Una perspectiva mutualista ante la crisis eléctrica (Segunda Parte)


El Presidente de la República, Esteban Dido, quien ha sido el venezolano que durante más tiempo ha perdurado en el poder a excepción del dictador Juan Vicente Gómez. Dueño de una visceral manera de hablar y de un carisma muchas veces indetenible nos ha dado en su «Memoria y Cuento» del año 2009 una muestra más de que la misma fórmula avasalladora se repite ahora sazonada con sus nuevas y abiertas alocuciones de su filiación hacia el marxismo. Fórmula de gestión improvisada, cándida, populista y tempestiva que ha sido la marca de este gobierno durante casi once años. Fórmula que puede desgastarse cuando las medidas tomadas desencadenen la crisis social en Venezuela.

Tal como lo demostró la insólita medida de suspensión temporal del racionamiento en Caracas, se vuelve a contribuir con una lavativa siempre presente de la política venezolana desde la primera república federal de 1811. Que «Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra». Una frase tan irritante como injusta, nosotros los hijos de las provincias nos vemos como simples sirvientes de la capital de la República y de su centro de poder. Y el gobierno actual, mal llamado bolivariano, no ha hecho sino confirmar esta tendencia del mas abyecto centralismo inoperante.

El mutualismo nace desde sus orígenes como una propuesta federal y federativa frente a las fórmulas centralizadoras de los estados-nacionales y con una óptica anti-imperialista. Antes de preocuparnos por los imperios gringo y soviético, el imperio centralista atacaba desde hacía tiempo las posibilidades de legítimo progreso de la federación, rompiendo el pacto fundamental que juraron las siete provincias aquel año de 1811. Solo aquellas regiones con características naturales u orográficas sobresalientes para el comercio y el transporte, podrían salir adelante con cierta facilidad. Condición hecha realidad en la zona de la Costa-Montaña, desde antes de la existencia de Venezuela durante la colonia española, y de manera especial en ciudades portuarias como Puerto Cabello, La Guaira y Maracaibo. Hoy estas tres ciudades son joyas en la corona venezolana de las ciudades.

Mientras que regiones históricamente pobres y subdesarrolladas han permanecido en la ignorancia nacional, tal como los Andes, los llanos, y (hasta la explotación masiva de minerales) Guayana.

El anarquismo nace como corriente política y filosófica en el siglo XIX de la mano de pensadores como el Sr. Max Stirner y el Sr. William Godwin, tomando forma definitiva con la aparición del Sr. Proudhon en su famosa obra «¿Que es la Propiedad?» en 1849. Proudhon, lamentablemente poco conocido más alla de su famosa frase «La propiedad es un robo» y tomado en minusvalía por la mayoría del movimiento anarquista en la actualidad, fue un pensador bastante adelantado a su época al determinar como condición política el reconocimiento de la federación no solo como la manera más avanzada de organización, sino como la manera natural de ella. Y esta concepción tiene mucho que ver con el planteamiento filosófico del mutualismo.

Proudhon en sus estudios acerca del derecho de propiedad, entendido con sus derechos de plena apropiación (o Propiedad lockeana), de uso, goce de sus frutos y de abuso (IUS UTENDI, ET FRUENDI, ET ABUTENDI), que viene del derecho romano) comprendió que el capitalista, entendido como el dueño exclusivo de los medios de producción y de la tierra, en el sistema liberal del siglo XIX, era un explotador del trabajo ajeno al no reconocer el derecho de los obreros al manejar sus medios de producción y al pagar salarios de miseria por el trabajo de los mismos. Vió que la propiedad, entendida de esta manera podía perjudicar a los obreros y podía perpetuar la miseria para el lucro de la burguesía.

Comprendió que la negación de este derecho era fundamental para su revolución social, y que esta negación permitiría la igualdad de los seres humanos. Había antepuesto a la tesis propietarista-capitalista, una antitesis colectivista-comunista… Aunque al progresar sus estudios, encontró también, severas fallas en la antitesis comunista, sobre todo después de pelear con Marx.

La abolición de este derecho de propiedad lockeana debía ser lograda mediante un medio, y vio Proudhon que la solución autoritaria, propia del comunismo alemán (Marxista) de su época, podría reproducir la esclavitud económica de los obreros y artesanos al depender del Estado como salvaguarda de los intereses de dichas clases. Aunque la igualdad plena fuera garantizada por esta antitesis comunista, se obtenía a un precio enorme. La pérdida de la libertad y demás derechos de los ciudadanos. El Estado proletario de Marx iba a ser el gérmen de una nueva burguesía. ¿Como salir del enredo?

En una interpretación no sintética, sino equilibrista, Proudhon trató de equilibrar estos principios antagónicos para dar con un sistema capaz de garantizar la libertad y sus beneficios, en un ambiente igualitario que no permitiera la explotación. Que fuera un trato igualitario. Mutuo. Y de allí su nombre.

Pero luego se daría cuenta que el mismo primer principio que atacaba, resultaría ser el que salvaría a la sociedad de su destrucción, así que reconoció en la propiedad, la base de su sistema y en la salvaguarda de los derechos de la población contra el Estado. Así que el Sr. Proudhon insitió en la popularización de la propiedad y en el libre acceso a la tierra y al dinero, cosas que un libre mercado podría garantizar. Creía que el capitalismo se autodestruiría por su naturaleza propietarista y oligopólica (o que por lo menos entraría en una suerte de crisis repetitiva) y que el comunismo marxista era insostenible ya que «recompensaba de igual manera el vicio y la brillantez, el trabajo y la pereza». Vio en el mutualismo la superación de ambos sistemas, con lo mejor de sus características, sin síntesis absurdas e impracticables.

Para lograrlo, se necesitaba la negación del Estado por su naturaleza de ser un «coágulo de Poder» que imposibilitaba el libre desenvolvimiento de la persona humana y por su soporte a sistemas deshumanizadores. Se necesitaba la organización de consumidores, trabajadores e industrias en una especie de consejismo que garantizara la justicia en el comercio y la socialización de los beneficios del capital. Que cantidades equitativas de valor de los productos se intercambiaran mediante ayuda de una moneda libre y fuerte, y con créditos con muy bajos intereses.

Que el equilibrio garantizaría el desenvolvimiento de la libertad más plena y que el sencillo procedimiento dialéctico no se quedara estancado en una «síntesis definitiva», utópica por cierto. Que la aproximación sería la base del progreso indefinido.

El mutualismo es aproximación, equilibrio
El mutualismo valora la justicia en forma recíproca y sinalagmática
El mutualismo es dialéctico, pero en serie
El mutualismo es individualista y socialista, o no es mutualismo
El mutualismo reconoce el poder positivo
El mutualismo es progresivo y a la vez, conservador
El mutualismo es anti-fundamentalista
El mutualismo es anarquía de mercado

De hecho, se podría decír que bajo un régimen mutualista, serían posibles muchas de las formas de comercio y mercadeo que son norma en la actualidad, con la condición de ser pacíficas.

Ok. Ya mucho de teoría mutual, ahora a la práctica. Consideré que esta introducción era necesaria para profundizar en los dos conceptos mutualistas en que quiero hacer hincapié. El Federalismo y el anti-monopolio estatal y/o oligopólico.

Hecho. El gobierno revolucionario y bolivariano ha traído un modelo económico que se diferencia en algunos aspectos del modelo capitalista que se venía practicando desde hace algún tiempo.

Hecho. Este gobierno ha traído a colación la importancia que para este significa el que los «medios de producción» sean sustancialmente de propiedad social, es decir, que los trabajadores posean sus medios de producción (algo no muy alejado de las ideas proudhonianas al respecto).

Hecho. Para el gobierno nacional, el monopolio de áreas vitales para la producción nacional y de la economía nacional, es objetivo declarado con el solo propósito (en teoría) de garantizar al «pueblo» el uso y disfrute de los beneficios que estas áreas dan por su función socialmente beneficiosa.

El mutualismo es enemigo declarado de toda estatización, y que además implique pérdida de derechos de los trabajadores, como así lo muestran diversas violaciones de los contratos colectivos y los diversos problemas que estas medidas traen a la población.

Hay muchas situaciones como las anteriores, que hacen pensar que la política de nacionalización tiene como propósito el mostrar la ineficiencia absurda de un gobierno improvisado y (pareciera) el de poseer control social que le permita legitimar su «revolución», si no, pregúntenle a los cubanos. Que tienen en su «revolución» a un «líder» tan hipócrita como nuestro Esteban Dido.
Benjamin Tucker, anarcoindividualista estadounidense de finales del siglo XIX y proudhoniano como el mismo, identificó el gran problema en los denominados «Cuatro monopolios», los cuales eran, el monopolio tributario, el monopolio monetario, el monopolio de titularidad de la tierra y el monopolio de la propiedad intelectual. Los problemas causados por la protección estatal de esos monopolios eran los que generaban las distorsiones en la economia de libre mercado, con lo cual esta perdía su carácter de «libre» y pasaba a ser instrumento de los capitalistas y allegados del gobierno (sin exceptuar al Estado mismo).

Para una breve reseña de los lindos efectos del monopolio, acá está un caso clásico. El de Preston Tucker (uno de mis héroes personales), ingeniero, inventor que sacó su revolucionario carro, el Tucker Torpedo con quien pensaba competir contra las «Tres Grandes» (General Motors, Ford y Chrysler), lástima que estas tenían patrocinio del Estado desde hacía bastantes años.

Ahora, este filósofo, en su ensayo «Socialismo de Estado y Anarquismo: en que coinciden y en qué difieren» (recomiendo leerlo si se quiere profundizar mas en lo de los cuatro grandes) nos inserta en un mundo totalitario marxista en el cual las consecuencias «embrutecedoras y destructivas» del socialismo marxista se ponen en práctica al dar al traste con el principio de la libertad, ahogando la libre competencia (a la cual Proudhon llamaba «la sal de la vida y de la variedad») y suprimiendo cualquier iniciativa individual reemplazandola por un colectivismo enfermo y forzado. Es El Monopolio del gran super-estado marxista que se asemeja inquetantemente al fascismo. Darle poder al Estado es, en definitiva la muerte lenta (o rápida si lo quieren los burócratas) de la población que ha abandonado sus derechos en este pan-estado.

Así mismo, como lo señala un mutualista contemporáneo, Kevin Carson:

«Al contrario que los socialistas de Estado, incluyendo a los socialdemócratas, nosotros [los mutualistas] nos oponemos a la provisión directa de los servicios sociales por el Estado. Pero a diferencia de los anarcocapitalistas y los libertarios de derechas, nosotros no equiparamos la “privatización” con el traspaso de las funciones estatales a corporaciones capitalistas. Y al contrario que los liberales vulgares y los neoliberales, nos oponemos a la externalización de funciones financiada por el contribuyente a las corporaciones “privadas” políticamente influyentes, o a la clase de privatización que deja el servicio público recién privatizado dependiente de los ingresos del contribuyente y funcionando en una red de protecciones estatales contra la competencia genuina del libre mercado.»

La propuesta mutualista consiste en entregar los servicios en forma de mutualidades a las comunidades-contribuyentes, como lo ejemplifica el Sr. Carson:

«La alternativa genuina de libre mercado consiste en mutualizar los servicios gubernamentales: esto es, en descentralizarlos en unidades locales tan pequeñas como sea posible, transformándolos en cooperativas de consumidores gobernadas por sus propios clientes, y en última instancia, eliminando toda financiación vía impuestos, dejando que sea provista únicamente por clientes voluntarios. Por ejemplo, los colegios públicos deberían ser disueltos, y los colegios barriales o comunitarios transformados en cooperativas de consumidores directamente controladas por alguna combinación de profesores y padres de alumnos. Los hospitales públicos deberían ser transformados en instituciones genuinamente públicas: cooperativas participativas gobernadas por representantes de los pacientes, de los médicos y del personal de enfermería, y otro personal hospitalario. Los servicios públicos de gas y electricidad deberían ser entregados a los contribuyentes.»

Claro que como nada es perfecto, este método tendría algunos problemas, especialmente por los problemas derivados de la democracia directa (Recuerden… Anarquía, no delegación parlamentaria).

Una solución que podría ser expresada en una especie de lobby o de «mercado de captación de votos» esto con el motivo de evitar imposiciones mayoritarias colectivistas que atenten contra los derechos de las minorías. Cosa clásica que suceden en regímenes del socialismo real, tipo soviético, cubano o venezolano.

Un ejemplo mencionado por el Sr. Horacio Langlois«A un hombre que se opone apasionadamente a una medida dada y a un hombre que es ligeramente favorable, pero no se preocupa demasiado de ella, se les da el mismo peso en el proceso de la toma de decisiones finales. Parece obvio que ambos individuos podrían mejorar su situación, en términos de sus propias preferencias expresadas, si se permitiera al hombre rotundamente opuesto, “comerciar” de algún modo o intercambiar algo con el partidario relativamente indiferente de la medida opuesta.»

Darle a los contribuyentes el control de Corpoelec y federalizarla de manera la atención de esta compañía sea de mejor calidad sería una medida bastante eficaz y cónsona con las necesidades de la población. Y ojo que hablo de «contribuyentes», no solo de simples «usuarios». No se vale pegarse a un poste «de gratiñán» y consumir todo lo que se le de la gana, algo habitual en zonas de escasos recursos (cuando hay dichos postes, claro está). La sinceración de los costos y la organización en mutualidades permitirían una mejor utilización de la energía, junto a una contundente campaña en pro del uso racional de la misma. Coño, es verdad que el planeta se está volviendo mierda, así que ahorrar a través de simples medidas voluntarias es de los primeros pasos para ser parte de la solución.

Y, hablando de «medidas». ¿Por que no dar algunas ideas?

http://es.wikipedia.org/wiki/Eficiencia_energ%C3%A9tica

Y no, cobrar la electricidad por zonas residenciales de acuerdo al estrato es otra mariconería clasista y absurda de comunistas resentidos. Quien consume mucho, paga mucho y quien consume poco, paga poco. Eso se llama justicia y ley de mercado. Las leyes del mercado tienen que ser justas. La ley es justa por el hecho de ser ley, no pueden haber leyes injustas. En especial cuando el mutualismo promueve la reciprocidad pacífica como una forma deseable de justicia.

Ahora, el segundo punto. El federalismo. Este país es macrocefálico por excelencia y la dejadez de las provincias no deja mucho que desear. El centralismo, legado perverso de la idealización pro-centralista del Libertador, y de cada «bolivariano» que se limpia su baja espalda con su nombre tipo Guzmán-Blanco.

El fuego proudhoniano quemó estas sabanas hace 150 años de la mano de Ezequiel Zamora y su programa de repartición de tierras, el cual influyó su proclama con bastantes tintes anarquistas de «Tierra y Hombres libres» y su frase que decía que «La propiedad es un robo cuando no se basa en el trabajo». O cuando gritaba que la tierra de los llanos no le pertenecía a nadie en exclusiva, sino a quienes la usaba «por usos y costumbres». (Cabe destacar que Proudhon solo se refería a la propiedad lockeana de la tierra como «el robo», mientras defendía la propiedad privada legítima derivada del trabajo) Definitivamente el Sr. Zamora conocía las ideas de Proudhon debido a sus contactos como Francisco J. Iriarte. La bandera federal de veinte estrellas como legado del gobierno federal de inspiración anarquista, ondeó hasta que el asesinato de Zamora y distintos tratos, condujeron a la implantación de una variante más liberal y republicana del federalismo en los «Estados Unidos de Venezuela».

El federalismo es la conclusión lógica del principio ácrata que reza que cada ser humano es el único ente legítimamente capacitado para decidir sus asuntos. Y que las relaciones sociales deben tener en cuenta este principio, de manera no coactiva y no agresiva.

Aparte, es algo comprobado que el modelo federal es mucho más eficiente a largo plazo que el modelo centralista y vertical debido a que los costes de mantenimiento son racionalizados de manera más eficiente por la empresa debido a la ausencia de una abultada burocracia trágalo-todo, como la burro-cracia robolucionaria chavista. (Nota: Tan eficientes son estos burrócratas cubazolanos que la empresa mentada en cuestión -Corpoelec- no está dando la factura de la luz desde septiembre del año pasado en mi casa, ¿Que eso no es malo?, traten de abrir una cuenta de banco como lo traté de hacer a ver cuanta arrechera son capaces de soportar… en fin)

Igual funciona para la política, en donde el modelo federal anarquizante permite deshacerse de la autoridad central y dedicar los recursos, la producción y los factores de decisión (mutualidades, comunidades, empresas, cooperativas) en los lugares que más lo necesitan. Un ejemplo, las Tesis de Municipalismo Libertario del, también ácrata, Murray Bookchin.

Con respecto a la macrocefalia nacional. Debemos saber que tal condición es perjudicial a largo plazo ya que constituye la perpetuación del modelo de explotación capital-provincia, y contribuye a seguir fortaleciendo la política centralista del gobierno nacional. Con macrocefalia quiero referirme análogamente a la condición biológica del mismo nombre, a la característica que presentan los países en donde su ciudad capital concentra una importancia económica y política desproporcionada con respecto al resto de las regiones periféricas y aledañas a la capital. Triste pero cierto.

Con un área metropolitana de alrededor de cinco millones de personas, laberintos de concreto y tráfico desesperante, con todas las sedes de los poderes públicos nacionales y con su pujante actividad económica, Caracas y el centralismo caraqueño son uno de los factores que hacen que las regiones se desarrollen a distinto ritmo. Aunque, y sería fácil el adivinar que no solo fueron razones geo-políticas las que hicieron que mico-mandante reculara en su anteriormente aplaudida medida del racionamiento en Caracas.

El peso político se concentra en Caracas, así que la crisis determinante para el futuro de la república, necesariamente tendría que pasar por Caracas, o ser la etapa final. Hugo Chávez tiene el miedo presente de que una crisis lo saque al igual que la crisis del punto-fijismo lo trajo a su puesto con la ayuda de tres y algo millones de votos.

Todos nos quejamos por ese trato diferencial, otro eslabón para la cadena de desgracias en que esta plaga roja nos ha sumido. Y hay un sector bastante especial que se queja de eso… Y no, no son los escuálidos de La Lagunita… Son otros, de color distintivo, y ya no pareciera ser por su filiación política sino por su arrechera vertida en estos comentarios. ¡¡¡Uh, Ah!!! ¡¡¡Así el racionamiento no va!!!

La crisis viene. O los propietarios de fortunas mal habidas se cagan pensando en Caracazos y suspenden el racionamiento, o nos calamos una semana o MAS sin luz dentro de cien días gracias a la robolución vomita obra y gracia del Sol Resplandeciente de Bondad y Líder Máximo, Generalísimo de las FANB, Comandante-Presidente, Hugo Rafael Chávez Frías y sus jalabolas más cercanos y terminamos de desbaratar a esta cárcel estatista denominada República Bolivariana de Venezuela gobernada por chavistas «plusválidos» que ganan millones a costa de toditos nosotros… No diga nadie que no fue avisado. Saludos y felíz cupo nuevo.

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