunto. Disfrutan de la plácida paz exterior gracias al enorme paraguas de seguridad que hace de un Júpiter absorbiendo muchos meteoritos enormes del Sistema Solar, evitando que choquen en buena medida contra la delicada, rocosa y muy azul Tierra.
En este caso, dudo mucho que Brasil o Colombia permitan que los venecos estén asociados con el Imperio, o que les resulte muy cómodo. Considerando esto, la única manera en la que un político racional acceda a suprimir el Ejército en un país mediano a grande, es que todos los demás países medianos y grandes, al mismo tiempo, acuerden en abolir sus instituciones armadas, y que hayan garantías futuras de que no vuelvan a resucitar. Cosa que viendo la realidad pues…
Otro punto importante a considerar es que Andorra es un microestado, y Costa Rica un país apreciablemente pequeño. Venezuela con su casi millón de kilómetros cuadrados es el trigésimo tercer país (si no me equivoco) más grande del mundo… De casi doscientos países. Todo el mundo yora la pérdida de la Guayana Esequiba (acéptenlo chicos, esa verga se perdió) y demás territorios. Pero, aunque a la gente que se hace la paja y acaba con el Mapa de la Capitanía General de Venezuela de 1777 le arda, hay que reconocer que Venezuela es un país de extensión mediana. Hay bastante terreno que aprovechar. Y se terreno no se cuida solo… Una mera fuerza policial no estaría lo suficientemente equipada para hacer que la frontera colombo-venezolana sea más o menos pacífica, y ni hablar de la extensa costa plagada de contrabando y piratería desde que mandaban los Austrias (siglos XVI y XVII).
Además, sin un ejército preparado, si este desapareciera de repente, tendríamos que ver la realidad logística de que coño hacer con doscientos mil nuevos desempleados a los cuales hay que buscarles oficio (versión ampliada del mismo problema que ocurriría cuando se realice una muy deseable reducción del contingente, sobre todo de la inconstitucional e ilegal «Milicia Bolivariana»); además de la muy posible emergencia de colectivos y colectivas que harían desastres volviendo a las ciudades y campos sus feudos particulares. Eso sin mencionar a las guerrillas y paramilitares (son en esencia la misma vaina) que azotan la frontera occidental.
Estas soluciones, bienintencionadas que duda cabe, son lamentablemente muy simplistas dado que se centran en resolver de cuajo y sin anestesia una situación por lo demás compleja, y que puede terminar trayendo más males que bienes a largo plazo. Aunque el bien sea eliminar una posible fuente de corrupción y de salida de locos de carretera que cada veinticinco años dan un golpe de Estado para salvar a la patria del nioliveralismooo o del estatismo o del demonio cíclico de costumbre. De corrupción pueden hablar nuestras instituciones civiles como las empresas, los partidos políticos, la Administración pública, los sindicatos y la Iglesia.
Ello quiere decir que el asunto es, no tanto eliminar graciosamente el poder y esperar a que todo se resuelva automágicamente, sino el ver que hacemos con él, y controlarlo de manera que nos sirva de modo colectivamente provechoso, dado que las consecuencias de eliminarlo pueden ser peor que la misma enfermedad. Cosa que no es nada fácil (hay que reconocer) y que involucra una lucha diaria, sisífica, diría, contra el azote de la corrupción y de los abusadores de la ley y del mandato que se les da legítimamente de acuerdo a las mismas.
Y si el fantasma de la corrupción puede envenenar las almas más puras de la «reserva moral de la Patria» encarnada en las Fuerzas Armadas, entonces es de suponer que el poder recrecido de unos tipos a los cuales la República les presta sus armas y les mantiene su modo de vida para garantizar su defensa deba controlarse mucho más y de maneras especiales; sobre todo considerando en la actualidad a un cuerpo tan solícito para la corrupción gracias a la perversión de los principios internos propios de una institución de organización antidemocrática y no horizontal como lo son la obediencia debida, la subordinación y la jerarquización. La resolución de la pregunta de qué hacer con la FAN es en buena parte la respuesta que determinará el futuro de Venezuela.
Y será bueno o malo o regular dependiendo de que clase de respuesta demos.